Uno de los retos más importantes con los que nos enfrentamos hoy en día tiene que ver con la necesidad de contar con el talento más adecuado para poder desarrollar todo el potencial que tenemos como sociedad. La demografía, ciencia exacta donde las haya, nos ... pone delante del espejo de una pirámide poblacional en la que las cohortes de personas con más edad se imponen sobre el resto. Existen pocas dudas, más bien se trata de certezas, de que necesitaremos incorporar cientos de miles de personas para poder mantener nuestro nivel de bienestar. Personas de todos los perfiles, con niveles de formación de diferentes características para poder desarrollar todo tipo de trabajos. Porque no solo se trata de ingenieros, informáticos y científicos; también necesitaremos profesionales de otros tipos de habilidades.
Este desafío pone de relieve la urgencia máxima de articular una política activa de atracción, acogida y arraigo de profesionales. Porque cuando hablamos de talento no estamos hablando de conceptos teóricos, de entes abstractos que van bien en los discursos; estamos hablando de personas. Personas que tienen sus expectativas profesionales y personales. Porque no solo se trata de ofrecer espacios para el desarrollo profesional, sino que también se trata de ofrecer un entorno apropiado para el desarrollo de las personas y su entorno familiar. Personas con vivencias, con historia personal y familiar, con sentimientos y emociones, que necesitamos atraer y acoger en las mejores condiciones posibles.
Así que el primer paso consiste en hacer atractivo el país para que los candidatos se lleguen a plantear la opción de venir, y para que los que ya están no se marchen. Pero tan importante como esa capacidad de atracción es la capacidad de acoger a las personas. Porque tenemos grandes dificultades para facilitar la acogida de los nuevos profesionales que necesitamos. En este sentido, las políticas migratorias son fundamentales y demandan una acción decidida.
El equilibrio entre las expectativas de los que están y de los que vienen será difícil si no se activan valores de solidaridad
Las políticas de acogida deben facilitar la incorporación de las personas que vienen y, para ello, se precisa de un abanico de planes diferentes para hacerlo posible. Planes que tienen que ver con la satisfacción de necesidades básicas para el bienestar de las personas. Necesidades de vivienda, de educación, de asistencia sanitaria... Pero también se necesitará articular programas de formación para adecuar las habilidades de los que vienen con las habilidades que se necesitan en la sociedad. Estas políticas tienen que convivir con otras que se focalicen en las personas autóctonas para evitar que la incorporación de nuevas personas, que vienen de fuera, se vea como una agresión a las posibilidades de desarrollo profesional y personal de los habitantes del país. Y esto no será fácil de articular si no se interioriza socialmente que el bienestar social de los que estamos depende, también, de la capacidad de acoger a los que vengan y ayudarles a formar parte del mismo proyecto de sociedad. Este reto está lleno de aristas, problemas y desafíos, y no será fácil de abordar si no va acompañado de un debate profundo sobre la sostenibilidad del modelo actual de bienestar.
El equilibrio razonable entre las expectativas de los que están y las de los que vienen no será fácil de conseguir si no se activan valores de solidaridad, generosidad y cooperación, que solo se producirá si tomamos conciencia de la necesidad de construir el futuro con los que vengan a acompañarnos.
Pero las dificultades no acaban ahí, porque no se trata solo de atraer y acoger, se trata también de conseguir el arraigo de las personas en su nueva sociedad. Y esto del arraigo tiene también muchas perspectivas. Así, por ejemplo, cuando hablamos de la necesidad de arraigar las empresas en los territorios, buscando que no se desubiquen y se vayan, ponemos el foco en garantizar que los capitales de las mismas sean autóctonos. Sin embargo, esto no es una cuestión solo de capitales; sobre todo es una cuestión de personas. Porque lo que verdaderamente arraiga una actividad empresarial, cultural, social o de cualquier tipo es el arraigo de sus responsables. O sea, que vuelve a ser fundamental pensar que para arraigar hay que poner el foco en las personas, generando un entramado rico de relaciones que faciliten vínculos entre las mismas.
Esta cuestión del arraigo tiene una doble faceta: la de los que ya son parte de la sociedad para que no se vayan, y la de los que vienen para que se queden. Hacer que las personas se queden tiene que ver con las posibilidades de alcanzar sus expectativas personales y profesionales y para eso necesitamos un proyecto de país atractivo, lleno de oportunidades para todos. Y todo esto implica abordar dos desafíos: debatir y concretar nuestro modelo futuro de bienestar, y debatir y concretar nuestras políticas de atracción y acogida de inmigrantes. Y resulta urgente hacerlo ya.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.