Donostia: trabajo y sensatez
Tengo 34 años. Nací y crecí en la Parte Vieja. Soy donostiarra, hoy día vecino de Altza. He estudiado en la UPV/EHU, he podido ... cursar postgrados y trabajar. Practico deporte y disfruto con muchas actividades culturales, la mayoría de ellas en mi ciudad.
Pongo estos datos biográficos al principio del artículo para plantear la siguiente idea: pertenezco a una quinta de donostiarras, los nacidos después del baby boom, a esa generación que algunos llaman Millenials. Hemos recibido un legado extraordinario de nuestras amonas y aitonas, y nuestras amas y aitas nos han enseñado a ser donostiarras. Con sus problemas y tareas pendientes (¿quién no las tiene?) tenemos una ciudad impresionante: la gente vive y disfruta, trabaja y se divierte, hace deporte, toma potes, vibra con sus fiestas, discute y se pelea, pero no se rinde. Nuestro deber es corresponder ese legado y construir la Donostia de la que disfrutarán las generaciones futuras.
La ciudad del futuro no la construyen unos pocos visionarios, nunca ha sido así. Como todas las ciudades, tenemos muchos retos por delante a los que debemos hacer frente. Los próximos años veremos finalizar las obras del Topo, del Tren de Alta Velocidad, el traslado de la cárcel de Martutene, la posibilidad de dibujar nuevos barrios en los Cuarteles de Loiola y en Amara, una vez soterrada la estación de Easo. Tras la renovación del Estadio, se acometerá la modernización de otras instalaciones de la Ciudad Deportiva de Anoeta. Se va a renovar el Plan General, auténtica hoja de ruta de la ciudad futura de las próximas décadas.
Tenemos unos mimbres muy potentes para situarnos como ciudad referente en ciencia y conocimiento. Compañeros de mi generación, como yo mismo, hacen parte de su desarrollo profesional fuera, aprenden, se forman, cogen experiencia y luego regresan. Hoy somos foco de atracción y retención de talento. La ciudad crece en habitantes, no se vacía. Es una ciudad dinámica, que ofrece oportunidades, un proyecto de vida.
Para dejar un legado positivo en la ciudad, las grandes decisiones hay que estudiarlas y contrastarlas. No valen respuestas rápidas y breves para solucionar todos los problemas complejos. Tenemos que ofrecer respuestas de fondo, hay que gestionar lo público con mayor análisis y reflexión, de forma compartida, y la agitación que algunos promueven no permite que eso sea así. Las prisas generan parches. La sensatez, soluciones.
Para ello es importante aunar a aquellas personas orgullosas de pertenecer a Donostia y que quieren que su ciudad avance. Hay quien ha optado por la negatividad y el pesimismo constante en la ciudad, dibujando una Donostia gris, que no es reflejo de su vida urbana, social, deportiva, asociativa o cultural. Creo profundamente que la ciudad puede ser un reflejo de lo mejor que hay en nosotros. La ciudad es lo que pensamos de ella, la ciudad es lo que hacemos en ella, la ciudad es lo que pasa en ella.
En este mandato que acaba de comenzar hay mucho por hacer. Mirar al pasado con nostalgia no sirve de nada. Lo que cuenta es lo que hacemos; lo que decimos es importante, pero lo determinante es lo que hacemos. El pasado mes de mayo las y los donostiarras nos han dado el encargo de gobernar la ciudad. Y es nuestro compromiso hacerlo con entrega y dedicación, escuchando y haciendo partícipes a todos y a todas las donostiarras que quieren seguir avanzando. Avanzando con paso firme, porque el PNV es un partido consistente. La consistencia es la suma del éxito bien digerido y el fracaso del que hemos aprendido.
Nosotros miramos al futuro con ilusión, sin miedo, y sobre todo con ambición, la ambición de quien quiere dejar a los nuevos donostiarras una ciudad mejor de la que nosotros recibimos de nuestros antepasados, convencido de que ese fue el motor que impulsó su acción, del mismo modo que ahora impulsa a quienes amamos a nuestra ciudad.
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