Alejandra, en el sofá, y Nelsy, en el exterior, se fotografiaron mutuamente en sus rincones favoritos de la casa en la que viven, en Hernialde.

«De cómo vivamos esto en el día a día dependerá el modo en que salgamos»

Alejandra Testone y Nelsy Giménez | Artesanas y comerciantes ·

Con el taller inactivo y sus dos tiendas en San Sebastián cerradas, mantienen el optimismo tratando de pensar en el futuro lo menos posible

Lunes, 13 de abril 2020, 14:35

Alejandra Testone López y Nelsy Giménez Esnaola podrían dejarse llevar por los presagios más oscuros ya que, al igual que a otros muchos comerciantes cuya ... actividad no gira en torno a productos considerados esenciales, no les faltan motivos para la preocupación.

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Ellas, sin embargo, prefieren disfrutar de lo que tienen -salud, las vistas extraordinarias de las que disfrutan desde su casa de Hernialde, el pequeño jardín que lo rodea, sus perros...- que lamentarse por lo que les falta. Y no es poco lo que en su caso, como en el de tantos otros, ha puesto en cuarentena el coronavirus: el taller en el que crean piezas de orfebrería únicas metalizando -con oro, plata o cobre- hojas naturales, y las dos tiendas 'Testone' que, después de muchos años vendiendo y dándose a conocer en ferias de artesanía, abrieron en San Sebastián. La primera en 2015, la segunda el año pasado.

En el caso de ambas, la experiencia vital es un grado a la hora de afrontar la situación. «Ya llevamos un bagaje bastante grande a nuestras espaldas», recuerda Nelsy, bioquímica a la que Alejandra persuadió para dejar el laboratorio y sumar sus conocimientos a la compleja tarea de perpetuar en metal algo tan delicado como una hoja natural. Alejandra, de esa manera, quería dar continuidad a una actividad que conocía a través del negocio que regentaba su padre, orfebre en Bariloche.

Aunque llevan veinte años en Euskadi, conservan, junto con un acento que la contundente habla guipuzcoana apenas ha matizado, una dosis importante de resiliencia argentina que les viene muy bien estos días.

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«Mi mamá me hacía acordar el otro día que habíamos tenido la guerra con Chile, que explotó el volcán, que pasamos la guerra de las Malvinas... Ya tenemos experiencia. Y eso sin hablar de la economía...», rememora Alejandra. También afloran en Nelsy imágenes de tiempos complicados: «Recuerdo que de niña mi madre me enviaba a primera hora de la mañana a comprar la leche y el pan, porque a mediodía estaba tres veces más caro».

Es probable que lleven la capacidad de adaptación en el ADN. «Me estoy acordando muchísimo de mi abuela estos días -comenta Alejandra-. Llegó a Argentina desde Italia después de la guerra. Cosía muy bien, hacía la comida para todos, nos cuidaba... Al final todas esas cosas se te quedan, y ahora las estamos sacando del baúl de los recuerdos, haciendo comidas que hacía 40 años que no comíamos, como retrocediendo en el tiempo».

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La familia se abre paso en todos los recuerdos, y distancia, que se sobrelleva con continuas conversaciones -«estos días molesto a mi mamá más que nunca», dice Alejandra- y «rezando para que todo vaya bien, porque si va mal desde aquí poco se puede hacer».

Tras el segundo apellido de Nelsy, Esnaola, también se intuye un viaje antiguo y una búsqueda, que ellas repitieron en sentido inverso en 1996, cuando vinieron a conocer a los familiares de Zerain y Donostia. «Nos gustó mucho, y en 2000 pudimos regresar. Fue una suerte que nos decidiéramos, porque si nos quedamos un poco más nos pilla el corralito, que fue al año siguiente», afirman.

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Preocupación por el futuro

Hay algunas fechas que marcan sus veinte años en Euskal Herria. En ese calendario de momentos memorables está 2007, el año en que se establecieron en Hernialde, donde residen, tienen su taller y «nos turnamos para ir a tirar la basura o dar un paseo a los perros», dos de las pocas actividades que pueden realizarse estos días en una localidad que carece de comercios.

El encierro obligado no les pesa. Han dejado de trabajar «porque no tiene sentido invertir tiempo y dinero en algo que no sabes qué salida tendrá». Todas las horas del día les pertenecen y procuran disfrutarlas descubriendo actividades nuevas «como la peluquería», bromean.

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Les preocupa, obviamente, el futuro de esas tiendas en las que se materializó su sueño de cambiar las ferias de artesanía por un emplazamiento estable. Pudieron hacer un ERTE, «que es importante para mantener los puestos de trabajo», y eso les da cierta tranquilidad.

Pero, aunque «a veces, sobre todo cuando tienes que hacer papeleos, te da más nervio y un poco de ansiedad», prefieren dejar el futuro fuera de la ecuación. «Si vas por el camino de predecir el futuro en base a lo que estás viviendo ahora no vas a llegar muy lejos, porque es imposible verlo en la medida en que todo va cambiando minuto a minuto, día a día», asegura Nelsy. «Es una tormenta más en la vida, de las que todos tenemos que pasar, una o varias veces», añade Alejandra.

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Ambas se apuntan al «hay que vivir el día a día, mantenernos en el presente; la ansiedad por el futuro no conduce a nada». Tratan de ser positivas «porque si perdemos el optimismo sí que tendremos que cerrar la persiana». Creen, además, que «de cómo vivamos esto día a día dependerá el modo en el que salgamos de esta situación». Y confían en que, cuando llegue ese día, «todos hagamos funcionar el engranaje con una perspectiva general, ayudándonos entre nosotros».

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