Katowice: malas noticias
Con un día de retraso respecto al calendario previsto se clausuró la Cumbre del Clima (COP24), que este año se ha celebrado en Katowice (Polonia). ... Decenas de miles de personas han pasado por la capital de la región carbonera de Silesia para participar en ese gran foro global sobre el futuro del planeta en que se han convertido las cumbres. El proceso internacional contra el cambio climático ya va teniendo una historia larga: comenzó en el año 1992, cuando en la cita de Río de Janeiro los jefes de Estado y de Gobierno decidieron que era necesario poner en marcha un Convenio Global que impulsara medidas para frenar el calentamiento. Desde entonces cada año al llegar el mes de diciembre representantes de los gobiernos de 190 países se reúnen para tratar de avanzar esas medidas.
Y cada año al terminar la Cumbre del Clima se repite la polémica: mientras los representantes oficiales se muestran satisfechos con lo avanzado, los miembros de ONG y ecologistas expresan su desaliento por la lentitud de los avances. En Katowice no se ha roto la tónica, y de nuevo hay dos lecturas contrapuestas de los resultados. ¿A qué se deben las discrepancias? Trataremos de explicarlo:
Este año la cumbre se ha celebrado tras la publicación de un informe del comité científico de Naciones Unidas (IPCC) en el que se alertaba de la importancia de evitar un aumento de las temperaturas medias globales por encima de 1,5ºC. Para conseguirlo el informe hacía un llamamiento a los gobiernos a adoptar a medidas urgentes y sin precedentes para reducir las emisiones globales. Este estudio ha sido el elemento sobre el que han girado las principales discrepancias de la reunión. De forma paralela se han conocido los datos de emisiones de este 2018, que supondrán un aumento del 2,7% con respecto a 2017. Después de años de negociaciones internacionales, que las emisiones contaminantes sigan subiendo es una muestra evidente de que las cosas no se están haciendo bien. Algo importante esta fallando.
El lugar elegido para la reunión (Katowice) es un centro producción de carbón de primera magnitud, por lo que la presencia del lobby carbonero en la cumbre ha sido constante. Hay que recordar aquí que el carbón es el combustible que más CO2 emite por cada kilovatio producido, y por tanto su eliminación es imprescindible si de verdad queremos combatir el cambio climático. No era casualidad que el encuentro fuera allí.
En esta ocasión un grupo de países productores de petróleo, liderado por Estados Unidos, han monopolizado los debates, por su oposición a que se asumiera el informe del IPCC para evitar ese incremento de 1,5 grados. Sus razones son evidentes: si se asume en su totalidad el contenido del informe, hay que eliminar en un plazo breve el uso de combustibles fósiles. Estados Unidos, Rusia, Arabia Saudí y Qatar han hecho todo lo posible para que la cumbre no asumiera ese informe y, en parte lo han conseguido.
Así, mientras los representantes de los gobiernos negociaban un complejo libro de ruta que regulara el cumplimiento del Acuerdo de París, los productores de petróleo trataban de condicionar cuál debe ser el destino de esa 'ruta'. En definitiva, unos discutían los detalles técnicos del reglamento mientras los petroleros trataban de dinamitar los objetivos políticos del Acuerdo de París.
Ciertamente el proceso de acordar ese libro de ruta es muy complejo, y de ahí que sea comprensible la satisfacción de quienes tan duramente han trabajado en su elaboración. Pero el problema radica en que se ha ralentizado la ambición del proceso. Es decir, salimos de Katowice con menos ambición en la lucha contra el cambio climático de lo entramos, aunque eso sí con un reglamento aprobado. De ahí la disparidad de valoraciones entre negociadores (satisfechos con lo avanzado), y observadores (preocupados por la lentitud). Alguien decía que el cambio climático se agrava a la velocidad de una liebre, mientras las negociaciones van a paso de tortuga.
Así que la paradoja es que, aunque es cierto que las negociaciones avanzan, no lo es menos que van demasiado lentas. De cumplirse los compromisos adquiridos por los gobiernos en el Acuerdo de París en 2015, las temperaturas medias subirían por encima de los 3 grados, muy lejos de las advertencias científicas. Por lo tanto es imprescindible mucha mayor ambición, y nuevos compromisos más audaces.
El papel jugado por Estados Unidos durante esta presidencia de Trump ha sido decisivo en esta ralentización del proceso. Trump anunció la salida de su país del Acuerdo de París, pero mientras lo hace está utilizando su maquinaria para obstaculizar las negociaciones, sumando para ello con Arabia Saudí, que lleva años poniendo dificultades a cualquier acuerdo. Ya que no colaboran, al menos se debería reclamar a EE UU que no interfiera. Pero es evidente que no se está hacendo.
El tiempo se agota: el IPCC afirma que deben reducirse las emisiones en un 45% para el año 2030, pero siguen aumentando año tras año. Cada minuto que pasa se va acortando el margen de maniobra, y va siendo más difícil cumplir con los objetivos. Nadie dijo que salvar el clima fuera fácil, pero no estamos ni siquiera cerca de conseguirlo. Y esa es la mala noticia de Katowice.
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