Cosas de niños
Quien sufre acoso escolar nunca se recupera; hay tantos instantes en la vida en los que volvemos a esos momentos... Y nos convertimos en niños indefensos otra vez
Es complicado apreciar a una sociedad que está avanzando a pasos agigantados en la innovación con herramientas como la Inteligencia Artificial, la robótica, la ciencia ... y la investigación científica, pero sigue dando muestras de la bajeza moral del ser humano en lo que respecta a las relaciones interpersonales. A estas alturas todos sabemos de la muerte de Sandra, una niña de 14 años que se suicidó hace unos días tras un año de acoso por parte de sus compañeras de colegio en Sevilla. Cuesta escribir sobre esto. Es increíblemente doloroso. Pero es necesario, si al menos aporta algo de cordura en esta sociedad a menudo inhumana.
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Escuchaba la entrevista de un niño que sufría violencia en la que decía que de todas las formas de acoso infantil la peor fue la de dejarle solo, la de ignorarle. Estoy de acuerdo. Y no me entiendan mal, la violencia física y la psicológica son unas lacras. Pero, y hablo desde mi experiencia personal, cuando te estás formando como persona, cuando estás comprendiendo quién eres y tratas de conformarte con tus valores y tu identidad, es un acto cruel dejarte de lado como si tu esencia no valiese nada. Imaginen que alguien les dice entonces: tú no vales nada, lo que eres no está bien. Ahí está la diferencia entre la culpa (lo que he hecho no está bien) y la vergüenza (lo que soy no está bien). Y qué triste un mundo sin diversidad, sin diferencias, sin cosas distintas que aportar, sin interés. Un mundo mediocre.
Bill Clinton, Lady Gaga, Michael Phelps, Shawn Mendes, Tom Holland y tantas y tantas personas exitosas en el ámbito profesional sufrieron lo que nos empeñamos en llamar bullying aquí, quizá para quitarle seriedad y dotarlo de exotismo (eso aquí no pasa), como bien señala el periodista Miguel Lago, y que en realidad debemos denominar acoso. Pero también lo sufrieron personas anónimas que luchan en su día a día por sentirse bien consigo mismas y que a nadie (niños o mayores) les hagan lo que les hicieron a ellas. Y a veces les va bien. Y a veces, no. Y es que es peligroso lo de identificar a nuestros ídolos con víctimas de acoso y creer que no fue para tanto. Cuántas veces escucho a personas diciendo que el acoso escolar les ha hecho más fuertes. No nos equivoquemos, la fuerza estaba ya en nosotros. ¿No ves que el hecho de que tu seas así es lo que da alas a los mediocres para hundirte? Porque no comprenden tu mundo, tu visión, tu complejidad. Éramos diferentes y especiales. Podíamos, y podemos, con cualquier cosa, y así lo demostramos. Y como dice Ana Milán, lo único que conseguimos fue que nos quitaran un pedazo de felicidad. Nunca minimicemos el efecto que tuvo en nosotros, aunque, por fortuna, sigamos aquí. Mi padre siempre me decía que el tiempo pondría las cosas en su lugar y, en efecto, lo ha hecho. Pero eso no compensa por todo esos años de sufrimiento. Los niños y niñas que sufren acoso van a tener que transitar por la vida con una mayor madurez, más introspección y valores claros. Pero por favor, son niños, no les pidamos cosas que ni siquiera nosotros como adultos hacemos bien. Porque también van a sentirse inseguros, fracasados, impostores. Quien sufre acoso en la infancia nunca se recupera. Y hay tantos momentos en los que volvemos a esos momentos, y somos niños indefensos otra vez y volvemos a sentir que nuestro valor depende de la aceptación del grupo.
Y sí, hay que hablar de responsabilidades y se nos tiene que caer a todos la cara de vergüenza porque todavía haya casos como el de Sandra: padres y madres cuyos hijos tratan mal a sus compañeros, desde el 'No' queremos jugar contigo hasta el 'Es', que es muy raro. Padres y madres que observan comentarios inaceptables y dicen que son cosas de niños. Profesores que proponen actividades generales que rescatan de otros proyectos educativos pero no se atreven a afrontar cuestiones complicadas en el aula, por miedo a las consecuencias aunque su instinto les diga que algo no va bien. Centros que no quieren verse envueltos en casos de acoso porque su valoración académica bajará en base a los baremos estatales que dicen que los centros en los que se denuncien estas situaciones tienen menos puntos. Pero no solo ellos; como madres y padres, en general, tenemos la obligación de enseñar a nuestros hijos e hijas que no pueden quedarse en silencio cuando ven este tipo de actitudes. Aunque les de miedo, aunque pueda implicar estar fuera del grupo. Debemos enseñarles que tienen que ser valientes y apoyar a quienes están siendo acosados. Que si un chiste no gusta a todos, no es un chiste. Y que lo que sienten –porque lo sienten–, es lo correcto, aunque sus amigos hagan lo contrario. Porque la inacción conlleva también una irresponsabilidad.
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Es terrorífico tener que escribir sobre esto en el año 2025. En los mismos términos en los que se hablaba cuando yo era una niña, hace ya cuarenta años. Pero no más palmaditas en el hombro. Afrontémoslo. Porque sí, son niños. Y hay que educarlos y acompañarlos. Y si no lo hacemos, pagarán las consecuencias con su vida. Muertos o vivos. Así de crudo es.
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