Frente a nadie
Koldo Aldai Agirretxe
Viernes, 21 de junio 2024, 06:49
En su reciente presentación pública la nueva coalición respiraba gran entusiasmo, pero el nexo no debiera ser la confrontación. No sabemos que será del nuevo ... Frente popular francés ('Front populaire'), pero no conviene nacer contra nadie, ni siquiera contra Le Pen. Conviene afirmar, enraizarse en valores fundamentalmente hoy de solidaridad humana, de justicia social, de amor a la Tierra, nuestra Madre... Prima ganar corazones en pos de ideales y futuros, pero no persuadir en el choque, la colisión humana. Ya creamos nuestro frente en febrero del 36 cuando seguramente fue inevitable, pero casi noventa años no debieran pasar en balde. En realidad, sólo hay lucha de clases antagónicas si se busca y trata de recrear.
Alguna neurona todavía puja por emocionarse con ese tipo de anuncios, pero Leon Blum no volverá, no debiera volver. El artífice de la otra alianza histórica de las izquierdas galas ya cumplió su misión. La izquierda española mira con envidia a la francesa, más 'divina' ella, porque ha conseguido reeditar su Frente popular. Sin embargo, la izquierda no puede reinventarse a la contra, sino en pos de algo más grande que ella misma, ha de reencontrarse en la siempre renovada apuesta de emancipación humana. Puja fuerte la ultraderecha en Europa y el mundo, pero levantar y agitar hoy la bandera del antifascismo es tirar balones fuera, ahogarse en nostalgias, olvidar que ya no queda nadie enfrente, en la otra acera, si es caso el despiste, la ignorancia, la insolidaridad, la xenofobia… Era obviar que hemos de avanzar con los tiempos, que el verdadero combate era sobre todo contra nosotros mismos, contra nuestra propia deriva egoísta, la verdadera apuesta era de entrega y donación humana.
Esa peligrosa ultraderecha en realidad mora dentro. Nos habita y puja además por conquistarnos por entero. Su gran saco de votos es del volumen de nuestro, no menos considerable, saco de miedos. A veces observo con cierta misericordia mi personal Milei, mi propia Le Pen o Meloni temerosos, agazapados. Representan algo de nuestra naturaleza acorazada, no realizada; recelan de nuestra presencia más empoderada. El rencor que a menudo expresan esas formaciones sintoniza con un resquemor interno, tiene que ver con nuestra propia 'malformación', es decir con el miedo a revelarnos como en realidad somos: compasión en semilla aguardando su despliegue, altruismo en compás de espera para terminar de brotar.
Cierta 'motosierra' runrunea por lo tanto también en nuestras entrañas. No combatiré fuera lo que primero he de encarar por dentro. La extrema derecha, en meteórico y preocupante ascenso por doquier, encarna nuestros miedos, la personalidad temerosa de que venga otro del Sur y nos reemplace, tome turno antes que nosotros en la cola del quirófano o se lleve el libro de la biblioteca que nosotros queríamos o la ayuda social a la que aspirábamos. La ultraderecha simboliza el miedo a que, por ejemplo, medidas contra el cambio de clima nos muevan del sillón, amenacen nuestro nivel de vida y confort.
La derecha radical es en esa medida 'comprensible', pues representa nuestro recelo a alzarnos soberanos, generosos, a compartir plenamente, a hacer del privilegio algo más de todos, algo menos nuestro. Al miedo no se le confronta, se le supera con altruismo, se le trasciende con arrojo, con acopio de desprendimiento y valores. Sólo resta confiar en que en la Tierra hay sitio para todos, siempre que vivamos con simplicidad y digna austeridad. Nada estaba perdido si estamos dispuestos a ceder la vez hacia el cirujano, a esperar sin prisa al libro anhelado, a apreciar la diferencia y al diferente, a hacernos con productos menos contaminantes, más sanos y ecológicos…; en definitiva, a albergar en nuestro corazón el anhelo de un mundo que funcione por fin para la inmensa mayoría.
Hay horizonte más allá de los, aparentemente, poco estimulantes resultados electorales en la Unión Europea. Dicen que las fuerzas del individualismo, de la falta de consideración para con la Tierra nuestra Madre, del menosprecio del diferente... estaban de jolgorio, pero hay otra suerte de genuina fiesta que se gesta silenciosa, imparable y que está ligada al progreso de los valores de hermandad humana y de reencuentro con la entera Creación. Dicen que se nublan los cielos sobre Bruselas, hablan de franco retroceso de las fuerzas de progreso en las elecciones de la mayor ágora democrática del mundo, pero no nos tumban los titulares. Volveremos, siempre volvemos una y otra vez a ofrecer nuestro corazón.
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