Brexit: un galimatías democrático
Solventar de forma binaria mediante una consulta a la ciudadanía británica una cuestión tan compleja como la salida del Reino Unido de la UE ha ... acabado derivando en una auténtica crisis «constitucional» inglesa, una quiebra política y social sin precedentes en la larga historia de la democracia británica. Su peculiar sistema y concepción del parlamentarismo, su aparente sencillez y la clara preeminencia del ejecutivo sobre el Parlamento a la hora de fijar la dinámica parlamentaria ha chocado de bruces con la enorme complejidad política derivada del Brexit. El primer ministro Boris Johnson ha jugado con fuego y ha mostrado una temeridad que sus principales críticos nunca previeron. Ha pretendido poner en marcha sin rubor alguno un mecanismo para poner fin al periodo de sesiones parlamentario, intentando así impedir que el Parlamento debatiera acerca de las derivadas de un Brexit sin acuerdo, pero su plan ha sido frenado en seco por la vía política.
¿Cuál es la salida adecuada a este laberinto?; ¿Secuestrar la decisión del Parlamento como pretendía Johnson era la solución? Su plan se ha venido abajo. En el poco más de un mes que Johnson lleva al frente del Gobierno británico ha sufrido tres contundentes derrotas. El líder tory pensaba que podía quitarle el control del Brexit al Parlamento británico y ha sido la Cámara quien ha terminado arrebatándoselo a él.
En una semana catártica y de frenética actividad parlamentaria, Westmister ha votado en dos ocasiones a favor de una iniciativa legislativa impulsada por la oposición para frenar el Brexit a las bravas de Johnson y que ha sido también rubricada por 21 diputados tories que han sido expulsados de las filas del partido. A última hora del miércoles la moción salió adelante con 327 votos a favor y 299 en contra. En este escenario, la hoja de ruta de la Cámara de los Comunes es clara: o hay un acuerdo con la UE antes del 19 de octubre o deberá solicitar una nueva prórroga del Artículo 50 que pretenden sea extendida hasta el 31 de enero de 2020? ¿La derrota de Johnson se ve agudizada por una tercera decisión clave del Parlamento: su intento de réplica, planteada en términos de elecciones anticipadas (con el fin de evitar que la ley ahora aprobada y que imposibilita un Brexit sin acuerdo llegue a ser efectiva) ha fracasado. Necesitaba 434 votos (dos tercios de la Cámara) a favor y solo obtuvo 298 votos. Mañana lunes volverá a intentar que el Parlamento autorice la celebración de tales elecciones anticipadas y ha señalado en varias ocasiones que «bajo ninguna circunstancia» pedirá una prórroga a la UE.
¿Qué pasos cabe prever para estos días? El proyecto de ley que frena el Brexit duro debe ir a la Cámara de los Lores, que lo enviaría de nuevo para otra votación en la Cámara baja. Por último necesitaría el visto final de la Reina y todo podría ocurrir mañana lunes, y por tanto antes de la suspensión del Parlamento británico promovida por Johnson. Si es así, si se cumple esta premisa y la ley resulta aprobada el Partido Laborista podría apoyar la anticipación de elecciones y el Reino Unido caminaría hacia sus segundos comicios desde el referéndum del Brexit y quién sabe si hacia su cuarto primer ministro desde entonces. El victimismo patriótico en que se envuelve el primer ministro no logra opacar lo evidente: la marcha del Reino Unido de Europa le coloca en una situación menos favorable que la de un Estado miembro de la UE. No debe haber castigo ni venganza, ni represalias; se trata de exigir al Reino Unido los compromisos suscritos.
No es posible, ni para el Reino Unido ni para ningún otro Estado, el mercado único a la carta: para la UE las cuatro libertades de circulación (personas, servicios, mercancías y capitales) son un todo innegociable e inseparable. Reino Unido supone menos de un quinto de la economía europea y sus 65 millones de consumidores contrastan con los 440 millones de europeos; Londres tendrá que renegociar, uno a uno, los más de 60 tratados comerciales que la UE tiene suscritos con terceros Estados, Tratados que para las empresas europeas, y entre ellas las vascas, suponen la apertura de nuevos mercados. Deberá resolver el grave problema interno de Escocia y de Irlanda del Norte y otra derivada de la negociación de su salida es que se pone término al «paraíso» fiscal y de desregulación gibraltareño. Las inversiones radicadas en Reino Unido en sectores como el financiero, el bancario, el de seguros, el juego de apuestas on line o todas las sociedades mercantiles radicadas allí perderán los beneficios derivados de su todavía condición de entidades europeas hasta marzo de 2019: de ahí en adelante no tendrán ni ficha bancaria europea, ni licencia europea, ni personalidad jurídica europea que les permita ejercer en todo el territorio europeo las libertades de establecimiento y de prestación de servicios. El capital no conoce de patrias ni de banderas ni de lealtades. Busca la seguridad jurídica, huye de la incertidumbre y se localiza donde mayor beneficio de explotación puede obtener.
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