
Hacia un nuevo acuerdo nuclear
Carlos Larrínaga
Historiador y politólogo. Catedrático de Universidad
Viernes, 2 de mayo 2025, 02:00
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Carlos Larrínaga
Historiador y politólogo. Catedrático de Universidad
Viernes, 2 de mayo 2025, 02:00
Cuando el pasado sábado 26 de abril todos los focos estaban puestos en el Vaticano, por el funeral del Papa Francisco, y en Roma, por ... el traslado de su féretro a la basílica de Santa María la Mayor, a unos 6.500 kilómetros, en Mascate (Omán), se llevó a cabo una reunión de suma importancia entre sendas delegaciones iraní y norteamericana para conseguir un nuevo acuerdo nuclear. No fueron los quince minutos que en la basílica de San Pedro se dedicaron Trump y Zelenski, sino más de siete horas, lo que nos da una idea aproximada de la relevancia de la conferencia. No sólo eso, sino que las comisiones estuvieron encabezadas por el ministro de Asuntos Exteriores iraní, Abbas Araghchi, y por el enviado especial estadounidense para Oriente Medio, Steve Witkoff, quien venía de citarse con Putin previamente y quien está tomando una relevancia en materia de relaciones exteriores mayor que el secretario de Estado Marco Rubio. Lo que significa que ambas partes se muestran comprometidas con algún tipo de convenio. En efecto, era la tercera vez que se juntaban, siempre de manera indirecta, es decir, ubicados en salas separadas y mediante intermediarios. Si bien en esta ocasión comenzaron a plantearse algunas cuestiones técnicas, lo que es un claro síntoma de que la interlocución va por buen camino.
En especial, si tenemos en cuenta que en su última visita a Washington el primer ministro israelí intentó convencer a Trump de que bombardease instalaciones nucleares iraníes, algo a lo que el magnate se negó en redondo. Incluso, en una reciente entrevista a la revista Time, éste ha llegado a declarar que no se dejará arrastrar por Bibi a una guerra contra la República Islámica, que es, sin duda, lo que lleva persiguiendo Netanyahu desde hace años, pues el objetivo final del premier israelí es quedarse con la Palestina histórica (a poder ser, sin palestinos), establecer un colchón de seguridad en el sur del Líbano controlado por Tel Aviv y destruir el régimen de los ayatolás. Pero para eso necesita imperiosamente el beneplácito y la ayuda de Estados Unidos. Y, a día de hoy, no parece que Trump esté por la labor.
Es verdad que Trump ha recurrido nuevamente al matonismo como forma de entender la diplomacia, amenazando con «tomar la iniciativa» (¿militar?) en el supuesto de no producirse un arreglo y fracasar el diálogo. Personalmente, opino que es su forma de presionar para lograr sus deseos, porque, en el fondo, no creo que a EE UU le convenga un conflicto bélico con Irán. Al contrario, pienso que puede estar más encantado por fomentar la paz con un país con grandes recursos naturales y con enormes posibilidades de inversión y de hacer negocios. De hecho, cuando en 2018 hizo saltar por los aires el pacto nuclear al que Teherán había llegado con Alemania, China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia, se entendió como una medida de seguidismo a los intereses de Israel, dado que los dirigentes iraníes, según los informes de la Agencia Internacional de Energía Atómica, estaban cumpliendo con todos los requisitos establecidos. Desde la oposición tanto Trump como Netanyahu habían criticado duramente el acercamiento a Irán. De ahí que, en cuanto llegó al poder, lo liquidó, desvaneciendo las esperanzas de numerosas empresas que aspiraban a obtener dividendos en suelo persa.
Ahora su deseo de que las conversaciones fructifiquen es tal que ha asegurado que no le importaría hablar con el líder supremo, Alí Jamenei, o con el presidente de la república, Masoud Pezeshkian. A mí no me resulta extraño, ya que en su faceta de hombre resolutivo, a él le gusta el cara a cara y se siente a gusto con los autócratas. Lo comprobamos en su anterior mandato con Kim Jong-un, a quien dedicó auténticos halagos. De suerte que esa probabilidad no es descartable. Especialmente, si consideramos que la parte iraní también es muy proclive a un trato. Porque a cambio van a pedir el fin de las sanciones, exigencia fundamental para una economía que está en crisis y que puede desembocar en un estallido social. Ya vimos las manifestaciones de protesta por el asesinato de Mahsa Amini a manos de la llamada policía de la moral por llevar mal el velo. Una dictadura con una economía boyante es más fácil que sobreviva. El caso de China es un excelente ejemplo. Por añadidura, en política exterior, una resolución de estas características supondría, al menos de momento, frenar las ansias guerreras de Netanyahu, cuando Hezbolá ha sido descabezada y Bashar al-Assad está fuera de Siria. Por lo tanto, para las autoridades iraníes sería una solución muy atractiva. No olvidemos que, cuando en 2024 el reformista Pezeshkian ganó las elecciones presidenciales, yo mismo hablé de una oportunidad para Irán y para el mundo. Creo que ahora se puede ratificar esta afirmación.
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