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Europa ha dejado en el dique seco la propuesta de cooficalidad del euskera, el gallego y el catalán en las instituciones europeas, una propuesta del ... Gobierno español que formaba parte de las negociaciones con los grupos soberanistas y que tanto PNV, como Junts, ERC y EH Bildu han defendido con vehemencia. La aspiración tendrá que esperar. La falta de consenso en la UE, con siete sobre 27 países con abiertos recelos al proyecto, ha obligado el aplazamiento, antes de que se hubiera forzado una votación que hubiera plasmado algunos rechazos. La izquierda y los grupos nacionalistas responsabilizan al PP de haber maniobrado en Europa contra el reconocimiento. Alberto Núñez Feijóo se puso de perfil pero los populares interpretan que esta demora es un fracaso sin paliativos de Sánchez, al que le ha salido mal su estrategia para apaciguar al independentismo. Se equivoca el PP al hacer esta lectura tan parcial del asunto, que toca una fibra muy sensible, la de la cuestión lingüística. Incluso podría darse un efecto bumerán en esta negativa frente a un PP que a veces exhibe cierta alergia a la pluralidad lingüística de España. El debate sobre la cuestión –que tiene una evidente dimensión simbólica– es legítimo pero cuando se recurre a las trabas y a las maniobras se puede enredar de forma enrevesada lo que ha sido durante años la reivindicación de sectores culturales. La España de la diversidad es un activo que no debe confundirse con los movimientos negociadores de la legislatura, por controvertidos que resulten por la debilidad parlamentaria del Gobierno de coalición. Pero las lenguas cooficiales es un asunto que incumbe a todos, y convertirlas en armas arrojadizas envenena el debate. Es previsible que esta reflexión necesite otro clima menos polarizado para que se vaya decantando. El reconocimiento de las tres lenguas requiere probablemente una atmósfera más propicia y más alejada del foco mediático. Pero cuidado por sacar prematuramente las campanas al vuelo por este fracaso, que demuestra el estrecho margen de maniobra de que dispone Sánchez para empujar una cuestión que toca el nervio de la relación de fuerzas en Europa. El euskera ,el catalán y el gallego se hablan en territorios con una población de doce millones de habitantes, más que algunos de los idiomas oficiales de la UE. Todos quizá deberían meditar sobre lo ocurrido. Y Feijóo no está al margen de este ejercicio. Si dinamita todos los puentes con la periferia, lo que es pan para hoy puede ser hambre para mañana.
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