Simorra y Juan Vidal deslumbran en Madrid

Historias de nacimiento, florecimiento y declive, mutación y extinción. La idea de una vida en constante evolución hacia el futuro. Una colección construida en tejidos tridimensionales que nos recuerdan, en sus detalles y trabajos, a las diferentes formas de vida atrapadas en piedra. Tejidos que recogen en tela el sentido del tiempo y de la memoria. Una colección de clásicos contemporáneos que conectan el presente con el futuro para reforzar el mensaje de aquello importante, aquello que permanecerá para siempre, aquello que es atemporal.

Las técnicas empleadas para el desarrollo de las propuestas nos recuerdan a los grandes creadores de tiempos pasados. Fruncidos acaracolados sobre tejidos de origen técnico, napa y 'denim' trabajados en plisados geométricos, materiales ligeramente tornasolados como guiño a los nacarados de las conchas naturales, y juegos de tacto, texturas y volúmenes 3D realizados en organzas desarrolladas a mano en blusas y vestidos mini. Sublimes.

Sin obviar una paleta de colores tan armónica y actual como atemporal. Ocres, óxidos verdosos y acarbonados simulando las policromías de las rocas fosilizadas, también en una gama de grises sobre crudos con juegos de degradados; jacquards que asemejan texturas animales grabadas en roca fosilizada... En esta colección se vislumbra el material en su esencia reflejando un estilo ultra sofisticado.

Otro de los directores creativos que ha irrumpido con fuerza es Juan Vidal con una propuesta cápsula compuesta por 21 vestidos 'bridal'.

Una serie de piezas confeccionadas sobre una paleta cromática que cuenta con el blanco como hilo conductor. Un protagonismo que no se pliega ante la riqueza de los patrones, acabados y tejidos destacando una voluminosa pieza en tafetán blanco, con cancán y una superposición de tres faldas; o un vestido recto en transparencias cargado de flores, modeladas a mano, de plumas naturales.

Pero, ¿cuáles son las joyas de la corona de su última obra? Sin duda alguna, una silueta de corte columna, y un vestido recto en tul transparente, recubierto de cristales blancos iridiscentes, en el mismo material empleado para el detalle frontal de la pieza, en forma de un gran lazo bordado de cristales. Una creación que nos traslada a la década de los 60, la más exitosa y recordada del maestro Balenciaga. Una genialidad.