El baldón
Carlos Larrínaga
Historiador y politólogo. Catedrático de Universidad
Jueves, 19 de junio 2025, 02:00
De esta forma podemos tildar lo que supone el Holocausto para la política exterior de Alemania. El exterminio de multitud de judíos tras la puesta ... en marcha de la «solución final» por los nazis sigue pesando como una losa desde el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando se supo realmente lo que había sucedido en los campos de concentración. El hecho de que Hitler llegara al poder por vías legales, la indiferencia hacia esta cuestión de una buena parte de la sociedad alemana de aquella época y la «industria del Holocausto» de la que habla el historiador Norman Finkelstein siguen haciendo mella en la dirigencia alemana actual. Todavía en 2022 el canciller Olaf Scholz hablaba de la «pesada culpa» de Alemania por el asesinato de millones de judíos. Se cumplían entonces setenta años del pacto firmado el 10 de septiembre de 1952 por Konrad Adenauer y por el ministro israelí de Exteriores, Mosche Sharett, en virtud del cual la República Federal de Alemania reconocía de facto al Estado de Israel y se obligaba a resarcir a las víctimas judías del nacionalsocialismo, algo que aún hoy en día sigue haciendo. No obstante, el reconocimiento de iure no llegaría hasta 1965.
Desde Adenauer, pues, todos los ejecutivos alemanes han contado con este capítulo en su debe, aunque posiblemente haya sido Ángela Merkel quien más haya reforzado los vínculos de su país con Israel. En este sentido, cabe destacar su viaje de 2021. Era su última visita oficial como canciller a Israel y fue recibida por el entonces primer ministro Naftali Benett, un ultranacionalista de extrema derecha partidario de la anexión de Cisjordania. Entonces Benett afirmó que «la relación entre Alemania e Israel ha sido fuerte, pero en su mandato, nunca ha sido más fuerte». Cabe recordar que, mientras Helmut Kohl sólo viajó a Israel dos veces en sus 16 años al frente de la cancillería, Merkel visitó Israel en siete ocasiones durante casi igual período de tiempo. En 2008, ante el Parlamento israelí, señaló que «cada gobierno alemán y cada canciller federal antes que yo estuvieron comprometidos con la seguridad de Israel. Esta responsabilidad histórica de Alemania es parte de la razón de Estado de mi país. Eso significa que la seguridad de Israel es para mí, como canciller alemana, innegociable».
Merkel llevó al extremo esta premisa y es la que se impuso hasta ahora en Berlín. Hasta tal punto que el canciller Friedrich Merz ha venido sosteniendo, desde la misma campaña electoral, que se debe permitir a Netanyahu viajar a Alemania, obviando la orden de arresto de la Corte Penal Internacional. Es decir, ¿esa «razón de Estado» que mencionaba Merkel hace unos años está por encima de la decisión del CPI de ordenar la detención de Netanyahu y su exministro de Defensa por crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra? ¿Acaso Merz estaría dispuesto a comportarse como Víctor Orbán, que invitó a Bibi a Hungría en abril sin que le pasara absolutamente nada? No olvidemos que el 20 de mayo el Parlamento húngaro aprobó por clara mayoría abandonar el CPI, convirtiéndose en el primer país europeo que lo hace. Por las últimas declaraciones de Merz no parece que Alemania vaya a ir en esa dirección.
Sin embargo, cabe preguntarse ¿hasta cuándo va a estar en vigor esa «razón de Estado»? ¿Siempre, con independencia de cómo se comporte el gabinete israelí? Porque, que se sepa, ningún artículo en la constitución ni en la legislación de la República Federal establece una competencia jurídica del Estado alemán respecto al Estado de Israel. Además, ¿esa «razón de Estado» no se corresponde mejor con la defensa de Israel? Ya que, personalmente, dudo de que Alemania tenga empeño alguno en las operaciones ofensivas que Tel Aviv lleva a cabo. Y menos en Gaza. Incluso, ¿cómo casa la postura de Berlín con la solución de los dos estados, cuando la propia Merkel era partidaria de esta fórmula? De momento, estamos asistiendo a las primeras críticas del nuevo gobierno de coalición alemán a la política de aniquilación que está llevando Netanyahu en la Franja de Gaza.
De ahí que el politólogo germano Thorsten Benner, co-fundador y director del Global Public Policy Institute de Berlín, apele a abandonar la «razón de Estado» que ha hecho que Alemania haya apoyado ciegamente a Neta nyahu hasta la fecha, a pesar de que, como apunta, el 80% de los alemanes considera injustificadas las acciones de Israel en Gaza tras el atentado de Hamás. Por añadidura, un estudio reciente de la Fundación Bertelsmann revela que el 40% de los alemanes menores de 40 años quiere reducir las relaciones con Israel. Por tanto, ¿no ha llegado la hora de que Alemania se plantee de verdad un giro en sus relaciones con el Israel de Netanyahu? Las declaraciones de las últimas semanas de Merz y su ministro de Exteriores parecerían ir en esa dirección. Esperemos que así sea.
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