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A finales de 2023 senté a Nostradamus a la mesa de Navidad. ¿Qué vaticinaba para 2024? La muerte de un Papa y su relevo por ... otro «de piel sombría». Así se publicó en esta columna el primer martes de ese año. Un año de error parece bien poco a cinco siglos de distancia. ¿El próximo Habemus Papam coronará a un pontífice de piel sombría?
Más sombría aún se nos revela la célebre profecía de san Malaquías: auguró el fin del mundo tras un papa que sería conocido como Pedro el Romano y a quien se ha asociado, precisamente, con Francisco. En el más optimista de los supuestos, si se tratara de su sucesor, sería el último. Y romano, luego italiano.
Ahora que las pompas pontificias devienen un espectáculo, y el cónclave en un desfile de modelos comparable al que plasmó Fellini en 'Roma', conviene relativizar tanto lo que se cuenta como lo que se augura. Ciertamente, el color de la piel del sucesor de Bergoglio importa menos que sus tendencias doctrinales. ¿Será progresista o volverá al canon conservador? La pregunta lleva a otra: ¿Fue Francisco tan progresista como se supone?
En los gestos sin duda, en las políticas efectivas –aborto, matrimonio homosexual, integración de los laicos en su aparato de poder– no más que Benedicto XVI. Sumemos el escándalo del ex jesuita Marko Ivan Rupnik, acusado de abusos contra varias religiosas, excomulgado y recuperado, protegido por Benedicto, amigo personal de Francisco.
Sigamos con el cónclave: de los 135 purpurados que se citarán en la Capilla Sixtina, el 80% fueron nombrados por Francisco, lo que permite aventurar una continuidad. Aunque nunca se sabe. Allá donde media el Espíritu Santo, y otros espíritus más terrenales, la sucesión siempre es impredecible.
Volvamos con Nostradamus y Malaquías. ¿Cuántos de ellos son de piel sombría y cuántos italianos? Entre estos, más de cincuenta, tres favoritos: Pietro Parolin –¿Pedro el Romano?–, Pierbattista Pizzalba, y Matteo Zuppi. Entre los de piel sombría: el ghanés Peter Tukson, el congoleño Fridolin Ambongo, y el filipino Luis Antonio Tagle.
¿Qué puede resultar decisivo? En la elección de Francisco pesó mucho el caso Vatileaks y la certeza de que el futuro de la Iglesia pasaba por otras latitudes. Entre Nostradamus y Malaquías, otra latitud. Y otra profecía. La del propio Francisco. En dos visitas pastorales, a Ragusa y Vietnam, y al preguntarle cuándo regresaría, respondió, literalmente: «Si no voy yo, seguro que irá Juan XXIV». No digo más, todo está escrito.
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