¿Es tan difícil comprometerse?
El auténtico bienestar no se obtiene sin esfuerzo. Se construye con responsabilidad, entrega y la certeza de que somos parte de algo más grande que nosotros mismos
Jorge Arévalo
Domingo, 25 de mayo 2025, 02:00
En 1914, Ernest Shackleton lideró la primera expedición que intentó cruzar a pie la Antártida. Para encontrar personas que le acompañaran, publicó este anuncio en ... la prensa: «Se buscan hombres para viaje con mucho riesgo, poca paga, mucho frío, larga oscuridad, peligro constante, dudoso retorno con vida y honores en caso de éxito». Se apuntaron más de 5.000 personas. Si hoy se publicara un anuncio similar, ¿respondería alguien? Vivimos tiempos donde la comodidad y la seguridad parecen ser el objetivo principal de la sociedad moderna. Hablamos incansablemente de derechos, de garantías, de lo que nos corresponde, pero rara vez reflexionamos sobre los deberes que todo derecho conlleva. El compromiso, una fuerza que da estabilidad y dirección a cualquier proyecto, a cualquier relación, a cualquier sociedad, parece haberse convertido en una carga que pocos quieren asumir. Pero, ¿es posible vivir en un mundo donde solo recibimos sin dar? La historia nos ha demostrado que los derechos que tanto defendemos y valoramos no pueden sostenerse sin una contraparte de responsabilidad. Querer garantías sin asumir obligaciones es querer cosechar sin haber sembrado. El compromiso es esencial para construir desde una relación interpersonal hasta un proyecto de país. Sin él, todo se desmorona. Imaginemos por un momento una sociedad donde nadie se comprometiera con su trabajo, con su entorno, con su comunidad. ¿Qué queda entonces? Un sistema donde cada persona persigue su propio bienestar sin considerar el impacto de sus acciones en los demás.
Cuando Shackleton lanzó aquel anuncio, sabía que quienes respondieran serían personas dispuestas a enfrentar el peligro, a asumir sacrificios, a comprometerse con una misión incierta. Y es precisamente el compromiso lo que transforma los sueños en realidades, las ideas en logros, y las comunidades en espacios de bienestar. Sin compromiso, no hay progreso, no hay estabilidad, no hay futuro. Lo paradójico de nuestro tiempo es que, en la búsqueda del bienestar, estamos confundiendo comodidad con progreso. Queremos que la vida sea más sencilla, menos exigente, más placentera, pero olvidamos que el crecimiento personal y colectivo surge del esfuerzo, de la dedicación y de la entrega. El auténtico bienestar no se basa en evitar la incomodidad, sino en construir una base sólida de responsabilidad y compromiso mutuo, que nos sirva para avanzar y mejorar.
Pero ¿todavía quedan quienes entienden que la vida no se trata solo de recibir, sino también de dar? Porque, en el fondo, el verdadero valor y reconocimiento no están en el éxito fácil, sino en la valentía de comprometerse con aquello que vale la pena. Una sociedad no es más fuerte ni más valiosa que las personas que la conforman. Su riqueza no reside solo en sus recursos materiales, sino en el carácter, los valores y la disposición de su ciudadanía para contribuir en su avance y mejora. No basta con exigir bienestar; es necesario construirla, sostenerla y fortalecerla con acciones concretas. La historia nos enseña que las sociedades más prósperas son aquellas donde sus ciudadanos entienden que el progreso no es sólo una acción individual, sino el resultado de un esfuerzo colectivo.
La identidad como sociedad o como grupo de amigos, no es una carga, es un gran valor. En la pertenencia encontramos significado, propósito y apoyo. Somos más fuertes cuando sabemos que no estamos solos, cuando podemos confiar en que alguien más está ahí para tender una mano, para compartir el esfuerzo, para celebrar los logros y sobrellevar las dificultades. La verdadera riqueza de una sociedad no está en su comodidad, sino en su capacidad de unión, en la confianza mutua, en el reconocimiento de que cada acción influye en el bienestar común. Vivir en comunidad es comprender que el bienestar no se logra únicamente para uno mismo, sino para todos. No se trata de sacrificios individuales aislados, sino de la construcción de un sistema sólido basado en el apoyo mutuo. Una sociedad comprometida es una sociedad que no ignora las necesidades de las personas que la componen, que entiende que el éxito es compartido y que los desafíos se superan mejor en conjunto.
Shackleton sabía que su expedición no dependía solo de su propia valentía, sino del compromiso de cada uno de los hombres que lo acompañaban. La vida funciona de la misma manera. No avanzamos solos, avanzamos en comunidad. Porque al final, el auténtico bienestar no es aquel que se obtiene sin esfuerzo ni compromiso. Es aquel que se construye con responsabilidad, con entrega, con la certeza de que somos parte de algo más grande que nosotros mismos.
En mi opinión, es en esa entrega donde encontramos el significado, la verdadera seguridad, el auténtico reconocimiento y la profunda satisfacción de saber que hemos contribuido a que todo vaya mejor en una sociedad y en un mundo que lo necesitan.
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