Las diez noticias clave de la jornada
Donde nace el viento

Otoños

Los días son agradables, nacen con la frescura de la estación. La noche llega temprano, por el cambio horario

Otoño, aniversario de la gran tragedia, lección de dignidad por parte de las víctimas presentes, muestra de indignidad, de algunos. Tocan 'El cant dels ocells', ' ... El canto de los pájaros', en el sencillo acto de homenaje en el enorme palacio de Valencia, tierra fértil donde la naturaleza demuestra sus excesos en todos los sentidos: la belleza sin medida, el espanto más absoluto, la rabia y luego la calma perfecta.

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El bosque está muy tranquilo, quizás demasiado, estos días. Los pájaros descansan o se dedican a sus quehaceres más perennes y no se dejan ver como en verano, donde todo era brinco y algarabía, fiesta sin fin, batir de alas, piruetas alegres. Las moras, de color negruzco, brillan en lo alto de las enormes zarzas, a salvo de viandantes, curiosos y aficionados. Las que crecieron a ras del suelo, a la altura de los dedos humanos, han desaparecido rápidamente; se convertirán en dulces, mermeladas, atributos necesarios para pasar con amabilidad las tardes que nos esperan. Pronto no quedará ninguna, desaparecerán comidas por las aves, llevadas por el aire frío que viene feroz de poniente, donde comienza el mar y su interrogante líquido y de color cerúleo.

No hay setas ni hongos; dicen que ha llovido poco en el verano, que no lo hace como antes, con ese ritmo acompasado y tranquilo, sin prisa ni desesperación alguna. Las nueces están por los suelos húmedos, literalmente. Es difícil no pisarlas y sentir ese crujir, ese estrépito de la cáscara aplastada, que deja su huella, el fruto desparramado sobre las grandes hojas amarillas. Los higos caídos se pudren, invade el aire ese olor dulzón, contagioso, impregnado de antiguos recuerdos. Han recogido las pequeñas manzanas, suaves al tacto, hermosas de hechura, carnosas y un poco amargas en la boca; también las castañas, mayormente. Quedan unos pocos ejemplares cargados todavía, en los lugares alejados, difícilmente accesibles, en las lindes de los caminos, en las cárcavas sombrías, exhibiendo su potencia arbórea.

Los días son agradables, nacen con la frescura de la estación. La noche llega temprano, por el cambio horario. Lenta transición, esperada por lo demás: levedad del ser, la vida en su forma más relajada, la espera del invierno que tarde o temprano vendrá, con su vistoso séquito de frío, lluvia y, con un poco de suerte, nieve. Siempre estamos enfrentándonos a la inevitabilidad de la vida, a la banalidad del mal. Todo aquello que tanto nos costó aprender ¿para qué sirvió?

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