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El Grandioso Regreso –The Greatest Comeback–. Así fue valorado el de Nixon en 1968, cuando arrebató la presidencia a Humphrey contra todo pronóstico. Nos guste ... o no, el de Trump lo supera. No sólo porque se enfrentase a la cultura dominante y a buena parte la de élite mediática. Su Make America Great Again, más que una nueva edad de oro para EE UU apunta a un cambio de paradigma global.
¿Qué tenemos delante? Un líder hecho a sí mismo que se ha ganado a la mitad de su nación derrotando a las grandes dinastías, tanto demócratas como republicanas. Trump ya no asusta a los americanos. Los ha seducido atemperando su programa radical con gestos aparentemente banales: bailar en sus mítines –no es lo propio de un fascista–, multiplicar sus podcasts para acercarse a los jóvenes, también sus ironías –situar a España entre los BRICS no fue un error, fue un sarcasmo–.
La broma se acaba cuando reparamos en referentes como Marck Zuckerberg o Jeff Bezos. Enfrentados a él en 2016, el pasado 20 de enero ocupaban la primera fila en su ceremonia de investidura junto a Elon Musk. ¿Cómo se entiende que pioneros en tecnologías punta, hasta hoy asociadas a la izquierda liberal, lideren este giro a la derecha?
«La política es como la guerra», decía Hegel, «lo que decide es la fuerza de voluntad». También la decisión de enfrentar cuestiones candentes. Justo esas que en Europa no sabemos cómo resolver, pero nos negamos a debatir, no vayan a tacharnos de todo lo peor.
Inmigración ilegal y deportaciones: el récord lo ostenta Obama, 200.000 expulsados más que Trump en el primer año de su primer mandato. Voto hispano: 55% a favor de Trump frente al 45% para Kamala. Preguntémonos por qué. Imaginemos que los 60.000 subsaharianos desembarcados en Canarias el año pasado lo hicieran en Donostia, en Getaria, en Bermeo, año tras año. Y que hablen las urnas.
Ideología woke, el nuevo macartismo en todos los órdenes. En el de la cultura forzó la supresión de 'Lo que el viento se llevó' en la plataforma HBO, entre cientos más, por su «sesgo racista». Y a callar. Como en tantos dogmas de fe progresista. No se debaten, se imponen.
Es grave que América se retire de los acuerdos contra el Cambio Climático. No parece menos grave, ni menos tóxico, el clima de opinión que en Europa es pecado cuestionar. Cuestionemos a Trump. Revolucionario para unos, reaccionario para otros, como Napoleón. Pero, así como él, incluso en sus desmanes un valor incuestionable: la coherencia con su credo.
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