
Tanto, tanto ruido
ASTER NAVAS
Domingo, 27 de abril 2025, 02:00
Secciones
Servicios
Destacamos
ASTER NAVAS
Domingo, 27 de abril 2025, 02:00
Los repartidores de Glovo pedaleando bajo la lluvia en oxidadas bicicletas de montaña; los ancianos que bajan a por el pan en zapatillas de felpa; ... el comienzo de 'Amélie' y el final de 'El paciente inglés'. Pero especialmente me da una pena enorme el tertuliano de magazín, condenado, por el simple hecho de estar en nómina, a mojarse con las lágrimas de Piqué; a ponerlo todo, de buena mañana, perdido de palabras. Lo imagino volviendo a casa desfondado, aún dando vueltas a su torpe diatriba contra los aranceles; a ese comentario sobre Corinna; rumiando esa frase, tal vez desafortunada, sobre Karla Sofía Gascón que, está seguro, habrá ofendido –lo está mirando ya desde su móvil en las redes– a algún colectivo; más temeroso aún de que nadie haya pillado su chiste sobre Montoya. Sí, metió la pata con lo de Luitingo y no debió soltar esa chorrada sobre los agujeros negros. Lo imagino refugiado en ese silencio tenso que, sin embargo, llevaba horas esperando. Tengan ustedes mucho cuidado con el silencio. Ahí donde lo ven, tan callado, puede ser –más aún hoy en día– la respuesta más elocuente, la postura más revolucionaria. Les recomiendo, si quieren conocerlo con mayor detalle, un breve ensayo de J. L. Taipé, 'La semiótica del silencio': como cualquier otro idioma, tiene su sintaxis, sus adverbios y sus pronombres; sus avenidas y sus callejones.
El muy puñetero se ha hecho un hueco –ahí es nada– en el mundo de la música, en los pentagramas; es, como asegura Robert Bresson, imprescindible en el cine. Pero no se lleva. El silencio no es 'cool'. Hay, como diría Sabina, «tanto, tanto ruido», especialmente en estos momentos, ahí fuera; aquí dentro... Y no hablo del ruido como concepto físico sino como actitud: callar, escuchar, no es noticia. Hasta los entrevistadores, que deberían hacer de la atención un principio deontológico, hablan demasiado. Saben, sabemos que el que calla en los medios, el que no hace ruido en Twitter o en Instagram, está acabado; en las relaciones políticas y sociales –e incluso personales– que supongan debate mediático, la asertividad no es una opción. El que cree tener razón debe demostrarlo interrumpiendo, increpando, montando un buen pifostio en el mismo Despacho Oval; porque el que calla, otorga. Y, sin embargo, somos tan conscientes de su versatilidad y, sobre todo, de su enorme valor semántico... De hecho, cuando estamos colectivamente emocionados, pedimos o se nos reclama un minuto de silencio, de reflexión; un minuto, porque el silencio es caro, costoso, una frágil pieza de orfebrería. Y porque nos da miedo ir más lejos. Nos asusta 'hacer', 'guardar' silencio. El silencio, los silencios son incómodos como gorro de piscina.
Por eso me resulta tan llamativo que los profesores, especialmente de lenguas, apenas lo trabajemos, que la escucha activa no aparezca recogida en nuestras programaciones como una competencia básica. No vamos más allá que en el resto de asignaturas: lo tomamos como una premisa; lo damos por supuesto, lo exigimos y, si es necesario, amenazamos, expulsamos para conseguirlo. Chema Lázaro, especialista en neuroeducación, explica muy bien, en la web Educación 3.0, esta tesitura que nos descalifica totalmente como educadores. Sí, es evidente que estamos equivocados cuando lo imponemos. Boris Mir nos recuerda, quizá con cierta ingenuidad, en 'La mirada pedagógica' que «deberíamos conseguir el silencio entre todos: pensando, escuchando, escribiendo, hablando...». Es un logro común.
Por otro lado, una clase muda –otra contradicción educativa– obstaculiza enormemente el proceso de enseñanza, especialmente en las asignaturas de idiomas. Santos Guerra, 'Silencio: empieza la clase de Lengua', subraya también esta paradoja. Don Finkel va todavía más lejos y nos demuestra que somos nosotros los que les estamos interrumpiendo; en 'Dar clase con la boca cerrada' nos ofrece estrategias para dejar en sus manos la palabra y el aprendizaje. No obstante, será el tiempo el que nos ayude a gestionar los silencios y a propiciarlos; la experiencia nos enseñará a encauzar esos momentos que surgen por suerte o por desgracia.
Somos, y es verdad, dueños de nuestros silencios; son un bien intransferible. Algo urgente –también desde casa– deberíamos hacer para que los adolescentes sientan la necesidad –y el placer– del silencio, para que reparen en sus significados; para que lo vivan como un derecho irrenunciable, como un punto de partida o de encuentro. Como una tregua. Porque hay tanto ruido ahí fuera; porque llevamos mucho, demasiado ruido dentro.
También la caligrafía de mamá, de la que guardo, escondidas, cuatro letras, la banda sonora de 'Sin perdón' y un plato blanco de Duralex que aún anda por casa y que es una metáfora de la eternidad. Pero sí, sobre todo me dan mucha pena ellos; los tertulianos. En fin.
Las cartas dirigidas a esta sección no deberán exceder los 900 caracteres con espacios y han de llegar a la Redacción debidamente identificadas con firma, nombre y apellidos, y número de DNI. Es imprescindible adjuntar dirección y un teléfono de contacto. La Dirección de El Diario Vasco se reserva el derecho a resumirlas y no se mantendrá correspondencia escrita, personal o telefónica sobre las mismas.
Los envíos se harán bajo el encabezamiento «Cartas al Director» por cualquiera de estas vías:
Por correo: Mikeletegi Pasealekua 1. 20009 Donostia San Sebastián
Por correo electrónico: redaccion@diariovasco.com
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Encuentran a una mujer de 79 años muerta desde hacía varios días en su domicilio
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
No te pierdas...
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.