
Verde que te quiero verde
Eduardo Mozo de Rosales
Martes, 6 de mayo 2025, 02:00
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Eduardo Mozo de Rosales
Martes, 6 de mayo 2025, 02:00
Para situar la cuestión, conviene empezar con el Tratado de París, que acuerda, en 2015, reducir las emisiones de CO2, consciente del deterioro del medio ... ambiente, aunque el compromiso pronto se desvanece, porque las grandes economías impulsan la nueva energía, pero sin abandonar el hidrocarburo. China e India consideran razonable contar con un mayor plazo para limitarse, ya que han empezado a emitir más tarde y EE UU impulsa el 'fracking', pasando de importar a exportar energía.
El tratado se va diluyendo, atropellado por la economía y luego por la geopolítica, y queda la UE como la gran vanguardia verde, aunque apenas es responsable del 8% de las emisiones. Al carecer de energía propia, Bruselas buscaba hacer de la necesidad virtud, apostando por las renovables y dando por hecho el resto, pero la invasión de Ucrania evidencia su dependencia del gas ruso y el suelo de cristal de su doctrina.
Entonces, surge la nueva taxonomía, que acepta el gas y la nuclear como energías limpias para la transición. Reflexión que no todos los Estados hacen suya. Lo cierto es que faltaba y falta una política común y, como resultado, nuestra energía es más cara que la estadounidense, lo que reduce la competitividad de la empresa, como el Informe Draghi pone encima de la mesa. Después de la energía, llega un segundo susto en el sector de la automoción, porque la UE dimite de la tecnología diésel, donde reside su liderazgo, para exigirse un ritmo de transición al vehículo eléctrico que choca con la realidad del mercado, por no poder competir. El anuncio en 2024 de cierre de plantas en Alemania enciende las alarmas, que llevan a Bruselas a retrasar tres años la reducción de emisiones. Además, solo nosotros creamos un mercado de CO2, otro impuesto, donde las empresas pueden cambiar su exceso de emisiones por dinero. Toda la industria pierde terreno y esto lleva a la UE a simplificar el catálogo de exigencias industriales para las pymes.
Otra rectificación llega en la agricultura, donde Bruselas exige condiciones que ninguno de sus competidores comparte, hasta que estalla el agro francés. Rectificaciones que sugieren buscar un mejor equilibrio entre deseos y realidad, administrando rigor y tiempos, y hacerlo con los sectores que viven el mercado cada día. Reflexiones europeas que nos conciernen y que, quizás, la actualidad aconseja integrar.
Tras el apagón, cuyas causas –quizás más de una– ignoramos, se puede abrir una larga lucha por la responsabilidad legal, que tiene aspecto de acabar en los tribunales, discutiendo, entre otras cosas, la diferencia entre causa y consecuencia. En esta isla energética, Red Eléctrica Española ha venido realizando una gran tarea durante años, pero el impulso renovable dificulta su labor y su largo silencio no parece buena señal. Dos de sus expresidentes, ambos socialistas, sí han lanzado mensajes en esta crisis. Atienza, que lo fue entre 2004 y 2012, sugiere acompañar el incremento de energía renovable con una producción más firme, dotando al sistema de la flexibilidad suficiente para aprovechar el máximo potencial de la renovable. Otro expresidente más reciente, Jordi Sevilla, 2018-2020, que solo duró dos años en el cargo por sus desavenencias con la exministra Teresa Ribera, realiza una dura crítica a la falta de inversiones en el sistema y a un plan de energía con demasiado despacho, que hace oídos sordos a los problemas técnicos.
Para ubicar el asunto con cierta neutralidad, conviene saber apreciar nuestro mix diversificado, con un gran impulso reciente de las renovables. No se critica este despegue 'limpio', sino su gestión y el hecho de no acompañarlo de la inversión precisa, porque esta energía es necesaria para un país tan dependiente del hidrocarburo ajeno. Es, además, una oportunidad para que nuestra industria pueda disponer de una energía propia, más barata y limpia. Tenemos sol y viento, pero necesitamos también cuidar las otras fuentes que dan equilibrio al sistema: el gas, la nuclear disponible y la energía hidráulica, incluso recuperando los olvidados proyectos de pantanos en un sur, amenazado siempre de sequía. En una palabra: la taxonomía europea, pero con más sol.
En todo caso, un equilibrio que, según los expertos, requiere de una mayor inversión en la pírrica conexión internacional, en las antiguas renovables, en la mejora de las redes de distribución y en la capacidad de almacenamiento. Visto el apagón, se me ocurre, inocente, que un Estado como el nuestro, con un abultado déficit público y una extraordinaria dotación de fondos europeos, quizás podía haberlo considerado ya una prioridad.
Sea cual sea, la causa del apagón parece evidente que, para los grandes temas, necesitamos una mirada más práctica y menos ideológica, una visión de largo plazo y un consenso entre los grandes partidos, aspectos que, como ustedes saben, no cultivamos demasiado.
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