Animales, personas, virus
Las condiciones higiénicas en mercados asiáticos, la pesadilla de la inspección
VÍCTOR BRIONES DIESTE Y MARTA PÉREZ-SANCHO
Miércoles, 26 de febrero 2020, 09:10
El nuevo coronavirus ha causado hasta ahora más de 2.000 muertos y 75.000 afectados, excediendo en mucho a sus predecesores, el SARS y ... el MERS. Las medidas de control son también muy superiores: millones de habitantes confinados en sus domicilios, actos y concentraciones públicas suspendidos, desplazamientos de personas o mercancías sujetos a controles exhaustivos, turismo abolido... Y ahora, Irán o Italia pasan a primera fila en la adopción de medidas para paliar la extensión del virus ante los casos ocurridos en sus territorios. El SARS generó un coste estimado en 37.000 millones de euros. La actual epidemia apunta a pérdidas de décimas del PIB mundial.
¿Cuál es el origen? ¿Estábamos preparados para una nueva epidemia de estas proporciones? ¿Se podía haber hecho algo para evitarla o para disminuir sus efectos? La idea de preparación para la pandemia se discutió mucho con motivo del centenario de la gripe de 1918. Y la conclusión es que se necesitan más recursos en prevención e investigación. Las vacunas disponibles seguramente no serían eficaces ni habría tiempo para diseñar, producir en masa y distribuir otras específicas. Tampoco los tratamientos con antivirales estarían a tiempo. Los sistemas sanitarios nacionales podrían colapsar... está ocurriendo. No estábamos suficientemente preparados.
Y, sin embargo, en muchos escenarios epidemiológicos hay otra posibilidad bien conocida, barata y efectiva: abordar el problema desde su origen. Las zoonosis se pueden controlar actuando sobre el reservorio animal. En los mercados húmedos asiáticos pueden encontrarse productos y animales que van de lo exótico a lo excéntrico a los ojos de un occidental. En la cultura china (y en otras), el consumo de animales salvajes es frecuente. Responde a cuestiones de identidad cultural, de hábitos culinarios, de exhibición del estatus social, y finalmente, a los ritos religiosos y de la medicina tradicional.
El origen más probable de esta epidemia se encuentra en la interacción entre la fauna y las personas
Los animales salvajes se mantienen vivos en jaulas inadecuadas esperando ser sacrificados a demanda del consumidor. Aunque criados en cautividad en algunos casos, podemos encontrar en puestos vecinos animales capturados a cientos de kilómetros, en su hábitat natural. Este grupo es el más peligroso a efectos de transmisión por dos razones. Una es que el hospedador y su microbioma conjunto de microorganismos que alberga llegan al consumidor directamente desde la naturaleza, sin ningún control sanitario. Otra es un factor favorecedor de la transmisión de patógenos, el llamado estrés de transporte, bien conocido en el ganado doméstico, y que en el caso de la fauna se prolonga desde la captura hasta el sacrificio. Pensemos además en el comercio ilegal, que empeora aún más las condiciones de falta de bioseguridad y bienestar animal. En situaciones de estrés, los patógenos oportunistas se aprovechan de un hospedador cuya respuesta inmune se halla comprometida, y se multiplican.
En el tiempo de permanencia en el mercado los animales aletean, se rascan, defecan, orinan. Todo ello significa una emisión masiva de fómites (cualquier objeto carente de vida o sustancia que, si se contamina con algún patógeno viable, tal como bacterias, virus, hongos o parásitos, es capaz de transferir dicho patógeno de un individuo a otro) al entorno contaminando el aire que otros (animales y personas) respiran y las superficies sobre las que se sacrifican y faenan los animales, favoreciéndose las contaminaciones cruzadas. Las condiciones higiénicas de cuchillos, tajadores y recipientes para el desplumado, desollado o eviscerado serían la pesadilla de una inspección sanitaria.
La actual epidemia es muy probablemente una zoonosis. Los murciélagos son firmes candidatos como conocidos reservorios de virus zoonóticos. Su sistema inmune un tanto peculiar, una vida media relativamente larga y sus hábitos alimentarios resultan en un viroma especialmente rico. Varias investigaciones señalan la posible existencia de un hospedador intermediario adicional, a lo que son candidatos &ndash por ahora&ndash pangolines, serpientes y hasta peces. En el SARS y el MERS, la civeta y el dromedario lo fueron respectivamente.
La conclusión es que en la interacción entre la fauna y las personas se encuentra el origen más probable de esta epidemia. El mercado de Wuhan pudo actuar como mero amplificador o como punto inicial. Sabiendo esto, la inspección sanitaria de los alimentos se revela esencial. Los procedimientos, el entrenamiento y los medios necesarios son bien conocidos. Y muy baratos en relación al beneficio. Solo mediante el rechazo concienciado de los consumidores al consumo y venta de animales salvajes vivos en los mercados y con la vigilancia sanitaria de los alimentos conseguiremos disminuir -que no abolir- el riesgo de nuevas epidemias de origen zoonótico.
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