Educación concertada y diversa
José Eizmendi Pérez
Director General Aldapeta Maria Ikastetxea
Martes, 18 de febrero 2025, 01:00
La pluralidad define a la sociedad vasca. Siendo el sistema educativo un claro espejo de la sociedad que construimos entre todos, esta pluralidad ha de ... estar presente en la educación. En Euskadi, la educación concertada católica ha desempeñado un papel clave en el sistema educativo en alianza con las ikastolas y con la escuela pública. Esta unión de lo público y privado es una tradición que, durante generaciones, ha hecho grande este pequeño país en lo industrial, lo social y lo institucional. El modelo de alianzas establecido ha servido para la continuidad del proyecto privado y para cumplir con la función de servicio público que ha supuesto ese esfuerzo común. Cuando hablamos de educación, debemos tener claro que todos hemos contribuido a la función pública de la educación y a la formación de ciudadanos comprometidos y solidarios.
Sin embargo, últimamente, suelen aparecer opiniones que cuestionan la legitimidad de la escuela concertada, y de la de raíz católica, basándose, únicamente, en el sistema de concertación del Gobierno Vasco, acusándonos de segregar al alumnado, y de un carácter elitista al cobrar aportaciones a las familias. Cabe recordar que el modelo de financiación fue también producto de la necesidad de tejer una alianza entre lo público y lo privado, y la asimetría de financiación entre la red pública y la concertada nos hace afrontar esa situación sin desearlo. En una sociedad que atraviesa una crisis de natalidad sin precedentes, que ninguna familia tenga que plantearse su situación económica para elegir su centro educativo es una aspiración para todos.
Eso sí, y creo que éste es un debate mucho más importante, el interés por acabar con la asimetría de financiación existente no puede significar renunciar a que se reconozca la identidad de la escuela católica, su libertad para transmitir el modelo de persona que ofrecemos a las futuras generaciones. Esto supone reconocer que, lejos de ser excluyente y elitista, contribuye desde su cimiento más profundo a fortalecer los valores democráticos.
Y es que una escuela que nace de la experiencia de Jesús, debería tener como uno de sus primeros objetivos un bastión de la defensa de la democracia y la libertad. Más allá del derecho de las familias a escoger el modelo educativo que mejor se adapte a sus convicciones y valores, y otros debates legales que no pueden servir como justificación de la existencia de nuestras escuelas, la raíz misma de lo que somos debe convertirnos en altavoz de la necesidad de la construcción de una persona integral, libre, dotada de unos valores que le lleven a transformar el mundo en relación con las personas que le rodean. En este sentido, hay que desterrar la idea de que hay un único camino para esa construcción. Otro de nuestros objetivos debe ser impulsar la elección del camino propio para cada alumno y alumna, no la de la ideologización. Católico es universal y ese término no se puede asociar con una única manera de pensar. Por eso no nos interesan pedagogías del juicio al otro, sino una que hable de la búsqueda íntima, de una trascendencia que nos hace más humanos, no como una característica de nuestros tiempos, sino como un ingrediente de construcción social.
Nuestras escuelas no deben ser dogmáticas. Lo más profundo de nuestra fe nos impulsa a ofrecer una voz protagonista en la construcción cultural de un país, una voz con personalidad que comprende el carácter laico de su sociedad, pero que se siente con derecho a enriquecer el panorama cultural con la fuerza vital de sentirnos llamados a la alegría. Esta visión de la cultura nos impulsa a la sinodalidad, no sólo en la iglesia, en la sociedad entera.
Y necesitamos caminar juntos. La individualidad impuesta por el modelo capitalista liberal que nos rodea nos aboca a una sociedad alienada, a una destrucción del tejido social que nos deja solos frente a un mundo complicado y nos despoja de los recursos personales para afrontar las dificultades de la vida. Alumnado con situaciones emocionales complicadas, familias con un altísimo nivel de crispación, un profesorado cansado y abrumado por tener que gestionar las dificultades emocionales propias y ajenas, son buenos ejemplos de esta situación. Se me antoja clave como salida hacia un futuro mejor recuperar el sentido de comunidad de nuestra sociedad. Iglesia es reunión y asamblea, por lo que hace tiempo que hemos asumido la necesidad de afrontar el futuro de forma compartida como forma de superar la propia debilidad.
Lejos de exigencias de tipo económico o legal, la escuela concertada católica defiende y transmite un modelo de persona que ayuda a la construcción de una sociedad democrática, y no dogmática. Lo seguiremos haciendo, buscando fortalecer el sentido de comunidad, una asamblea universal, y tejiendo alianzas entre distintas formas de vivir y de pensar, que tanto éxito han tenido en nuestra sociedad vasca.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.