
Las intenciones sólo son el principio
La urgencia por hacer las cosas nos impide profundizar en nuestras experiencias, comprender nuestras emociones y tomar decisiones más informadas
Jorge Arévalo Turrilas
Lunes, 27 de enero 2025, 00:02
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Jorge Arévalo Turrilas
Lunes, 27 de enero 2025, 00:02
Cuando comienza un nuevo año solemos hacerlo con una fuerte dosis de buenas intenciones, con la esperanza de que nuestra vida mejore. Seguro que esto les suena. Pero, para que las buenas intenciones se cumplan, necesitan estar acompañadas de un propósito alcanzable. Para ello, debemos ... considerar dos elementos fundamentales: uno, debe ser una constante y el otro, una variable. La constante es la perseverancia y la variable es el tiempo. Sin embargo, a menudo invertimos estos elementos, haciendo que el tiempo sea la constante y la perseverancia la variable.
Esto también se refleja muchas veces en nuestra vida diaria, donde tendemos a medir nuestro éxito en función de cuántas cosas logramos y con qué rapidez. Esta inversión de elementos puede llevarnos por un camino de insatisfacción y estrés continuo por intentar cumplir las metas propuestas en tiempos muy cortos, sin considerar la importancia del esfuerzo constante y la dedicación.
La urgencia por hacer las cosas nos impide profundizar en nuestras experiencias, comprender nuestras emociones y tomar decisiones más informadas y conscientes. Llegamos a sacrificar calidad por cantidad, convirtiendo el 'hacer más' en una obsesión y dejando la tranquilidad fuera de nuestro alcance. La cultura de la inmediatez debería ser reemplazada por una cultura de la tranquilidad, esencial para nuestro bienestar, donde el valor radique en la calidad de nuestras acciones y en el disfrute de los proyectos que queramos realizar.
En este contexto, debemos aprender a valorar el tiempo como un recurso limitado que merece ser gestionado con atención. Esto implica priorizar lo que realmente importa, reducir distracciones y crear rutinas que fomenten la consecución de nuestros objetivos. Plantear retos alcanzables e invertir el tiempo necesario en actividades que nos motiven, reducirá de manera significativa la pereza y mejorará mucho la posibilidad de conseguir nuestros objetivos. Como dice el conejo en las Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas, «Ni antes ni después, todo llega cuando tiene que llegar».
Y es aquí donde entra en juego un elemento fundamental: la perseverancia. La perseverancia es el motor que nos dirige hacia un éxito duradero. Es una fuerza transformadora, basada en la paciencia y en una visión a medio y largo plazo, que puede cambiar el curso de nuestra vida. Es la perseverancia la que principalmente marca la diferencia entre el éxito y el fracaso en la consecución de nuestros objetivos y son la voluntad, el esfuerzo y el espíritu de sacrificio los elementos esenciales para perseverar y afrontar los desafíos no como obstáculos, sino como oportunidades de mejora.
Sería muy importante fomentar la perseverancia desde el sistema educativo, ya que puede ayudar a la juventud a desarrollar una mentalidad resiliente, capaz de adaptarse y recuperarse de las adversidades. Porque, en general, cuando la juventud no logra alcanzar sus objetivos de manera rápida, tiende a desanimarse y a dudar de sus capacidades. La perseverancia no sólo les ayuda a mantener la calma en momentos difíciles, sino que también les proporciona una herramienta valiosa para su desarrollo personal y profesional.
Entender que el fracaso es una oportunidad para aprender y mejorar es fundamental para construir una autoestima sólida y una actitud positiva hacia la vida. Los jóvenes que comprenden esto, están mejor preparados para afrontar los desafíos del mundo real, siendo capaces de perseguir sus metas con paciencia, esfuerzo y constancia.
Valorar la perseverancia, cambiar nuestra percepción del tiempo y dejar de ver la lentitud como una debilidad, nos permite vivir de manera más plena y auténtica. Lewis Carroll escribió en su novela anteriormente citada, que los límites sólo existen en la mente y cuando decides alcanzar cualquier objetivo, surge dentro de ti la convicción y la fortaleza necesarias para romper todas tus barreras, luchando por ello hasta conseguirlo. Y lo importante no es cuánto hacemos, sino cómo y por qué lo hacemos. Tal vez en una vida menos acelerada encontremos el espacio para disfrutar de los pequeños momentos, alcanzar los objetivos propuestos y actuar de una manera mucho más intencionada y consciente.
Cada inicio de año es una nueva oportunidad para reinventarse y abrazar los buenos propósitos que nos llenan de ilusión y alegría. No se apresuren ni se exijan demasiado; la tranquilidad es nuestra mejor aliada para disfrutar del camino y apreciar cada pequeño avance. Recuerden que las metas alcanzables, aquellas que pueden tocar con la punta de los dedos con un poco de esfuerzo y constancia, son las que mejor se consolidan y te hacen sentirte orgulloso de tus logros. Así que respire profundo, sonría y avance paso a paso con la convicción de que cada día está un poco más cerca de cumplir sus objetivos.
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