Miedo al contagio del miedo
Escuchamos tanta información que no podemos asimilarla. Vemos imágenes que no podemos procesar. El miedo aumenta según pasan los días y la ansiedad alimenta una ... especulación constante. Hemos perdido el control sereno y las sensaciones cotidianas han sido sustituidas por la obsesión rumiante. Buscamos información de forma incesante y la falta de armonía, espacio vital, válvulas de escape, contacto humano... está produciendo un estado de alerta general, próximo al estrés postraumático. Estamos en la oscuridad del túnel y sentimos como el bicho nos quiere alcanzar por detrás a una velocidad imparable. La angustia se apodera de nuestra mente y miramos incesantemente al bicho y sus hazañas. Anhelamos ver una luz que nos indique la salida del túnel. Necesitamos poner el oído hacia el sonido tenue de la salida esperanzadora y no dejarnos inundar con la angustia del contagio.
Está comprobado lo rápido que se propaga el virus y la impunidad con la que lo hace. No hay barreras para frenarlo, salvo el distanciamiento social y la higiene adecuada, nos dicen.
Quiero alertar del miedo al miedo. En una situación de alarma global, también necesitamos cordones sanitarios de esperanza que nos ayuden a no sucumbir en el sufrimiento psicológico. Hay ya demasiada gente que tiene repuntes de ansiedad y cuadros de angustia debidos al confinamiento y el fracaso psicológico en la gestión de tanta incertidumbre. La afectación psicológica en las depresiones, el desbordamiento de los casos hipocondríacos, el aumento de fobias, obsesiones y trastornos afectivos, son ya una realidad.
Me preocupa todo ello, dada la inmediatez con la que recibimos tanta información y la escasez de puntos de apoyo que tenemos ante el pánico. Es nuestra responsabilidad no aumentar el contagio del miedo. El ser humano aprende por observación e imitación, por tanto, es ahora más importante que nunca ofrecer modelos de afrontamiento saludable ante la crisis. Escuchar a personas que nos trasmitan serenidad y esperanza creíble. Los verdaderos capitanes se demuestran en la tormentas que, por cierto, son los últimos que abandonan el barco, No aumentemos miedo innecesario a las consecuencias del virus. Sin darnos cuenta se va a propagar un miedo colectivo que amenaza con bloquearnos en nuestros recursos de afrontamiento y así, aumentan las probabilidades de desarrollar trastornos psicoafectivos.
Sugiero proteger a las personas de tanta información ambivalente. Por un lado estamos llamados a la calma y por otro nos muestran constantemente alarma. Quizás convenga armonizar la congruencia del discurso. Si lo que pretendemos es generar calma, necesitamos dar alguna pauta al respecto. Comunicarnos con nuestros seres queridos. Mantener unas rutinas saludables. Escribir un diario introspectivo. Tener momentos lúdicos. Buscar información que nos genere ilusión. Usar la enorme potencia de nuestra imaginación para alimentarnos constructivamente. Ahora tenemos tiempo para ello. Podemos practicar mucho más el ejercicio de trasmitirnos cariño en la forma que podamos y disminuir tanta exposición a la incertidumbre y el miedo.
Habrá quien piense que es una forma de negar la realidad. Hoy he decidido aportar unas líneas con el fin de no negar una realidad psicológica que ya nos ha estallado en la cara.
Usemos también mascarillas y guantes ante la información del bicho, con una vez o dos al día para recibir información del virus es suficiente.
Lavémonos las manos y usemos geles psicológicos cada vez que estamos en contacto con información alarmante ante el bicho.
Procuremos confinarnos y aislarnos del pánico catastrofista y apocalíptico que podamos ver a nuestro alrededor
Aprobemos paquetes de rescates económicos que aseguren la estabilidad psicoemocional de la población ante el crack de la pandemia
Sería conveniente tomar medidas restrictivas y punitivas ante las personas que ponen en riesgo, con sus comentarios, la salud mental de los demás.
Nos dicen que es una oportunidad para mirar hacia dentro y aprender a estar con nosotros mismos y retirados del exterior. Se me antoja difícil cuando el exterior parece que únicamente es hablar del bicho. Es como si el virus hubiese contagiado ya todo lo que vemos tras la ventana del retiro confinado.
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