
Cuando todo parece un despropósito
Nosotros construimos el futuro y si queremos un mundo mejor, las relaciones humanas entre diferentes deben servir para avanzar, no para destruir
Jorge Arévalo Turrillas
Domingo, 4 de mayo 2025, 02:00
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Jorge Arévalo Turrillas
Domingo, 4 de mayo 2025, 02:00
Vivimos tiempos en los que el ruido ensordecedor de la codicia, la mentira y la ambición desmedida parecen tapar todo lo demás. Día tras día, ... las noticias nos muestran a líderes y a personas que, con una visión mesiánica, priorizan el poder sobre la vida humana, sobre la dignidad y sobre el bien común. Hay quienes construyen su ascenso a base de engaños y manipulaciones mal intencionadas, convirtiendo la mentira en su moneda de cambio. Y están también aquellos que ven el dinero como su único objetivo prioritario, sin importarles el coste humano o ambiental de su enriquecimiento.
Todo esto parece tan abrumador que podríamos estar cayendo en la trampa del pesimismo y la desesperanza. Pero si miramos más allá del ruido diario, descubrimos otra realidad que merece ser tenida muy en cuenta: el mundo sigue mejorando. Y lo hace porque hay muchas más personas trabajando por el bienestar colectivo que por el suyo propio.
Mientras algunos gritan, insultan y mienten, buscando el beneficio propio o el de unos pocos, otros trabajan por el bien común sin hacer ruido. Mientras los ambiciosos sin escrúpulos conquistan territorios, o se enriquecen de manera obsesiva, los comprometidos conquistan derechos, conquistan equidad, y conquistan dignidad. Cada mejora social, cada avance científico, cada acto en beneficio de los demás, es una victoria que se suma al gran reto de conseguir un futuro mejor para todos.
La historia nos ha demostrado que la democracia es frágil y que se puede erosionar si no se defiende con firmeza. Quienes intentan destruirla no lo hacen de manera abierta, sino con discursos calculados y con promesas engañosas. Si queremos preservar la democracia, debemos también preservar su esencia no sólo exigiendo transparencia a quienes nos gobiernan, sino siendo ciudadanos informados, críticos, comprometidos con el bien común, capaces de distinguir entre la verdad y la manipulación y dispuestos a defender lo que es justo.
Porque la democracia no es un regalo, es algo que ha exigido el sacrificio, la lucha y el esfuerzo de millones de personas que entendieron que la dignidad humana depende de sociedades justas y equitativas, donde el poder se pueda controlar y las libertades se respeten. No podemos darla por sentada, ni asumir que permanecerá intacta si no la protegemos con convicción.
El futuro es una conquista continua. Debemos trabajarlo cada día, atentos a lo que requiere de nosotros. No sólo se trata de sobrevivir, sino de construir, de aportar y de impulsar los valores que realmente nos hacen humanos: la empatía, la solidaridad, la honestidad y el respeto, entre otros. Si el mundo avanza, si hay progreso, es porque hay gente que, desde la sencillez, la humildad y el silencio, hace lo correcto, sin esperar ningún reconocimiento ni buscar aplausos. Y aunque parezca que el mal tiene un protagonismo absoluto, la realidad es otra. Porque son muchas más las personas que creen en la justicia, en el respeto y en la cooperación.
No podemos dejarnos arrastrar por la vorágine de lo superficial, por la obsesión del éxito a cualquier precio, ni por el espejismo de la acumulación material. El pensamiento crítico nos recuerda que la humanidad no se sostiene en la acumulación de riqueza, sino en el esfuerzo por comprendernos, por construir sociedades más justas y por vivir con propósito. Pensar es resistir, es cuestionar lo establecido, es recordar que el progreso no es solo tecnológico o económico, sino también moral, intelectual y social. La historia nos ha demostrado que las sociedades que han perdido el rumbo han terminado presas de sus propios excesos.
Los valores humanos deben ser la base de nuestra actitud y de nuestras acciones y se deben trabajar principalmente desde las familias y desde el sistema educativo. Porque es desde la base desde donde se puede ir aprendiendo a vivir con sentido, con un propósito bien definido y con el objetivo de aportar y colaborar para que todo vaya mejor y la vida sea algo que realmente nos enriquezca como seres humanos y como sociedad.
Priorizar y reforzar la solidaridad frente al egoísmo, la empatía frente a la indiferencia y la verdad frente a la manipulación, no es solo un acto de resistencia, sino la única vía para construir un futuro que no esté marcado por el abuso y la desigualdad.
Aunque parezca que todo puede ser un despropósito, debemos ser conscientes de que somos nosotros los que construimos el futuro, y si queremos un mundo mejor, las relaciones humanas entre diferentes deben servir para avanzar y construir y no para destruir. Esas personas a quienes se les escucha menos, son las que con su aportación, esfuerzo y voluntad seguirán conquistando el futuro día a día, reforzando los valores que nos llevarán hacia un mundo mejor.
Porque, como escribía Eduardo Galeano, mucha gente pequeña en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar el mundo.
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