Contracturas emocionales y psicoterapia
El otro día hablaba con una buena amiga sobre las lumbalgias y la cantidad de personas que las padecen. Me explicaba las diferentes rehabilitaciones y ... tratamientos, además de la higiene postural que ha aprendido para evitar contracturas en la zona afectada. En la conversación, salió a relucir el alto absentismo laboral que dicha dolencia trae consigo, y la conciencia preventiva que se está creando. A muchos nos suenan los medicamentos para el dolor, la valoración del traumatólogo, las resonancias, las visitas al fisioterapeuta, las clases de pilates, el masaje, los puntos de calor y de frío en la zona, los estiramientos, los paseos diarios y la disciplina de autocuidado. En fin, una terminología desgraciadamente conocida por muchas personas que lo sufren. Y me quedé pensando para tomar conciencia de la soledad e incomprensión en la que se encuentran quienes sufren contracturas emocionales en silencio y sintiéndose invisibles.
Vemos con buenos ojos una rehabilitación con el fisioterapeuta para fortalecer nuestro cuerpo. Incluso accedemos, con más o menos dificultad, a recibir un tratamiento continuado dentro del sistema de salud público, cuando la dolencia lo requiere. Al terminar y si no se ha recuperado se puede prolongar el tratamiento, o costearse la rehabilitación en un servicio privado.
Me siento un privilegiado con el sistema de salud pública que disfrutamos. Atendemos programas para la prevención de diferentes cánceres, hacemos revisiones anuales generales con analíticas, electros, audiomerías, vista, tensión, piel... Accedemos con frecuencia a pruebas específicas que descartan enfermedades mayores y todo ello confirma la confianza en nuestro sistema de salud. No entremos a considerar la saturación de atención primaria, listas de espera, desgaste profesional... es mejorable, sí, es cuestión de personal y presupuesto. Las emociones que duelen y nos atenazan también afectan e invalidan a la persona. No se ven en una radiografía, pero se observan en la mirada de quién las sufre. ¿Por qué no damos ayuda a dichas contracturas? ¿Tenemos que esperar a que el trastorno derive en una depresión o un cuadro de ansiedad generalizada, para intervenir con psicofármacos y psicoterapia rehabilitadora? En salud mental apostamos por la prevención como primera medida curativa. Cada vez más sensibilizamos a la población de la importancia del autocuidado psico-emocional ante las crisis que podemos sufrir. Estoy convencido de una medida concreta y eficaz para disminuir la saturación en atención primaria y mejorar la salud mental preventiva. Es inaplazable la presencia de profesionales de la salud mental, psicólogos clínicos y psiquiatras, en las primeras atenciones al paciente en atención primaria. Algo que ya ha empezado a tenerse en cuenta en otras comunidades, además de en otros países de Europa. La vacuna de la gripe ayuda a muchas personas y un catarro cuidado a tiempo impide el desarrollo de una neumonía. Una frustración atascada y un sufrimiento constante merecen la atención de un profesional igual que cualquier auscultación del pecho.
La psicoterapia temprana y la valoración profesional inicial de los casos que lo requieran, denotan la buena calidad de un sistema de salud. Existe absentismo laboral por problemas psico-emocionales, existe un riesgo de mortalidad a considerar por trastornos emocionales no tratados y existe una demanda cada vez mayor de personas a las que les duele la vida. No todo lo pueden curar los amigos, la familia, el trabajo... No culpemos a quién le duele la vida y encima no hemos ofrecido ayuda especializada. Estamos a tiempo de corregir la atención en salud mental desde atención primaria. Aprovechemos el tren que pasa y seamos, también en eso, referencia de calidad.
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