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Entre las vías del tren y el río, en una población de este territorio histórico que se llamó Vardulia hay un puñado de casas muy ... apañaditas. De protección oficial. Construidas, entre dos puentes, un parque y un ascensor hará unos 20 años. Se supone que a las viviendas de protección oficial acceden gentes trabajadoras, con problemas habitacionales e incluso en riesgo (todos podemos estarlo, recuerden) de exclusión socio-laboral. Gente, se supone, maja, de inclinaciones solidarias.
Pues no. Cerca había una marquesina de bus interurbano. Su destino no era ni un barrio problemático ni un dispensario de metadona ni una cárcel. Pueblos costeros, sin más. Pero a los habitantes de las VPO empezó a molestarles el trajín de viajeros. Se quejaron. Y las autoridades, vaya, han trasladado la parada. Un refrán dice 'No sirvas a quien sirvió ni pidas a quien pidió'. Les toca una casa por sorteo y se creen grandes de Vardulia con derecho a que nadie se les cruce cuando entren en su mansión. De VPO.
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