'La emergencia viral y el mundo de mañana'
Es el título del artículo publicado por el filósofo surcoreano Byung-Chu Han, actualmente docente en la Universidad de las Artes de Berlín. Desde su ... privilegiada posición de conocimiento de las culturas asiáticas y europeas, establece una comparación entre ambas culturas en el tipo de liderazgo, en la tolerancia al control público y la fabricación de elementos de protección personal.
Los estados asiáticos tienen una cultura autoritari a y los ciudadanos son más obedientes.
Un liderazgo centralizado en la cúspide del poder facilita mucho el afrontamiento de situaciones colectivas de riesgo, como son las guerras y las epidemias. Los confinamientos, la introducción de la distancia física entre las personas y el uso de mascarillas protectoras han sido armas importantes en la lucha contra el virus. Esto es cierto tanto en China como en Corea de Sur, Hong Kong, Singapur, Taiwan y Japón.
Yo aprendí en tercero de carrera que las culturas con liderazgo centralizado tienen una ventaja en situaciones de emergencias colectivas. Pero habría que añadir una condición: siempre que en la cultura impere el colectivismo. En una cultura individualista, como la europea, el poder centralizado provoca resistencia, al principio, y, finalmente, rebelión. Esta sumisión al poder, rasgo cultural relacionado con el Confucionismo, va unida a la ausencia de crítica ante la vigilancia digital o el Big Data. Parece que el sistema de los Big Data y la vigilancia digital van a resultar más eficaces para combatir el virus que los cierres de frontera. Técnicamente, no es difícil recoger los valores corporales de una persona y los contactos que ha tenido esa misma persona, en un tiempo determinado (hora, día, semana), en diferentes contextos (domicilio, trabajo y trenes, metros, tranvías), a través de una aplicación corona-app. Lo hace la aplicación Garmin Connect que llevo en mi muñeca. Después, es necesario establecer conexiones entre los móviles de la persona, cuyos datos corporales hemos recogido, y los móviles de las personas que han estado en contacto con ella, en un tiempo y lugar determinados. Si los datos recogidos por la aplicación confirman que esta persona ha sido infectada, se notifica a los móviles de las personas que han tenido contacto con esa persona. Una aplicación de este tipo es la utilizada en Corea del Sur y la patentada recientemente por la Universidad de Oxford.
El individualismo cultural limita la vigilancia digital y la recogida de datos personales.
Siendo técnicamente posible, como se ha demostrado ahora en Corea del Sur y en Inglaterra, ¿por qué no se han utilizado antes en Europa el sistema de Big Data y la vigilancia digital? Pienso, igual que Byung-Chul Han, que se debe al gran individualismo dominante en Europa. Este individualismo introduce reglas muy severas en cuanto a la protección de datos personales. Muchos profesores de universidad se han quejado de las barreras que crean para la investigación esas normas de protección. Sin embargo, el sistema de los Big Data permite que sea el individuo quien asuma la protección de su salud. A su móvil llegan los datos que le indican qué personas de su entorno están infectadas.
Para Europa, una de las lecciones de la epidemia debería ser la recuperación de la fabricación de ciertos productos médicos y farmacológicos.
En el pasado, la fabricación de mascarillas se externalizó a China. Por eso, en Europa no se logran mascarillas. Este ha sido un grave error de los poderes públicos. Puede ser uno de los aprendizajes más importantes de los en la actual epidemia.
¿Por qué las personas reaccionan con pánico ante los afectados?
En entornos cerrados, la persona afectada se convierte en un 'apestado'. Las personas del entorno sienten miedo. Miedo, reforzado por los medios de comunicación. En situaciones de incertidumbre el miedo se convierte en angustia. La angustia les lleva a sobreestimar el peligro que supone el 'apestado' para ellos. De ahí, las reacciones de pánico ante el virus. La persona 'apestada' oscila entre sentimientos de culpa, que desembocan en ideas de suicidio, y sentimientos de protesta y rebeldía contra las personas o entidades que le han convertido en un apestado. Esta oscilación tiene probabilidad de acabar en suicidio. En mi experiencia clínica, los actos de suicidio tienen ese doble significado: son fruto de la depresión y es un acto de venganza. El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte. La solidaridad consistente en guardar distancias mutuas no es una solidaridad que permita soñar con una sociedad distinta, más justa. Confiemos en que tras el virus venga una revolución humana. Somos nosotros, personas dotadas de razón, quienes tenemos que repensar la forma de defendernos de las pandemias. Es importante que la responsabilidad de los poderes públicos y de los individuos sea compartida. ¿Cómo compartirla? Eso es lo que tenemos que aprender.
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