El nacionalismo catalán resulta bastante cateto y no es solamente los que lo reprueban, sino los que lo apoyan, los que se oponen a él. ... Puestos a no entenderse no hay quien nos gane, aunque nadie en Europa nos arriende las ganancias.
Lo que antes creíamos que era encrucijada, se ha vuelto hostilidad abierta y para celebrar, que no es exactamente lo mismo que conmemorar, más de 9.000 agentes protegerán el Consejo de Ministros en Barcelona mientras Esquerra Republicana de Cataluña se desmarca de la huelga de hambre porque con las cosas de comer no se juega.
El nacionalismo catalán es una desgracia que nos afecta a todos, hayamos nacido en cualquier parte porque cualquier sitio o está roto o trata de partirse en pedazos, mientras el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, anuncia el final de las medidas excepcionales, que son las que tienen mayor excepción.
El ruidoso pacto trata de dificultar o al menos de impedir llamándole de otras maneras un acuerdo todavía posible, se ha hecho insoslayable. No es fácil opinar sobre nuestro pasado para que no se convierta en objeto de adoración ni de repulsa. Hay difuntos que no están en absoluto de acuerdo con morirse y siguen vivos, dando la trágica lata. Los barómetros siguen sin hacerle caso al tiempo y hasta que no haya un cambio que convenza, no sabremos a qué atenernos, que no sean a las circunstancias. El presidente, Pedro Sánchez, gobierna en precario, mientas el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias se arrepiente y donde dijo Diego no dice ahora nada.
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