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Andoni Ortuzar anunció ayer finalmente que concurrirá a su reelección como presidente del PNV si la militancia así lo quiere. Era una de las hipótesis de trabajo que se barajaban después de que, pese a los 12 años de mandato al frente del EBB, anunciara ... que escucharía las opiniones de dentro antes de despejar su futuro. Hay argumentos de peso que explican su posición. Pero también que pueden ser utilizados en su contra. Su decisión abre en canal en el seno del partido el debate de la renovación y sus límites, iniciado con la propuesta de un nuevo candidato a lehendakari –Imanol Pradales frente a Iñigo Urkullu– y los cambios en las presidencias de las ejecutivas territoriales. El PNV ha abierto un proceso de recambio, interpelado por la necesidad que tiene de afrontar los problemas en la gestión y en sus dificultades para conectar con las nuevas generaciones y recuperar la adhesión de sectores que se han refugiado en una abstención crítica. Pero la tardanza de Ortuzar en anunciar su decisión ha dado pie a una excesiva rumorología sobre el proceso de sucesión que no ha sido oportuna para la afiliación del PNV, a la que se ha sometido a unos ritmos incómodos a la hora de debatir con serenidad su hoja de ruta. Su apuesta introduce al PNV en un período de transición en su búsqueda por recuperar los niveles de liderazgo del pasado tras una curva descendente en sus resultados electorales, pero con una habilidad notable a la hora de trenzar alianzas, ahora con los socialistas en Euskadi y en Madrid. Ha llevado el timón consciente de que Euskadi ha cambiado, sobre todo después del final del terrorismo. El PNV se ha convertido en socio preferente del Gobierno de Sánchez. El partido jeltzale no ha conseguido completar su verdadera apuesta: un nuevo estatus de autogobierno que permita mantener los actuales consensos con la incorporación del respaldo de EH Bildu, 36 años después de que ETA y la izquierda abertzale se opusieran al Estatuto de Gernika.
La decisión final de Ortuzar puede provocar la contestación de un sector que ve su continuidad como 'incoherente' con la renovación. Serán las bases las que tengan la última palabra, aunque será Aitor Esteban, portavoz del Grupo Vasco en el Congreso, el que clarifique si está dispuesto o no a librar la batalla interna. Más allá de liderazgos y de factores personales, incluso de las estrategias de partido, el verdadero desafío del PNV es recobrar el pulso real de la actual sociedad vasca con un proyecto atractivo y con un nacionalismo pragmático y templado con vocación de estabilidad.
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