Las diez noticias clave de la jornada
San Sebastián Moda Festival

Un face to face con interés añadido

Los galardonados de la VIII edición de los Premios de la Moda de Euskadi hablarán hoy en DV Gunea sobre sus casos de éxito

Iker Elduayen e Íñigo Belastegui

Jueves, 23 de octubre 2025

Impulsados por el Departamento de Comercio del Gobierno Vasco, los Premios de la Moda de Euskadi celebran su octava edición en el marco de San Sebastián Moda Festival. En esta ocasión, serán Inma_Lo, Ramón Ezkerra y González Larrauri las firmas y profesionales reconocidos. Recibirán su galardón el sábado en San Telmo, pero hoy, viernes, visitarán DV Gunea, donde se celebra ese ya clásico 'face to face' en el que los premiados explicarán sus respectivos casos de éxito para, después, en una mesa de diálogo, intercambiar pareceres en torno a los diferentes modelos de negocio actuales en el sector comercial vasco en un coloquio titulado 'Estructuras innovadoras de presente y de futuro'.

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La gran novedad de este siempre interesante encuentro es que, en esta ocasión, lo será aún más, ya que se verá complementado con una exclusiva masterclass con uno de los nombres del momento en el mundo de la moda vasca. Víctor Serna, uno de los cofundadores de Loreak Mendian y también uno de los responsables de Borobitex, la empresa irunesa que ha adquirido recientemente la marca de la mítica margarita, hablará sobre los vaivenes financieros y estructurales de una firma de moda. Él, mejor que nadie, conoce los altibajos que puede tener una marca de éxito en el sector de la moda y dará un valor añadido a una mañana que siempre es un verdadero tesoro.

Tres merecidos aplausos

Aunque nunca sea sencillo dictaminar qué firmas merecen ser premiadas, lo cierto es que el trío de ganadores acumula motivos de sobra para recoger su galardón el sábado en San Telmo. Inma López, responsable de Inma_Lo, la concept store más destacada, ofrece colecciones exclusivas de zapatos artesanales que combinan estilo y comodidad para mujeres que buscan diferenciarse con unos zapatos únicos. En la calle San Marcial de Donostia, estilo y calidez se dan la mano.

Ramón Ezkerra, sinónimo de tradición, compras de lujo y artesanía, se llevará el Premio a la Artesanía y al Trabajo de Autor. Una marca fundada en Bilbao en 1996 y con una filosofía basada en el buen hacer, la calidad y el servicio 24/7. Sus manos han sido y son las mejores herramientas.

El Premio a la Trayectoria Comercial será para Joyería González Larrauri, ubicada en Donostia y fundada en 1923. La empresa ha pasado por cuatro generaciones, manteniéndose como un referente en el sector de la joyería y relojería, gracias a su cuidada selección de marcas nacionales e internacionales y piezas artesanales.

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Los premios reconocen trayectorias intachables en el mundo de la moda

Premio a la artesanía y al trabajo de autor

Hay materiales que exigen silencio. La piel, por ejemplo, no grita, pero tiene una voz propia que solo escuchan quienes saben tratarla. Ramón Ezkerra la descubrió por casualidad, casi como un secreto que el destino le susurraba. Tenía dieciséis años cuando respondió a un anuncio de ayudante de cocina y, por un giro inesperado, terminó entrando como aprendiz en una peletería de Bilbao. «No sabía ni lo que era, pero me presenté y ahí empezó todo», recuerda. Desde entonces, su vida se ha ido tejiendo con la misma delicadeza que imprime a cada una de sus prendas, como un hilo invisible que une tiempo, manos y pasión.

«Siempre he hecho las cosas como si fueran para mi ama. Eso ha marcado mi camino», dice Ezkerra. En esas palabras vibra su respeto por el oficio, su amor por la materia y su devoción por la artesanía. Porque trabajar la piel no es solo una técnica, sino un acto de entrega, constancia y absoluta dedicación. «Yo nunca hago dos piezas iguales. Cada una tiene su historia, su memoria y una vida propia», confiesa. Cada puntada encierra un tiempo irrepetible, un sentimiento que se despliega sobre el cuerpo que la habitará.

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«Siempre he hecho las cosas como si fueran para mi ama. Eso ha marcado mi camino»

Ramón Ezkerra

Antes de encontrar su propia voz, aprendió la de maquinista primero y la de cortador después, en talleres de referencia como Luchy, Delfín o Kamouraska. Recorrió Europa absorbiendo gestos, técnicas y secretos. «Yo no vengo de escuela, vengo del taller. Mi método ha sido mirar, tocar, equivocarme y volver a empezar», recuerda. Con el tiempo, la técnica se transformó en intuición y el oficio en poesía manual, a través de formas puras, detalles mínimos y una piel que, más que mostrar, sugiere.

En 1996 fundó su firma y un año después abrió su primer atelier en Bilbao. Desde entonces, ha construido un universo donde tradición y modernidad conviven con discreción, lujo silencioso y atención absoluta al cliente. En su taller, todo el proceso es visible, desde la elección de las pieles hasta el acabado final. «Me gusta que el cliente vea cómo trabajamos, que entienda que detrás de cada pieza hay respeto, tiempo y conciencia», explica.

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Treinta años después, Ezkerra mira hacia adelante, pero también hacia atrás. «Este oficio es infinito, porque siempre queda algo por aprender», afirma. Hoy transmite su conocimiento a su equipo y a los jóvenes aprendices. «Quiero dejar un legado, como a mí me lo dejaron. Enseñar lo que he aprendido, para que esto siga vivo».

Su compromiso con la sostenibilidad también se refleja en la transformación de prendas antiguas: abrigos heredados que recuperan vida y significado a través de la piel. «No hay nada más bonito que dar una segunda oportunidad a algo que tiene historia», confiesa.

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Premio concept store más destacada

Donostia es una ciudad que se vive caminando. De sus cientos de atractivos hay que sumar también sus escaparates, que parecen susurrar secretos e invitan a detenerse, a mirar con detalle. En la esquina de San Marcial, 4, un pequeño, pero luminoso espacio se abre como refugio para los pies que buscan algo más que calzado. En Inma_Lo, la zapatería de Inma López, cada par tiene su historia, cada textura y curva, su razón de ser. Cada par es una obra hecha a mano, pensada para acompañar la vida diaria con estilo y comodidad.

La noticia de que su tienda recibe el Premio a la Concept Store Más Destacada le llegó por sorpresa: «Cuando me lo comunicaron pensé que me estaban hackeando la cuenta. Luego, ya lo asimilé y me llenó de alegría. Es increíble. Después de casi diez años peleando por un producto, una idea y un sueño, este tipo de reconocimientos se agradecen mucho». Sus palabras revelan la combinación de humildad y satisfacción que viene de ver reconocido un trabajo de años.

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«Siento verdadera pasión por el producto y por la creación»

Inma López

La pasión por el zapato viene de familia. Su abuela, viajera y amante de París, siempre regresaba con un par nuevo en la maleta, y su madre les enseñó, a ella y a sus hermanas, que «un buen zapato, un buen bolso y un buen abrigo lo son todo. Siempre han sido parte de nuestra vida», recuerda. En esa herencia se dibuja la primera chispa de su vocación, que luego se iría moldeando entre estudios de fotografía y gusto por la creación.

Pero Inma no buscaba solo un escaparate bonito. Quería algo útil, real, que respondiera al ritmo de la ciudad. Durante una larga baja médica, mientras paseaba por Donostia, pensaba: «Aquí falta mi zapatería. Un lugar con producto de calidad, hecho a mano, y a un precio razonable». Esa intuición se convirtió en proyecto, y el proyecto, en tienda.

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Hoy, Inma_Lo es un espacio que une artesanía, modernidad y cercanía. «Todo se fabrica íntegramente en España: pieles, tacones, hormas… quería hacer que lucir zapato plano fuese también elegante y cómodo. Poder caminar toda la ciudad sin renunciar al estilo. Aquí en Donostia se anda mucho, y un buen zapato lo es todo», explica, con esa mirada atenta a los detalles que revela su pasión por el diseño y la confección.

Su clientela refleja una filosofía diversa y leal: mujeres de 30, 60 y 80 años comparten momentos, se prueban zapatos y salen con sonrisas. «Cuando una madre y su hija salen felices con un par de zapatos, para mí eso es el mejor premio», afirma. En los talleres artesanales, cada curva, cada color y cada textura se ajustan con precisión. «Estoy mucho más feliz en la fábrica que en la tienda. Ver cómo se corta la piel, cómo cada detalle cobra vida… eso es pasión pura y dura para mí», añade López.

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El mundo digital ha ampliado su alcance. Ya son más de 110.000 seguidores en Instagram, fruto de la dedicación diaria: «Yo contesto cada mensaje, cada consulta. No podría delegarlo; perdería la esencia». Y así sus zapatos viajan a Nueva York, Londres o Australia, mostrando que un producto local puede hablar un idioma global sin perder su identidad. Y aún soñando, Inma imagina viajes con sus clientas a las fábricas y un espacio donde reparar calzado para devolver a la vida a pares queridos, casi como prolongar la historia de quien las usa. «Me encantaría que una clienta viniera a que le hidraten, le ajusten y le devuelvan su par de zapatos casi nuevo. Eso sería un lujo de verdad», dice. Y su entusiasmo se contagia.

Si tuviera que resumir todo en una palabra, López no duda: «Pasión. Siento verdadera pasión por el producto y por la creación. También por cada persona que hace posible que un zapato sea mucho más que un accesorio: que sea una historia que camine con nosotras».

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Premio a la trayectoria empresarial

En la calle Urbieta, donde la luz acaricia los escaparates y el mar parece rozar los cristales, la joyería González Larrauri brilla con la serenidad de quien ha aprendido a resistir el paso del tiempo. En su fachada se adivina un equilibrio sutil entre la discreción y la belleza, entre el ayer y el ahora, y se respira una armonía que solo se alcanza tras un siglo de dedicación.

Fundada en 1923 por Leoncio González Miguel y Ascensión Larrauri Olarte, la antigua Relojería Suiza de Gros fue el germen de una saga que convirtió el arte de la joya en una forma de vida. Cien años después, el latido continúa en la calle Urbieta, donde Esteban González Bastida, junto a su hermana Virginia y sus sobrinas, custodian el legado familiar. «Esto es una carrera de fondo y de relevos», dice Esteban, convencido de que «la joyería no es solo un comercio, también es historia, detalle y cuidado».

«Las joyas conservan el vínculo con quienes nos precedieron»

Sus palabras se deslizan con la cadencia tranquila de la ciudad. Recuerda al abuelo relojero y a la abuela incansable que, entre engranajes y vitrinas, levantaron los cimientos de un sueño. Evoca a sus padres, que en 1967 trasladaron el negocio al centro para darle un aire más cosmopolita. «Siempre tuvimos una manera especial de presentar la joyería. Nos volcamos en ella, al igual que en la relojería», afirma. De hecho, ha sido testigo de una San Sebastián que también ha cambiado de color, de su paso del blanco y negro al tono dorado del oro.

Hoy, González Larrauri es mucho más que un destino para comprar joyas. Se presenta como un espacio de conversación, de confianza y de gusto compartido. «Seleccionamos cuidadosamente cada pieza, buscando un valor añadido que no se encuentra en la red», explica Esteban. «Procuramos una calidad-precio honesta, hacemos reparaciones grandes y pequeñas, y damos criterio a lo que vendemos. Eso no se compra en internet», agrega. Para él, la experiencia de probarse una joya, sentir su peso, su textura y su brillo bajo la luz natural, es irrepetible. «La tecnología puede facilitar las compras, pero la emoción y la historia detrás de cada pieza solo se viven aquí», asegura.

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En su discurso aparece una idea que define a la casa: la sostenibilidad emocional. «Tengo un reloj que me regalaron al acabar la carrera. Corresponde a un momento importante de mi vida», recuerda. «Y así pasa con las joyas. Se heredan, se transforman, se actualizan, pero siempre conservan ese vínculo con quienes nos precedieron». En los escaparates de Urbieta, 2 no solo hay oro y relojes, también recuerdos, promesas y pequeñas celebraciones del tiempo.

El presente, y también el futuro, de la joyería está ya en manos de la cuarta generación: jóvenes que aportan frescura, mirada contemporánea y una elegancia natural al negocio. «Lo hacen francamente bien», reconoce Esteban antes de señalar que «mantener un estilo propio, cuidar cada detalle y ofrecer un servicio cercano son claves para seguir siendo relevantes».

El establecimiento recibe el Premio a la Trayectoria Empresarial, reafirmando así su esencia: tradición y modernidad entrelazadas con la delicadeza del oro trabajado a mano. «Cuando compras una joya, lo haces con la ilusión de transmitir algo, de celebrar un momento o de regalar una emoción», reflexiona González. «Eso es lo que nos da satisfacción, y eso es lo que queremos seguir ofreciendo», dice también.

Y así, en esta ciudad donde la historia se escribe entre el mar y la elegancia de sus calles, González Larrauri sigue siendo un refugio luminoso. Un lugar donde cada joya guarda una historia, donde el tiempo se mide en recuerdos y donde la belleza, como las verdaderas tradiciones, nunca pasa de moda.

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