El desconocido 'Auschwitz' japonés
Segunda Guerra Mundial ·
El ejército imperial japonés perpetró en el 'proyecto Maruta' las peores atrocidades imaginables contra prisioneros en nombre de la cienciaAl hablar de las atrocidades que se llevaron a cabo durante la Segunda Guerra Mundial, a todo el mundo lo primero que le viene a la mente son los campos de concentración nazis y su campaña de exterminio contra los judios. Sin embargo, en multitud de lugares y en ambos bandos se cometieron actos inhumanos. Entre esos oscuros puntos de barbarie colectiva hay uno relativamente desconocido: el conocido como 'proyecto Maruta' del Imperio de Japón en Manchuria.
Todo comenzó en 1937, cuando un Imperio Nipón en plena expansión territorial aprovechó unos pequeños incidentes para desatar la Segunda Guerra Chino-Japonesa. En este contexto bélico, la Kempeitai, el equivalente a las SS nazis en Japón, puso en marcha en la región china de Manchuria, ya controlada por el pais del sol naciente, el 'Laboratorio de Investigación y Epidemiología'. Dentro de este programa, se creó un programa clasificado de desarrollo de armas biológicas al que se denominó 'Escuadrón 731', controlado por el Teniente General Shiro Ishii, un doctor en medicina especializado en microbiología, al que se podría calificar como uno de los seres humanos más malvados del siglo XX, y eso que tiene una gran competencia.
Dentro del programa, se creó la unidad 'Togo' para la experimentación química y biológica con personas en el campo de prisioneros de Pingfang. Este no tardó en llenarse por centenares de prisioneros, especialmente chinos, aunque también los había mongoles, coreanos y rusos. Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, también entraron en Pingfang estadounidenses, británicos y australianos capturados de las tropas Aliadas.
La galería del terror
En estos experimentos, englobados en el llamado 'proyecto Maruta', Shiro Ishii sacó a relucir todo su talento e imaginación al servicio del horror. Maruta significa 'troncos de madera' en japonés; ese es el equivalente al valor que daban los japoneses a la vida de los sujetos que serían sometidos a su experimentación, entre los que además de prisioneros, había niños, mujeres embarazadas, lactantes, ancianos...todos eran 'maruta'.
Los primeros experimentos, realizados sobre prisioneros de guerra, consistieron en inocularles todo tipo de enfermedades infecciosas. Ya avanzada la afección, se realizaban vivisecciones, a saber, la extracción de órganos con el sujeto vivo, y para mayor sadismo, sin el uso de anestesia para que esta no alterara los resultados. El objetivo de esta locura era poder observar los efectos de las enfermedades en los órganos internos del prisionero y la justificación para hacerlo con el paciente vivo era la creencia de que el proceso de descomposición afectaría a los resultados. En estos procedimientos también participaron mujeres embarazadas, la mayoría en ese estado tras ser violadas por los miembros del proyecto, a las que se les extraían los fetos de la misma manera.
El catálogo de atrocidades no ha hecho más que comenzar. En otras pruebas, para contabilizar el tiempo que necesitaba una persona para morir desangrada, directamente le amputaban un miembro. En ocasiones esos miembros amputados eran reinsertados en otras partes del cuerpo o en otras personas. A otros se les extrajo quirúrgicamente el estomago para unir directamente esófago con intestinos. También comprobaron los efectos de la congelación y descongelación de miembros para estudiar la gangrena sin aplicar tratamiento. A grupos de cautivos se les inyectó orina de caballo dentro de sus riñones, otros sufrieron privación de sueño hasta morir, otros fueron introducidos en centrifugadores haciéndolos girar hasta morir...No había límites, cualquier barbaridad que se les ocurriera la realizan sin dudar sobre sus prisioneros.
Armas biológicas
Además de sus ensayos médicos, el 'Escuadrón 731' también se dedicó a los actos de guerra biológica. Su especialidad fue el 'bombardeo' con pulgas: Infectaban con diferentes enfermedadess, como sifilis, gonorrea, peste bubónica a sus prisioneros, para después exponerlos a miles de pulgas con objeto de conseguir infinidad de transmisores de las enfermedades. Más tarde estas pulgas eran repartidos por localidades chinas ocultas en ropas y alimentos contaminados. Se estima que más de 400.000 ciudadanos chinos murieron a causa de estas enfermedades. Pingfang también sirvió para experimentar con nuevas armas y bombas sobre prisioneros atados a postes y a distintas distancias, así como con lanzallamas y armas químicas.
Tras todo este nivel de barbarie, sería de esperar que tras la derrota de Japón todo esto saliese a la luz y sus responsables pagasen por ello, al igual que ocurrió con los nazis. De hecho, con las toneladas de armas biológicas producidas y el reguero de cientos de miles de víctimas que dejaron, los japoneses no fueron capaces de borrar todas las huellas de este genocidio.
Sin embargo, tras la rendición de Japón en 1945 después del lanzamiento de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki todo fue cubierto con un tupido velo. Los servicios de inteligencia estadounidenses recibieron informes de los testimonios de algunos supervivientes de Pingfang. Sin embargo, las fuerzas americanas llegaron a un acuerdo secreto de inmunidad para los miembros del Escuadrón 731 a cambio de la entrega a Estados Unidos de todos los datos y resultados de las pruebas que se realizaron a lo largo de esos años. Además muchos de los miembros del programa japonés fueron reclutados, al igual que ocurrió con nazis como Herbert Von Braun.
El Tribunal de Crimenes de Guerra de Tokyo, apenas trató esta masacre y el caso pronto quedó desestimado. Los soviéticos, que sí sufrieron los horrores del Escuadrón 731, trataron con más profundidad el caso que los norteamericanos en los juicios de Jabaróvsky llevaron a juicio a doce miembros del 731. Fueron sentenciados a entre 2 y 25 años en campos de trabajo, aunque es probable que ninguno de ellos saliera con vida.
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