Podía darse por seguro que Irán respondería al ataque de Estados Unidos, sin provocación previa, contra tres instalaciones de su programa nuclear el domingo. Y ... Teherán optó anoche por un lanzamiento coreografiado de misiles contra bases aéreas estadounidenses evacuadas en Catar e Irak, sin causar víctimas. La reacción, equivalente a la registrada en 2020 después del asesinato por EE UU de Qasem Suleimani, reviste de prudencia lo que en el fondo sería desorientación y debilidad del régimen frente a la embestida también ilegal de Israel, secundada de manera irresponsable por Washington. Hace cinco años, Donald Trump aceptó una suerte de empate casi al final de su primer mandato, aunque no es seguro que vaya a actuar ahora del mismo modo. La Casa Blanca debería mostrarse sensible a la llamada iraní a desescalar un toma y daca que amenaza con incendiar todo Oriente Próximo y sacudir al mundo. Aunque en esta ocasión un insaciable Netanyahu y la herida abierta en Gaza acrecientan la desestabilización. Tampoco contribuye a buscar una salida que los países europeos prefieran amplificar el peligro atómico antes que desplegar esfuerzos activos por la desescalada.
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