Vivimos rodeados de cosas que caducan rápidamente. Hemos aprendido a actualizarlo todo. Sin darnos cuenta, también hemos convertido los vínculos en productos de consumo; si ... se estropean, los cambiamos; si dejan de funcionar, los sustituimos. La obsolescencia emocional es eso: la tendencia a abandonar relaciones o proyectos en cuanto dejan de ser estimulantes. Confundimos el final del entusiasmo con el final del amor. Nos cuesta reparar porque exige tiempo, paciencia y una implicación que no siempre queremos ofrecer. En un mundo que premia lo inmediato, cuidar se ha vuelto un acto revolucionario. Quizás el reto sea resistir la tentación de la sustitución.
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