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«Mantengo la misma cuadrilla que tenía desde niño en el pueblo»Su trayectoria en el mundo del balonmano está plagada de destacados éxitos. Fue olímpico y campeón de Europa de la Recopa, además de alzarse ... durante varias temporadas con el título de campeón de Liga y Copa. Dejó su Pasai Antxo natal para seguir jugando en importantes equipos. Desde hace cincuenta años reside en Alicante, donde le acaban de dedicar una calle.
– ¿Cómo se sintió al conocer la noticia de que iba a tener una calle con su nombre en Alicante?
– Fue un honor. No te esperas algo así y menos aún, no siendo de la ciudad.
– ¿Cuánto tiempo lleva viviendo en ella?
– Llevo ya 50 años. Vine en 1974 por el deporte y también pensando en el futuro. Después de haber jugado con el Don Bosco, que quedamos campeones de España de primera categoría, y de estar ya en la selección junior, me fichó el club Granollers. Aproveché para estudiar arquitecto técnico en Barcelona. Allí viví cinco años, durante los que gané un total de cuatro ligas y tres Copas del Rey.
– Su palmarés no acaba, sin embargo, ahí.
– Posteriormente, empecé a jugar con el Calpisa, que me trajo a Alicante, y así fue como conseguí cuatro ligas y cuatro Copas.
– Ahí es nada...
– Tengo la última del Generalísimo y la primera del Rey. Luego quedamos campeones de Recopa de Europa. También he estado con la selección absoluta 50 veces como internacional; absoluto, 18 con la júnior; y 16, con la universitaria
– Puede presumir de tener un curriculum de auténtico récord.
– A esos logros hay que sumar que en 1972 participé en la Olimpiada de Munich, así como en dos campeonatos mundiales. Además, jugué con la selección de Euskadi dos o tres partidos en Navidades en San Sebastián. Era cuando esta se encontraba comenzando.
– A pesar de la distancia, ¿continúa teniendo presente a su pueblo, Pasai Antxo?
– El hecho de que lleve tiempo en Alicante no significa que me olvide de Pasajes. Todos los años voy a Antxo para ver a mis hermanos, que viven cerca. Mi hermana reside en Oiartzun y mi hermano, José Mari, que también jugó al balonmano y es dos años mayor que yo, baja todas las semanas de su barrio, situado entre Herrera y Altza, a Pasajes a estar con la cuadrilla. Tengo otro hermano viviendo igualmente en Donostia.
– Tengo entendido que no se pierde ningún año las fiestas de San Fermín de Antxo.
– Sí. Además, el primer sábado del mes de julio tenemos nuestra primada, como nos gusta llamarla. Nos juntamos todos los Labaca. Entonces, también me reúno con mi hermana mayor, que vive en Madrid y viaja para estar con la familia.
– Me alegro que no se olvide de su pueblo.
– No, no. De hecho, creo que no es nada fácil hacerlo. Ja, ja, ja... Mantengo la misma cuadrilla que tenía desde niño. En ella están Juan Ignacio Lizarazu y Max García, entre otros antxotarras. Nos juntamos a comer o a cenar una vez al año. Vienen también nuestras mujeres. No creo que haya mucha gente que, habiendo salido de su entorno de crío, haya logrado mantener durante tantos años a esos amigos con los que ha vivido y convivido desde la infancia. No es sencillo. Yo lo he logrado. Mi mente muchas veces la tengo allí, en Pasajes.
– Imagino que guarda muchos recuerdos de su infancia y juventud en las calles y plazas de Antxo.
– Por supuesto. En encierros, el pueblo era el primero. Había que correr el encierro en Pasajes y después, había que ir, por lo menos una vez, al de Pamplona para que no te lo contaran. Son cosas que había que vivirlas.
– ¿Su mujer también es de Pasaia?
– De Trintxerpe. De hecho, cuando sus padres aún vivían, solíamos pasar las Navidades en su casa de Euskadi Etorbidea, en el edificio que se quemó la Nochevieja de 2013. Hacía poco que habían muerto mis suegros y habíamos vendido el piso el mismo año que se quemó. Menuda librada... Recuerdo que estaba en la última planta, la cuarta, que era en realidad como una quinta, y yo solía salir al balcón a ver cómo se celebraban las fiestas. Abajo solía estar el recordado Novo lanzando cohetes.
– ¿Se siente en la actualidad profeta en su tierra?
– Hombre... No sé qué decirte. La gente de mi generación sí que ha sabido valorar lo que he conseguido. La gente más joven prácticamente ni me conoce. En Antxo, hoy en día, prácticamente ha desaparecido el balonmano. A Trintxerpe también solíamos ir a jugar algún partido, pero ya solo queda un club en Donibane. La de veces que fui a jugar a San Juan al aire libre. Menudos piques teníamos entre el Don Bosco, en el que yo jugaba, y el Donibane. ¡Madre mía! Jugábamos lloviendo y hasta nevando. Nos tocaba barrer le nieve en el patio del colegio para poder jugar.
– ¿En serio?
– Sí. Jugar con agua era, en cierto modo, lo normal, pero también lo hacíamos con nieve. Son vivencias que hoy en día no tiene la mayoría de críos porque juegan en pabellones cubiertos. Es distinto.
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