El fracaso existencial de los presos de ETA
En 1960, en la Universidad de Lovaina (Bélgica), leí por primera vez 'El porvenir de una ilusión' de Sigmun Freud. Fue una importante sacudida para ... mis creencias religiosas. En 1963, en la misma Universidad, tuve la suerte de asistir a las clases de Psicología Religiosa de Antoine Vergote. El profesor Vergote era un teólogo y psicoanalista, muy respetado en los círculos psicoanalíticos. Nos comunicó un secreto que se contaba en esos círculos. Parece que Freud, en 1939 en su exilio de Londres, poco antes de morir, expresó a sus amigos cierto sentimiento de pena: «Algo importante se nos ha escapado en la experiencia religiosa, la misericordia del Padre que ayuda a soportar el fracaso existencial». Era una clara alusión a la Parábola del Hijo Pródigo de Jesús.
Desde entonces, tanto en los momentos de éxito y, sobre todo, en los momentos en los que he sentido el fracaso existencial, me acordaba de estas palabras de Freud, al tiempo que mi mente se trasladaba al huerto de Getsemaní. Allí, Jesús sudaba sangre y repetía «Padre, si es posible pase de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la suya».
Es muy fácil confiar en el ser humano cuando tu vida ha sido útil para otros seres humanos y tu proyecto ha prendido en un grupo de personas que lo lleva adelante para el bien de la humanidad. Desconozco sus sentimientos religiosos, pero no creo que Vicente Ferrer necesite de Dios para dar sentido positivo a su vida. Hay millones de personas que, sin creer en la divinidad de Jesús de Nazaret, han dedicado su vida a hacer el bien. La Organización Mundial de la Salud ha acuñado un término 'Compassionate Love', para definir una vida centrada en el bien de otros. 'Compassionate Love' habría que traducir por 'Amor apasionado'.
Lo difícil es dar sentido a una vida que termina en un fracaso existencial. Es posible que tuvieras los mejores sentimientos y las mejores intenciones, pero si has matado, físicamente o moralmente, a personas inocentes y has fracasado en tus objetivos, te será difícil dar sentido positivo a tu vida. A esto llamo yo fracaso existencial.
Un terrorista, con delitos de sangre, no puede aceptar que su vida no haya servido para algo. Aceptar que mi vida ha servido solamente para matar personas, sin ningún resultado positivo para el grupo humano al que pertenezco y por el que he luchado, conlleva un peligro cierto de suicidio. A no ser que haya una conversión religiosa. Es el caso de mi amigo José Luis Alvarez Santakristina, alias 'Txelis'. El perdón del Padre acoge al 'Hijo Pródigo' y vuelve a encender la luz de la esperanza humana.
El peligro del suicidio, en el caso de que se obligara a los etarras a aceptar que su sacrificio vital y el sufrimiento que han causado no han servido para nada, lo ratifico hoy, enero de 2020, pero lo dije en 2016, en la película 'Al final del Túnel', promovida por Elías Querejeta y dirigida por Eterio Ortega. Este presagio de 2016 me ha costado la crítica de algunos amigos y el rechazo por parte de los seguidores de EH Bildu. Pero hoy, unos y otros reconocerán que no estaba muy equivocado.
No podía estar tan equivocado porque, previamente, me había documentado en la base de datos Psycinfo de la Universidad y había constatado que el suicidio es el final que les espera a los terroristas si se les obliga a aceptar que no han aportado nada al pueblo por el que mataron a personas y sacrificaron sus vidas.
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