El diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana» es, en palabras de Gabriel García Márquez, el de la ... gran lexicógrafa María Moliner, trabajo solitario y monumental realizado durante más de quince años en las horas libres que le dejaba su empleo como bibliotecaria, y ello en una época en que no existían bases digitales ni procesadores de textos.
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El 'Diccionario de uso del español' está lleno de sorpresas, basta con dejarse tentar. Por ejemplo, abriéndolo por la voz 'España' encontraremos que la aragonesa define al país mediante enumeración de pueblos que lo han constituido a lo largo de los siglos: «Alanos, arévacos, ártabros, astures, autrigones, bastetanos, benimerines, béticos, cántabros, caporos, cartagineses, celtas, celtíberos, cerretanos, cibarcos, contestanos, cosetanos, deitanos, edetanos, fenicios, godos, iberos, ilercavones, ilergetes, iliberitanos, ilicitanos, ilipulenses, iliturgitanos, indigetes, italicenses, lacetanos, layetanos, masienos, moriscos, mozárabes, numantinos, oretanos, pésicos, saldubenses, santones, suevos, tartesios, tugienses, turdetanos, túrdulos, vacceos, vándalos, várdulos, vascones».
La relación deja estupefacto al descubrirnos pueblos de los que nunca oímos hablar, y da que pensar por lo que tiene de enmienda a la totalidad a la concepción esencialista de España. La diversidad no es un invento moderno de nacionalistas ni de izquierdas sino que viene dada por una historia compartida.
María Moliner no entra en disquisiciones etimológicas, que también tienen su aquel. Pues, según los entendidos, el nombre de España, de conformidad con su raíz fenicia, significa 'tierra de conejos', teoría que siempre irritó a quienes ven indigno que una 'unidad de destino en lo universal' lleve nombre de coto de caza.
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El último de los pueblos citado por Moliner son los vascones, cuyas menciones escritas más primitivas provienen del griego Estrabón y de los romanos Tito Livio y Plinio. Por extensión, como Vasconia/Baskonia se designa desde hace más de veinte siglos al espacio habitado por la comunidad histórico‐antropológica vasca.
Sin embargo, parece que a algunos hoy esta onomástica no les agrada y han resuelto su completa eliminación en favor de la étnico‐lingüística Euskal Herria, que deberá emplearse con carácter exclusivo tanto en castellano o francés como en euskera. La antigüedad y la tradición, que tanto pesan en otros casos, ya no valen.
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Es razonable preguntarse si no estamos ante una variante del criticado esencialismo.
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