Cerca de 34.000 mayores viven solos en Gipuzkoa, un 18% más que hace seis años
La presencia de hogares unifamiliares habitados por mujeres que han enviudado es mayoritaria
Hay gente que vive sola y gente que se siente sola. Hay quienes quieren vivir en solitario y quienes viven en soledad a su ... pesar. Hay hogares unipersonales habitados por jóvenes que se están labrando un porvenir y otros donde viven personas mayores con más pasado que futuro. Hay soledades que no hacen mella y otras que se sienten como una carga cada vez más pesada. En alguna de estas categorías se halla incluido el 13,2% de la población guipuzcoana de más de 20 años de edad que en 2021 vivía sola. Son en total 75.000 personas, el 69% de ellas mujeres.
Cada vez son más, sobre todo entre las personas mayores. Si en 2016 había en Gipuzkoa 28.900 hogares unifamiliares habitados por personas de 65 o más años, esta cifra ha aumentado hasta las 33.900 en seis años, lo que significa un incremento del 18%. En el territorio, la presencia de los hogares unipersonales integrados por mujeres es mayoritaria a partir de los 60 años, aunque en edades previas, y de manera más específica entre los 30 y los 59 años, la proporción de hogares unipersonales integrados por hombres es algo superior al 50%. Es en las edades más avanzadas donde esta tendencia se invierte. «Más allá de que la edad media de vida de las mujeres sea superior a la de los hombres, a partir sobre todo de los 65 años las mujeres presentan prevalencias mucho mayores que los hombres de vivencia en soledad. Entre los 65 y los 69 años, viven solas el 18,2% de las mujeres y el 11,9% de los hombres; entre los 75 y los 79 años, el 7,4% de los hombres y un 25,1% de las mujeres; y entre los 85 y más, el 24,8% de los hombres y un 38,9% de las mujeres», señala el documento en el que se detalla la estrategia Hariak, puesta en marcha por la Diputación Foral de Gipuzkoa y Adinberri a mediados del pasado año.
«El perfil de personas en situación de soledad es el de mujeres viudas. Cada vez los núcleos familiares son más pequeños y la red social con la que cuentan es cada vez más escasa», afirma Leire Soler, técnica de Cruz Roja en San Sebastián implicada en el proyecto de activación social de personas mayores 'Enréd@te'. Son mujeres que, a medida que cumplen años, «pierden autonomía» y pueden caer fácilmente en la tentación de salir cada vez menos de casa. «La soledad no deseada es palpable en las personas mayores y se presenta conjuntamente con el empeoramiento de la salud, problemas de autonomía, reducción de relaciones afectivas, escasa participación social que puede llevar al aislamiento, entre otros», explica Soler.
«Es importante subrayar que la soledad significa sentirse solo independientemente de la cantidad de contactos sociales que tengas. Es un sentimiento», afirma Soler. Es una sensación que ha ido a más con la pandemia del Covid-19, que ha servido de caldo de cultivo para la aparición de nuevas soledades. «A pesar de que hayan pasado casi tres años desde la emergencia sanitaria, las consecuencias que han generado en las personas mayores han sido duras. Siguen presentando miedos y dificultades que antes no tenían y el aislamiento y la soledad se ha encrudecido. Además, les cuesta más salir a la calle», dice.
«Un tema tabú»
La causa más frecuente mencionada entre las personas que declaran soledad en Gipuzkoa son la muerte de algún familiar (62,1%), la enfermedad de larga duración de un familiar (30.5%), el distanciamiento con un familiar por una discusión o enfado (27,4%), una enfermedad propia (27,4%) y un hijo que deja el hogar (22,1%).
Las encuestas ofrecen una imagen de la soledad en Gipuzkoa, pero no lo dicen todo. Hay muchas personas que viven en soledad, que se sienten solas, sin que nadie lo sepa, porque no se atreven a decirlo. «Es un tema tabú, cuesta mucho llegar a pedir ayuda, tenemos pudor a reconocer que nos sentimos solos», señala la representante de Cruz Roja.
Pilar García, técnica del programa de atención a la fragilidad Hauskor, creado por la fundación Hurkoa, destaca la importancia de «concienciar a la sociedad de la soledad que pueden vivir las personas mayores y de que puedan detectar este tipo de situaciones en su entorno». Hay señales como, por ejemplo, «cuando va un cliente a una farmacia y se le ve perdido, que no sabe cómo tomar la medicación, o en un comercio, cuando una persona empieza a dejar de comprar comida suficiente para ella o, al contrario, si empieza a hacer compras desmedidas». Hay otros síntomas, como que la persona que dé muestras de presentar indicios de fragilidad espacie mucho las visitas a un comercio, descuide su aspecto o sus hábitos de higiene, manifieste en varias ocasiones que no puede dormir porque está preocupada, que tome decisiones económicas extrañas, que parezca que no comprende cuánto valen los billetes y monedas o si lo que compra es barato o caro, o que deje de mantener una conversación eficaz.
«Estamos en un momento grande de soledad, hay mucha gente que vive sola y no lo sabemos, y la mayoría de estas situaciones son no deseadas. No tienen apoyo y lo pasan mal, por eso cuando entramos en sus vidas lo agradecen mucho», afirma García. «Hay mucha persona sola que no sale a la calle. Se han quedado sin amigos y se quedan en casa», añade. Para mucha gente la soledad empieza cuando se dan cuenta de que en las esquelas aparecen cada vez más rostros conocidos. Los amigos de su misma edad van muriendo poco a poco y ellos se quedan cada vez más aislados, sin una red social que les sirva de apoyo. En algunos casos los pisos donde residen se convierten en cárceles de las que apenas salen. Quizá tan solo para comprar comida o para ir a algún funeral.
Los voluntarios de Hurkoa han encontrado casos extremos de soledad. «Acaba de morir un hombre que, aunque tenía familia, vivía en total soledad en un ambiente de mucho abandono y suciedad, pero para cuando detectamos esta situación ya era tarde», se lamenta. «Tenemos otro caso de una pareja que vive sola con lo que llamo un posible caso de Diógenes controlado porque no tienen suciedad, pero su casa está llena de trastos», añade.
«Hay muchas personas que se sienten solas pero que no tocan a la puerta en el momento oportuno por desconocimiento. Cuando te duele una pierna sabes dónde llamar, pero con la soledad estás perdido», afirma Leire Soler, la técnica de Cruz Roja, que ofrece el número de un servicio telefónico de escucha confidencial y gratuito que ofrece apoyo y acompañamiento psicosocial a las personas que más lo necesitan. Es el 900 107 917.
No es la única organización que atiende problemas de soledad. También está Hurkoa, que trabaja en coordinación con los Servicios Sociales municipales, y Adinkide, que presta acompañamiento a personas mayores en Gipuzkoa.
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