Este año se cumple el 75 aniversario del nacimiento de Israel y la región se encuentra en una situación desesperante. Sin duda, está siendo uno ... de los años más mortíferos en cuanto a víctimas palestinas se refiere y la tensión en Cisjordania está alcanzando su clímax, algo inédito desde hace dos décadas. Tanques, blindados, bulldozers y cantidad de soldados han tomado esa parte de Palestina y llevado a cabo una operación antiterrorista con suma violencia. Como en otras ocasiones, el epicentro ha sido el campo de refugiados de Yenín, extendiéndose también a Nablús. En este sentido, cabe recordar que en la primera de estas localidades fue tiroteada la reportera Shireen Abu Akleh por uniformados israelíes el año pasado. Ahora el Ejército ha tenido la precaución de no tener testigos de sus acciones, no permitiendo la presencia ni de periodistas ni del personal de las ONG. Así han podido aprovechar la ocasión para combatir a las células terroristas y destrozar casas, infraestructuras y causar el desplazamiento de numerosas familias, provocando varios muertos y numerosos heridos. De nuevo, la población civil vuelve a padecer la brutalidad de los militares israelíes. Cuando tanto se está hablando de este tema en la contienda de Ucrania, aquí nadie parece darle importancia. Y es que al ver las imágenes, uno pensaría que Israel está en guerra y así lo proclaman algunos de sus líderes políticos. No se trata únicamente de luchar contra Hamás o la Yihad Islámica, sino contra 'lo palestino'. Al tiempo que han aumentado los ataques de los colonos judíos de los asentamientos hacia los palestinos de Cisjordania. Lo grave es que se están tomando la justicia por su mano sin que las autoridades pongan freno, aunque no es de extrañar si tenemos en cuenta que el ministro de Seguridad Nacional es un racista que odia a los palestinos y que ha pedido a la población judía que se arme.
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De hecho, este escenario de violencia coincide con un gobierno, presidido por Netanyahu, conformado por el Likud y un grupo de partidos ultranacionalistas y ultraortodoxos. Cuando Ursula von der Layen advirtió del peligro de las formaciones de extrema derecha y de extrema izquierda en el estreno de la presidencia española de la UE, el escoramiento hacia el radicalismo en Israel es total. Un ejecutivo como éste en el club comunitario hubiese encendido todas las alarmas debido a que hay integrantes que están muy lejos de lo que consideramos estándares democráticos. El problema es que Israel nació con un pecado original: asentarse en un territorio que se consideraba vacío, ignorando la residencia secular de los palestinos. Al proclamarse la independencia en Tel Aviv, se hizo sin la aquiescencia de los árabes, que no aceptaron el plan de partición de la ONU. Pero haciendo oídos sordos, Ben Gurion y compañía pusieron en marcha el denominado Plan D. Bien estudiado por el historiador israelí asentado en Inglaterra, Ilan Pappé, dicho plan consistía en arrasar el mayor número posible de aldeas y pueblos palestinos, suscitando el éxodo de sus moradores, que abandonaron tierras y casas. Había comenzado la Nakba, el gran desastre para la comunidad palestina, muchos de cuyos miembros terminaron en campos de refugiados, en Palestina y en países cercanos (Jordania, Líbano o Siria). Es evidente que de aquellos polvos vienen estos lodos. Pero no hay un proceso de paz sobre la mesa y el actual ejecutivo no está interesado en iniciar las negociaciones. Es un problema cronificado que no interesa a la comunidad internacional y menos aún a EE UU, que deja hacer a Israel.
Sin embargo, la crisis en la que se halla el Estado de Israel sobrepasa el problema palestino. Las posiciones ultraconservadoras del gabinete amenazan con cargarse parte de su entramado institucional. Para muestra, la reforma de la justicia, que busca, ante todo, someter el poder judicial al poder ejecutivo. Aplazada de momento, es uno de los objetivos de Netanyahu, ya que considera que así podrá eludir parte de los cargos que pesan sobre él. Muchos de los manifestantes que semanalmente salen a las calles de Tel Aviv denuncian que la democracia israelí está en peligro. El extremismo en la región (por parte israelí y palestina) amenaza con arrastrarla al caos absoluto y a vivir en un contexto bélico permanente. La indiferencia internacional es total, pues ya tienen bastante con la invasión de Ucrania y con la pugna entre China y EE UU. Mientras, en Tierra Santa el derramamiento de sangre es continuo y el odio se ha apoderado de todos los actores. Por eso, son necesarios nuevos líderes que apuesten por la paz, la convivencia y las soluciones imaginativas, siempre acompañados de los grandes agentes mundiales. Aunque, en el panorama de confrontación global imperante, se prefiere esta conflagración de baja intensidad que allí se respira.
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