Superordenador e infraservicio
Qué fue del orgullo en lo que afecta al funcionamiento de máquinas y servicios humildes, precisamente los que maneja la humilde ciudadanía
Lucía un día radiante el pasado martes y la portada de este diario no lo desmerecía. Celebrábamos la inauguración del Superordenador Cuántico de IBM en ... Donostia. Un gigante que situará a Euskadi al frente del tercer paradigma de la computación, dotado con un procesador Heron de 156 cúbits, el tercero más potente del planeta tras los de Nueva York y Kobe.
Con el periódico bajo el brazo y ese prodigio tecnológico en su pantalla mental, el que suscribe acudió ese mismo día a la bien poco cuántica, más bien tercermundista, estación de autobuses de San Sebastián con la intención de hacerse con un billete para el aeropuerto de Bilbao, al día siguiente.
Justo el anterior, sin apenas alertas previas en los medios, me había llegado la noticia de la huelga general convocada para el miércoles, «en apoyo a Palestina». Lo propio de los sindicatos nacionales: convocar movilizaciones ante conflictos lejanos selectivos. ¿Por qué no otra huelga para detener la guerra entre Rusia y Ucrania, o en defensa de las mujeres de Afganistán, o contra la hambruna en Sudán? Dejo la pregunta en el aire y voy a lo medular: Servicios mínimos.
Mi vuelo despegaría a las 13:30. Con suerte, hubiera podido embarcarme en el único bus disponible dentro de esa franja horaria, a las nueve de la mañana. No tuve suerte: ya no había billetes. Ni en ventanilla –un solo operario, colas de treinta personas– ni en las máquinas dispensadoras de Mugi y Lurraldebus, habitualmente colapsadas. Lástima que no estuvieran conectadas al formidable superordenador cuántico que acabábamos de inaugurar en esta ciudad, a la vanguardia de la innovación tecnológica mundial.
Las escenas en la estación oscilaban entre la indignación sin escucha y loas del tenor que pueden imaginar elevadas a la muy venerable clase sindical, tan solidarizada con Palestina, tan ajena a los quebrantos que esa huelga –mantenida tras la firma del Acuerdo de Paz– podría ocasionar a los trabajadores que carecemos de vehículo oficial o jet privado.
En la inauguración del Quantum System Two, el lendakari Pradales dejaba unas palabras para la historia: «Sentimos nervios, ilusión y orgullo. Este hito es consecuencia positiva de decisiones políticas valientes mantenidas en el tiempo». Con mis nervios ya templados, sigo preguntándome qué fue de la ilusión y del orgullo en lo que afecta al funcionamiento de máquinas y servicios más humildes, precisamente esos que maneja la humilde ciudadanía. No cuántica, pero cuánto más desasistida.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión