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El entierro del bacalao cerró los Carnavales de TrintxerpeLa del domingo fue una noche especial en Trintxerpe. Los vecinos del lado oeste de la bahía demoraron al máximo el momento de regresar a sus hogares y prepararse para el inicio de la semana. Eran incontables las personas de todas las edades que se resistían a poner punto final a los Carnavales que arrancaron la mañana del viernes.
Tal vez por ello también el entierro del bacalao se retrasó más de cuarenta minutos. Las desconsoladas viudas aguardaban en el parque de Azkuene la aparición del pescado más icónico de Pasaia. Llegó tirado por un cirujano cuyo rostro se hacía conocido. El teniente de alcalde Iraitz Pazos ocultaba su cara tras una mascarilla quirúrgica, al tiempo que anunciaba lo que ya todos sabían: «El bacalao ha muerto».
Era el momento de velarlo entre sollozos, lágrimas y algunas risas, fruto del nerviosismo que se apoderaba de una nutrida comitiva fúnebre formada por jóvenes de distintas comparsas y varias familias con niños de corta edad. De repente, la música comenzó a sonar anunciando que había llegado la hora de emprender un camino sin retorno hacia el puerto.
«Pobre bacalao. Nos deja solas», se lamentaban las mujeres vestidas de negro de pies a cabeza que portaban un pañuelo, de dimensiones similares a una sábana, para enjuagarse los lagrimones. «Con lo bueno que era...», añadían otras viudas no menos tristes ante el fallecimiento de la estrella carnavalera.
Su figura, envuelta en una piel hecha a base de escamas que parecían lentejuelas y purpurina, recorrió Azkuene y Euskadi Etorbidea para, posteriormente, continuar hasta el tablao habilitado en el muelle del Hospitalillo. Un grupo de gambas lo subieron en brazos, al tiempo que la marcha fúnebre se tornaba en una composición más alegre que invitaba a bailar sin descanso a la orilla de la bahía.
Las gambas simulaban lanzar al bacalao. Lo hacían una y otra vez ante los gritos de los allí presentes. «¡Qué va! ¡Qué va!», decían haciendo sonar sus voces por encima de la música. Y, finalmente, el cadáver del pescado fue arrojado al mar.
La pena dio paso a la felicidad, al saber que el bacalao regresaría dentro de doce meses para invitar a los habitantes del distrito a disfrazarse nuevamente y divertirse durante tres jornadas consecutivas. «Empieza la cuenta atrás...», se consolaban algunos jóvenes.
La música continuó sonando, ahora de regreso al centro de Euskadi Etorbidea, donde decenas de personas se agolpaban ante el puesto de comida rápida y la churrería. Feriantes y vendedores ambulantes, como la francesa Silvye que elabora garrapiñadas, apuraban los minutos finales de los festejos. Aseguraban que las ventas habían sido «flojas» durante el fin de semana. «El sábado fueron mejor que las de hoy, a pesar de que el tiempo este último día ha sido muy bueno y se esperaba más gente», comentaban los responsables de los puestos en los que podían adquirirse muñecas, peluches y otros juguetes.
Esta era la nota menos positiva de un Carnaval que tocaba a su fin.
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Almudena Santos y Leticia Aróstegui
Mikel Madinabeitia | San Sebastián y Gorka Sánchez
Miguel Villameriel | San Sebastián
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