El plan de la Comisión Europea para blindar la industria del automóvil constituye un oportuno espaldarazo a un sector al borde de un peligroso frenazo. ... La automoción, uno de los motores económicos de la Unión, se ha resentido por la dura competencia de los fabricantes de EE UU y China. Los primeros, impulsados por el proteccionismo de Trump. Los segundos, en pleno acelerón tras haber dejado atrás la imagen de marcas competitivas por sus bajos precios. Ahora los vehículos chinos, especialmente los eléctricos, comienzan a ser sinónimo de innovación tecnológica a precios más asequibles que los de sus rivales. La UE quiere poner en común los incentivos en este tipo de automóviles, esenciales para reducir las tasas de CO2 y avanzar en la transición energética, con el fin de sumarse a la carrera con más fuerza. El riesgo de retroceso para los coches europeos es un hecho. También en Euskadi. Álava, referente vasco de la actividad, registró una caída de exportaciones por valor de casi 400 millones el año pasado. Europa tiene que empujar al sector, pero la flexibilización de la normativa de emisiones de carbono que plantea no debería entrar en colisión con su apuesta por el desarrollo sostenible.
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