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La reducción de la jornada laboral que propone el Ministerio de Trabajo, liderado por la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz, ha originado una inesperada crisis interna ... en el corazón del gabinete Sánchez entre la dirigente de Sumar y el ministro de Economía, Carlos Cuerpo. En casos como esta simbólica propuesta laboral, donde su materialización depende del visto bueno de dos ministerios en su proceso de aprobación, puede ser lógico que se produzcan tiranteces, en la mayoría de los casos solventables. Sin embargo, sorprende la virulencia del choque verbal entre ambos ministros sobre un asunto tan sensible para el propio Gobierno, que debe conjugar de manera sostenible los intereses de las partes afectadas.
En plenas navidades la vicepresidenta Díaz no se mordió la lengua a la hora de reprochar el bloqueo del Ministerio de Economía a su plan de reducir de 40 a 37,5 horas semanales y llegó a insinuar que la actitud del ministro Cuerpo era de «mala persona». La tensión entre los dos ministros prosiguió ayer al reiterar Díaz el «veto» que, según la vicepresidenta segunda, está llevando a cabo el ministro. «Hay por escrito una respuesta, en este caso al Ministerio de Trabajo, que impide que este acuerdo del diálogo social llegue, efectivamente, a ser discutido en el Consejo de Ministros. Me parece muy grave esto porque es un compromiso del Gobierno de España», remachó ayer Díaz, quien quiere que su iniciativa supere de manera holgada la llave del Congreso y para ello está hablando con Feijóo y Puigdemont para que no tenga que pasar la angustia del recuento que salvó la reforma laboral en el último suspiro y gracias al error de un diputado del PP.
Mientras, el presidente Sánchez, que ayer inició el nutrido programa de actos conmemorativos del 50 aniversario del fallecimiento del dictador Franco, elude por ahora ponerse en medio para pacificar la relación entre ambos ministros, aunque el jefe del Ejecutivo de coalición PSOE-Sumar tendrá que intervenir para poner orden y sofocar una discrepancia tan sonora que lo único que está proyectando hacia el exterior es que el Gobierno no puede en este caso armonizar las a veces inevitables diferencias. Aunque los ministros en liza representen a los dos partidos de la coalición, toda propuesta que se lance desde Moncloa debe tener una cobertura inequívoca por parte del Gobierno, y las palabras gruesas no son la mejor medicina para salvar los escollos.
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