Si hay un sonido característico del verano es el de la cigarra. Puede, a la larga, resultar desagradable, por su monotonía. Es ostensiblemente sonoro y ... no anuncia el calor, sino su continuidad. Es poco probable que, en las ciudades, más si son grandes, se haga notar, aunque creo que en los lugares donde se muestra afecto hacia animales o plantas se alienta y se promociona la fiesta que promueven. Es difícil ver a una cigarra; se esconde, se mimetiza en el ambiente, no se deja ver y menos atrapar, pero, cuando intuye que está sola y que el peligro de ser devorada se aleja, canta, para atraer criaturas con las que pueda establecer una relación afectuosa. Domina, ya que le va la vida en ello, el arte del camuflaje.
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Así, en la historia reciente. Los reaccionarios se convierten en liberales, los liberales en progresistas, los progresistas en extremistas; estos, dando la vuelta a la ideología y al mundo de las apariencias, se vuelven conservadores. Los mustios se ven floridos; los tristes muestran una alegría inusitada; los zafios enseñan modales y los educados amanecen agrios; los pacíficos anochecen airados, y a los circunspectos se les escapa una sonrisa. Hay una tendencia a juzgar a quien muda de opinión, de partido y de amigos, como si ese cambio fuera, en sí, negativo, perverso o interesado. Quien así juzga se atribuye una superioridad moral, no siempre demostrada en sus propios hechos, en su biografía, en su historia. Es más fácil juzgar que ser juzgado, más inocuo criticar que aceptar ser criticado. Lo difícil es adentrarse en las circunstancias de cada uno, en ensayar realidades diferentes a las nuestras, en probar, aun a título de experimento, las razones que los demás ofrecen, en advertir sobre la diversidad de criterios y pareceres que existen, en abandonar la sinrazón de la razón aparente y establecida. La fuerza de la razón no es la razón de la fuerza; a la fuerza le basta el poder.
Nos leyeron de niños y en la escuela la fábula de la cigarra y de la hormiga. La hormiga es el ser fabril que trabaja todo el año y que guarda siempre algo para el futuro. La cigarra canta su amor y su esperanza, disfruta de su presente, pero no ignora lo que vendrá. Sabe que las estaciones se suceden y que después del verano vendrá el otoño y, luego, el invierno. Depende de su trabajo, no menos que la hormiga. Y canta y se esconde para que no lo devoren las aves y reptiles. Anuncia que el calor no va acabar y que la alegría es un don.
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