Aquel verano de 1985: Sanfermines, Antxo, Disneyladia
En 1985 Pasai Antxo celebró el día de San Fermín con numerosos personajes de cuento y un peligroso encierro matutino que se saldó con dos heridos de consideración
1 de enero, 2 de febrero, 3 de marzo, 4 de abril, 5 de mayo, 6 de junio, 7 de julio... ¡San Fermín! La crisis sanitaria provocada por el coronavirus nos ha dejado sin txupinazo, sin Sanfermines, sin fiesta. No solo en Pamplona, también en Pasai Antxo, donde miles de guipuzcoanos hemos disfrutado a lo largo de los años de una celebración menos internacional, pero más nuestra. Una cita hasta ahora ineludible que ha ido evolucionando a lo largo del tiempo pero que jamás ha perdido lo más importante: el compromiso y el calor de todo un pueblo para que quien lo pisara en tan señalada fecha, lo pasara bien. Así lo recogía ya El Diario Vasco hace 35 años, en las crónicas que narraban el ambiente vivido. «Es realmente de alabar la gran participación pasaitarra y el gran amor por su pueblo para desarrollar las fiestas», escribía Iñaki Becerra en 1985.
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Aquel año mayores y pequeños se habían volcado en recrear por las calles de Antxo la magia de Disneylandia para el día grande de sus fiestas. Tras meses de preparación, el 7 de julio a las seis y media de la tarde, tal como estaba previsto, arrancó un desfile de carrozas, comparsas y agrupaciones musicales que habría de hacer las delicias del público allí congregado. Alicia en el País de las Maravillas, Peter Pan y Campanilla, Pinotxo y Gepeto, Neptuno arropado por una colorista representación de sirenas y hasta los 'Gremlims' permitieron vivir una tarde de película. Por aquel entonces no existían algunas de las princesas Disney más populares hoy, como Elsa y Anna (Frozen) o Vaiana, pero sí las clásicas: La Bella durmiente, Cenicienta y Blancanieves, que junto a los siete enanitos también pasaron por Antxo. No faltó el flautista de Hamelin o el tren de los hermanos Marx, además de una nutrida representación de lo tradicional: los gigantes, las iñudes y artzaias o las bateleras, con una carroza de la época antigua de Pasaia, completaron el desfile.
Dos heridos graves en el encierro
El halo de fantasía vespertino ayudó, seguro, a templar los nervios aquel domingo de San Fermín que había amanecido agitado. Y es que según la crónica escrita por Becerra sobre lo acontecido el 7 de julio de 1985, el tradicional encierro que se celebraba a primera hora de la mañana se había saldado con dos heridos graves y un buen susto.
La explosión seca de un cohete había anunciado, a las 7 a.m., que las vacas bravas -con los pitones bien afilados- habían salido. Los mozos corrían como siempre, como si llevaran el demonio metido en el cuerpo, aunque los cuernos fueran detrás. Pero al llegar al coso «se encontraron con un tapón impresionante». Según lo publicado en El Diario Vasco, «el ganado quedó montado encima de la gente» y «dos jóvenes resultaron heridos de consideración». Uno de ellos sufrió «una herida incisa por hasta de toro en la rodilla derecha» y, el otro, «una herida inciso punzante en el muslo derecho con una fuerte hemorragia». Fue un encierro «muy peligroso por la cantidad de gente que participaba tanto en las calles como en la plaza». Lo demuestra el hecho de que 80 personas tuvieran que ser atendidas por la DYA durante los encierros matutinos.
Un día antes, en el primer encierro de los Sanfermines de aquel año, sábado 6 de julio, también se habían producido una docena de heridos minutos después de que se abrieran las puertas de los corrales de la plaza de Usoz. Un lesionado cada 75 segundos, dado que el encierro duró un cuarto de hora.
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Lejos queda aquella estampa en la que el ganado y las aglomeraciones suponían un potencial peligro para trasnochadores y madrugadores, dado que Pasai Antxo no celebra ya los antiguos encierros. Este año el coronavirus privará a la ciudadanía de las otras señas de identidad de estas fiestas: la música, los puestos, los desfiles, las ferias. Toca guardar el pañuelo rojo en espera de que lleguen tiempos mejores. Por suerte, siempre nos quedará la memoria para gritar, bien fuerte, aunque sea desde casa, Gora San Fermín!
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