
José Luis López de Lacalle: El precio de la libertad
Alberto Agirrezabal y Patxi Elola
Mario Onaindia Fundazioa
Viernes, 9 de mayo 2025, 02:00
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Alberto Agirrezabal y Patxi Elola
Mario Onaindia Fundazioa
Viernes, 9 de mayo 2025, 02:00
Hace dos días nos reunimos en Andoain como todos los años, esta vez para conmemorar el veinticinco aniversario del asesinato de José Luis López de ... Lacalle. Emocionados al recordarle, al recordar lo que fue para nosotros y nosotras aquel domingo de mayo. Muchos de nosotros fáciles de emocionar, por tantas historias compartidas a lo largo de bastantes, muchos años ya de vida. Emocionados al abrazar a Mari Paz, tan valiente, tan sensata, tan querida, tan emocionada, que supo, antes junto con José Luis y luego sola, inculcar a Aitziber y a Alain valores como la tolerancia, la solidaridad y la educación que hace de las personas, personas de bien.
No nos resistimos a omitir aquí un hecho relevante: que Alain, el hijo de aquel «españolazo, enemigo del pueblo vasco», hace poco más de un año publicó un volumen de más de trescientas páginas, la traducción al euskera de la 'Antología de Spoon River', del escritor norteamericano Edgar Lee Masters. Un trabajo colosal propio de un estudioso amante del euskera y de la literatura universal. Ya lo decía José Luis en julio de 1998: «Mi muy limitado euskera no ha sido obstáculo para que mis hijos hayan optado por estudiar en euskera hasta en la Universidad y se comuniquen entre ellos en esa lengua...».
Nos hemos permitido poner el mismo título que las memorias de Mario. No se nos ha ocurrido otro mejor. Eran dos personas, que partían de culturas políticas distintas, de tradición familiar republicana y de izquierdas, José Luis. En los inicios de su militancia, al principio de la década de los sesenta, eran muy pocos los que combatían la dictadura en su Tolosa natal. Fue detenido por ser fundador de CC OO en 1966.
De familia nacionalista y euskaldun, Mario, que vivió su niñez en Lekeitio y su primera juventud en Eibar, fue detenido en 1969 por pertenecer a ETA.
Al cabo de los años se encontrarían en el mismo camino en búsqueda del mismo objetivo: la libertad.
Los dos lucharon contra la dictadura y fueron torturados y encarcelados, y los dos acabaron luchando en defensa del Estatuto y de la Constitución que garantizaba y garantiza nuestras libertades. No eran nacionalistas, ni vascos ni españoles. Mario dejó de serlo y José Luis nunca lo fue: «la tribu amordaza», decía. Eran patriotas de la patria donde se vive en libertad.
Y por esa libertad que siempre está en crisis, que siempre está en peligro siguió luchando aquel José Luis que ya sufría la tortura de saberse elegido, amenazado, y que, a pesar de todo siguió con su labor, con su compromiso cívico de advertir a la sociedad vasca de que no había que ceder a la imposición y al sometimiento. Y así publicó sus últimos artículos pocos días antes del atentado que le costaría el precio más alto: la vida.
Asesinaron a un ciudadano valiente y desprotegido, a un político inteligente, a un defensor del diálogo y de la tolerancia, a un intelectual comprometido, a un amigo entrañable y querido.
Decía Joseba Arregi que «la sociedad vasca no sufre de desmemoria sino que ha apostado voluntariamente por la desmemoria». Y es que hubo muchos y muchas que los comprendían, muchos y muchas que los justificaban, muchos y muchas que miraban a otro lado. ¿Cómo no sufrir de desmemoria una sociedad con ese pasado?
Hoy reunidos en Zarautz, en el Zazpi, en el Ezkertoki que él frecuentaba durante sus últimos años de vida y donde la Fundación Mario Onaindia lo ha recordado y homenajeado en numerosas ocasiones, reivindicaremos su memoria y su grandeza, una vez más, como lo venimos haciendo durante muchos años. Proclamaremos que su compromiso es el nuestro: la lucha por esa libertad que no se consigue una vez por todas y que vamos a contribuir a que prevalezca el rigor histórico y la memoria democrática convencidos de que se impondrá la verdad.
José Luis, tu imborrable huella permanece en nuestra memoria.
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