Certidumbre del miedo
Iñaki Adúriz
Viernes, 20 de junio 2025, 02:00
Ahora que prolifera el término 'incertidumbre', puede que además de que ello señale que las cosas no van muy bien, lo que ocurra es que ... se desee más expresar la palabra 'miedo'. Desde este punto de vista, frecuente uso estos días quizás tenga sentido, para encarar mejor una realidad obstinadamente ingrata. Porque, si en un mundo en proceso de cambio las cosas son ya complicadas y los recelos abundan, el escenario internacional los ha elevado a un rango más problemático.
Una referencia en el mapamundi de esta realidad sombría sería el caso de Ucrania, invadido hace más de tres años por un estado cuasitotalitario como Rusia, que ha hecho sonar el despertador europeo, con sanciones al invasor en apariencia poco disuasorias, y kits de emergencia, al igual que el de la OTAN, con «sugerencias» a sus miembros, de aumento del gasto en defensa y nuevos rearmes a cargo como siempre, del erario público de cada país. En principio, para disuadir al invasor ruso, una de las principales potencias en armamento nuclear, y conseguir un 'equilibrio' de fuerzas que garantice la paz en el mundo. Tras años de interminables guerras padecidas, ¿no suena ahora todo esto a broma macabra? Parece que se vuelve a tiempos de la 'guerra fría' y de los 'rearmes' del siglo XX, a tiempos en los que además las neolenguas son un arma de doble filo que esconden un estado de cosas bien distinto, que, al final, cala en aquellos a quienes se quiere enajenar.
De terquedad ignominiosa podría calificarse el siguiente episodio más reciente después del de Ucrania. La denominada guerra de Gaza surgida tras el asalto y la matanza de Hamás del 7 de octubre de 2023 y que ya con más de cincuenta y siete mil palestinos muertos, parece que por parte del ejército israelí, se trate de acometer una orgía violenta, y con el aval de algunos países. Un último y más reciente episodio lo constituye la llegada por segunda vez a la Casa Blanca, a comienzos de año, del magnate Donald Trump. Su disparatado y prepotente talante, y su otra «guerra de aranceles», han puesto al mundo igualmente en jaque. Y, aunque sea otro tema, a su propio país, ante la movilización estos días, en la ciudad de Los Ángeles, de la Guardia Nacional y marines, por las protestas contra las redadas de inmigración.
No resultará descabellado, pues, convenir que estos acontecimientos, por no hablar de otros, lejos de generar solo incertidumbre, han sido y son capaces de provocar miedo, por lo menos, entre la comunidad lectora de diversas noticias extranjeras. Y es que su presencia cotidiana no solo hace presagiar, en un futuro más o menos lejano, la extensión de otras posibles aniquilaciones físicas o mayores incrementos de empobrecimiento de muchas personas, sino una factible normalización del desprecio a toda clase de instituciones o a derechos colectivos e individuales, que hasta estos momentos proporcionaban un marco de valores y una catalogación moral, a la marcha de las sociedades y del entramado internacional. Un buen entresijo, pues, de penosas realidades y negros augurios que casi de manera inconsciente hacen echar una mirada a procesos históricos que han tenido que ver con el sometimiento del individuo, las guerras y convulsiones colectivas de las sociedades, y hacen recordar y sentir el temor que todo ello provocaba. Fruto del mismo suelen ser las distopías, o utopías trágicas, que la literatura se ha encargado de crear, en especial, a lo largo del pasado S. XX. La antes observada, aquí, obra de Orwell, '1984', parece estar hecha con esos mimbres más allá de su asfixiante escenario. Es la tesis del escritor barcelonés, Manuel Vázquez Montalbán, quien en su estudio '1984': la literatura del miedo', escrito medio año antes de que se llegase al año 1984 real, habla del 'totalitarismo tópico' (el estalinismo y el nazismo) que, conociéndolo, fue crucial para que el autor británico escribiera esa obra. A la vez, no desaprovecha la ocasión para encontrar similitudes con el año que estaba a poco de estrenar el calendario. Señala, en este sentido, que esa realidad de los ochenta del pasado siglo desdramatiza estéticamente el libro orwelliano aunque en este, con los avances experimentados del conocimiento social, su drama ético sea mucho menor que en el de aquel escenario real de los ochenta, en que latía un auténtico 'pánico del rearme y de la guerra mundial'. En 2025, pasadas cuatro décadas de esas afirmaciones, parece que por desgracia siguiera aun más consolidada esa ya certidumbre del miedo.
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