Con Trump instalado de nuevo en el despacho oval, no creo que me equivoque al calificar la presidencia de Biden como desafortunada. De hecho, si bien los últimos días en la Casa Blanca le han servido para tratar de reivindicar su legado, lo cierto es ... que el multimillonario se lo ha cargado prácticamente de un plumazo en sus primeras horas de mandato. A ello debemos añadir el grado de impopularidad con el que ha abandonado el poder, pues apenas una cuarta parte de los votantes estadounidenses consideran que ha sido un buen presidente. El más alto respecto de sus predecesores. No es de extrañar, por tanto, que su gobierno probablemente sea visto como un paréntesis entre sendos ejecutivos de Trump, si es que el trumpismo no gana las próximas votaciones.
La despedida de Biden ha coincidido con la muerte y funerales de Jimmi Carter, demócrata como él. También como él, Biden sólo ha estado una legislatura al frente del país, pero con el agravante de que Carter, al fallecer con cien años, ha disfrutado de la longevidad. Hay que recordar que el cacahuetero perdió las elecciones de 1980 frente a Reagan por la crisis de los rehenes de la embajada americana en Teherán, tomada por los seguidores de Jomeini, y por la alta inflación de entonces. Sin embargo, una vez fuera de la política, Carter se dedicó a obras humanitarias y a trabajos para la comunidad consiguiendo la simpatía y el reconocimiento de sus conciudadanos. Por no hablar del merecido Nobel de la Paz concedido en 2002 por buscar soluciones pacíficas a los conflictos internacionales. Por razones obvias de edad, Biden no va a tener esta oportunidad para realzar su figura. Incluso, la estrepitosa derrota de Kamala Harris juega en su contra, por haberse retirado demasiado tarde de la carrera electoral y porque como vicepresidenta su actuación ha sido harto discreta, por no hablar de una estrategia electoral claramente equivocada.
Biden posiblemente haya sido el presidente que mejor conoce los engranajes del sistema en Washington, teniendo en cuenta que lleva ocupando puestos públicos desde que fuera elegido senador con 29 años. Ciertamente, tuvo mucho tiempo para prepararse para asumir ese cargo. Aparte de pertenecer durante mucho tiempo al Comité de Exteriores del Senado, fue vicepresidente con Obama, alcanzando una alta visibilidad internacional. En definitiva, toda una vida disponiéndose para ocupar la Casa Blanca. Pues bien, es como si este bagaje no hubiera servido para casi nada, porque sus fracasos más sonados han tenido lugar en política exterior. La retirada de las tropas norteamericanas de Afganistán fue tan desastrosa que supuso un duro golpe para el comienzo de su mandato. Aunque la decisión fue de la Administración Trump, su materialización se produjo con Biden y basta recordar aquellas imágenes dantescas en el aeropuerto de Kabul que dieron la vuelta al mundo. ¿Cómo el ejército más fuerte del mundo pudo actuar de forma tan caótica?
Sus fracasos más sonados han tenido lugar en política exterior, como la retirada de Afganistán
No obstante, han sido la invasión de Ucrania por Rusia y la guerra de Israel contra Hamás los episodios decisivos. En cuanto a la primera, se puede decir que Biden habría aprendido muy poco de su paso por el mencionado Comité de Exteriores del Senado. Siendo vicepresidente se produjo el golpe de Estado contra Yanukovich y la anexión de Crimea por parte de Rusia y el comienzo de la contienda en el Donbás. Estudios recientes como el de Horton ('Provoked'), por ejemplo, han demostrado cómo la Casa Blanca estuvo implicada en aquella operación. Y ya como presidente, fue ineficaz a la hora de evitar la 'operación especial' de Putin en Ucrania, dado que hizo oídos sordos a cuantos habían señalado que la expansión de la OTAN en esa república era una línea roja para el Kremlin. Lo habían advertido hace tiempo el prestigioso diplomático estadounidense George Kennan y el propio Henry Kissinger o recientemente el afamado politólogo Mearsheimer, entre otros. Pero nada, porque la idea es acorralar y empequeñecer a Rusia, con vistas a alejarla progresivamente del resto de Europa.
Y qué decir de la masacre y de la destrucción de Gaza, donde las bombas y munición norteamericanas han sido determinantes para la catástrofe humanitaria de la Franja. Con su constante ayuda militar a Tel Aviv sólo ha contribuido a alimentar la guerra de Netanyahu, que lo ha toreado hasta el último momento. De forma que, cuando Biden trata de atribuirse la actual tregua porque es la que su equipo presentó hace unos meses, sólo nos quiere decir, en el fondo, que fue incapaz de frenar los excesos de ese gabinete de teofascistas y demagogos (en palabras de Shlomo Ben Ami) que hay en Israel y al que ha estado financiando hasta el último momento. La tregua actual es un logro de Trump y sobre la conciencia de Biden pesarán los 47.000 muertos gazatíes por su política ciega hacia Israel. Aquí tampoco parece que Biden aprendiera nada de su etapa de vicepresidente y de la mala relación entre Obama y Netanyahu. En conclusión, el balance de su presidencia, en política internacional, es sumamente pobre y frustrante.
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