Gibraltar abre una nueva época
El primer ministro británico entiende la importancia de acercarse a Europa después del Brexit. Para las relaciones internacionales basadas en reglas, el acuerdo es una clara señal de que no todo está perdido
Guillermo Íñiguez
Doctor en Derecho de la UE por la Universidad de Oxford
Domingo, 22 de junio 2025, 02:00
Nueve años después del referéndum sobre el Brexit, y cinco más tarde de la salida británica de la Unión Europea, Reino Unido y la UE ... han cerrado uno de los últimos grandes expediente pendientes: el acuerdo político sobre el futuro de Gibraltar. El pacto es fundamental para los más de 15.000 trabajadores que cruzan la frontera cada día. Desde hace años, estos ciudadanos se enfrentaban a numerosas dificultades –por ejemplo, en materia de pensiones, bajas laborales o asistencia sanitaria– que se vieron acentuadas tras el Brexit. Con el acuerdo, los habitantes del Campo de Gibraltar gozarán de una mayor estabilidad económica, jurídica y política.
Sin embargo, la importancia del entendimiento va mucho más allá del Campo de Gibraltar. Con el apretón de manos entre José Manuel Albares, el ministro británico David Lammy, el comisario europeo Maroš Šefčovič y el primer ministro gibraltareño Fabian Picardo se supera el último gran escollo que dificultaba el acercamiento entre Gran Bretaña y la Unión Europea.
El acuerdo político, que deberá concretarse a nivel técnico, abarca una enorme cantidad de temas, desde cuestiones laborales, fiscales y medioambientales hasta los nuevos controles fronterizos, pasando por la circulación de mercancías, la coordinación en materia de seguridad social y el futuro del aeropuerto de Gibraltar, una de las cuestiones más espinosas. Su consecuencia más visible será la desaparición de la Verja, que ya permaneció cerrada entre 1969 y 1982 y que, desde 2020, simbolizaba la larga resaca del Brexit. Con su desaparición, dejará de haber barreras físicas y controles fronterizos terrestres entre La Línea y Gibraltar. Sí los seguirá habiendo en el puerto y el aeropuerto, que se convertirán en nuevos puntos de acceso al espacio Schengen. Sin embargo, esta vigilancia será doble: además de la policía británica, también los llevará a cabo la policía española, que podrá denegar la entrada a aquellos ciudadanos de Reino Unido que excedan su estancia máxima en la zona Schengen.
Reino Unido vive su momento de mayor relevancia internacional desde el referéndum de 2016
Junto con la eliminación de los controles sobre las personas, también se facilitará la libre circulación de mercancías entre España y Gibraltar, que se incorporará, en la práctica, al espacio Schengen y a la unión aduanera. Para ello, Gibraltar deberá acabar con gran parte de sus privilegios fiscales. Lo hará mediante un nuevo impuesto indirecto del 15% sobre sus mercancías, incluido el tabaco, uno de los mayores focos de contrabando en el Peñón. Aunque Gibraltar mantendrá su autonomía fiscal, introducir esta tasa mínima era una condición 'sine qua non' para proteger la integridad de la unión aduanera y del mercado interior de la UE. Para preservar esta integridad, el acuerdo también contempla medidas en materias como las ayudas de Estado o la lucha contra el blanqueo de capitales.
A falta de su concreción en un texto jurídico que será largo y complejo, el acuerdo político supone una victoria para todas las partes. Lo es, indudablemente, para el Campo de Gibraltar, cuyos trabajadores transfronterizos disfrutarán de una mayor estabilidad a medio y largo plazo. Lo es, también, para Reino Unido, que mantendrá el control sobre sus bases militares en el Peñón. Y lo es para España, que logra que Gibraltar se incorpore al espacio Schengen y cuya policía jugará un papel fundamental en esta nueva frontera exterior de la UE. Por último, el acuerdo permite a Bruselas dar carpetazo al último gran dolor de cabeza causado por el Brexit. Al haber logrado desbloquear una reivindicación fundamental para España, la UE allana el camino para cualquier futuro acuerdo con Reino Unido.
El acelerón que se ha producido en los últimos meses no se entiende sin el cambio de Ejecutivo en Londres. De la política performativa de los últimos gobiernos conservadores –en especial, el de Johnson y sus sucesivos ministros de Exteriores, entre ellos Liz Truss– se ha pasado al pragmatismo de un Keir Starmer que sí ha entendido, desde el primer momento, la importancia de acercarse a Europa. El acuerdo sobre Gibraltar, de hecho, ejemplifica a la perfección el enfoque de la política europea de Starmer. Esta política consiste en alcanzar acuerdos puntuales que conlleven un acercamiento pragmático a la UE, pero que eviten los grandes gestos retóricos que le puedan causar problemas entre los sectores más euroscépticos de la política nacional. A ojos de muchos, tanto en Londres como en Bruselas, este enfoque es poco valiente. Sin embargo, es indudable que se ha mostrado eficaz. Reino Unido vive su momento de mayor relevancia internacional desde el referéndum de 2016 y el deshielo de sus relaciones con la UE es cada vez más patente.
Pese a la importancia del acuerdo político, con todo, aún queda mucho camino por recorrer. Una vez plasmado en un texto jurídico, este deberá ser ratificado por el Consejo, donde requerirá la unanimidad de los Veintisiete; por la Eurocámara; y por los parlamentos de Reino Unido y Gibraltar. Sin embargo, el mero hecho de haber desatascado la parte política ya supone un gran avance. Ante todo, es una señal de que los tiempos han cambiado; de que, a pesar de lo traumático de la salida de Reino Unido, tanto en el fondo como en las formas, el mundo de 2025 no es el de 2015, y un acercamiento político, económico y en materia de seguridad resulta fundamental para ambas partes.
El acuerdo sobre el futuro de Gibraltar beneficiará a miles de ciudadanos españoles, integrará a Gibraltar en el espacio Schengen y permitirá a la UE alcanzar futuros acuerdos con Reino Unido. Con su ratificación, ambas partes demuestran que, pese al empeño de algunos por destruir el orden internacional, la cooperación multilateral sigue siendo la mejor forma de mejorar la vida de los ciudadanos. Para aquellos que defienden unas relaciones internacionales basadas en reglas, en consensos y en la necesidad de tejer alianzas, el acuerdo sobre Gibraltar es una clara señal de que no todo está perdido.
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