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Los alumnos de arquitectura contemplan el resultado final de su trabajo en la plaza de Montpellier. DV
Un trabajo casi profesional

Un trabajo casi profesional

Treinta alumnos de 5º de Arquitectura idearon una instalación que se exhibió en Montpellier. Trabajaron en equipo para diseñar el proyecto definitivo, elegido entre quince propuestas, que se presentó en el Festival de Architectures Vives

TERESA FLAÑO

SAN SEBASTIÁN.

Lunes, 21 de agosto 2017, 07:11

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Alumnos de quinto de Arquitectura han participado en una experiencia que les ha permitido hacerse una idea de los retos a los que van a tener que hacer frente como profesionales, las dificultades que se van a encontrar al llevar adelante sus proyectos. La experiencia que estos jóvenes han vivido recientemente es una de las primeras consecuencias del convenio de doble titulación que han firmado la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la UPV/EHU y la Escuela Nacional Superior de Arquitectura de Montpellier, que comenzará a aplicarse a partir del próximo curso 2017-2018, siguiendo el camino que se abrió con la Escuela de Burdeos.

El centro francés organiza todos los años el Festival de Architectures Vives, que llena de instalaciones artísticas distintas plazas de la ciudad. La selección de las obras se realiza a través de un concurso, pero la organización se reserva un par de invitaciones y este año una de ellas estuvo dirigida a la escuela del campus guipuzcoano.

Mario Sangalli, que imparte la asignatura Arquitectura del Paisaje, e Iñigo Viar, profesor del Laboratorio de Experimentación Proyectual, animaron a mediados de febrero a sus alumnos a que desarrollaran sus propuestas. Fueron unos cincuenta los jóvenes que aceptaron el reto, y divididos en grupos presentaron un mes después quince proyectos.

Las intervenciones se tenían que realizar a cielo abierto y a ellos se les adjudicó un patio formado por varios edificios al que se accedía a través de un túnel, en el centro de Montpellier. Y debían ceñirse al concepto de la emoción, aunque los profesores entendieron que era un tema demasiado vago porque «es algo que se relaciona con este tipo de instalaciones», explica Sangalli, que destaca la implicación de los estudiantes.

Todo el proceso fue un ejercicio de reflexión y de práctica para los estudiantes y ya desde la concepción misma del proyecto tuvieron que empezar a sortear dificultades. Los profesores tomando ese punto de partida de la emoción dieron una vuelta de tuerca más al tema y pidieron que establecieran una relación entre el Cantábrico y el Mediterráneo, así que el trabajo se giró alrededor de la luz.

Las propuestas fueron de lo más dispar. Hubo quien quiso llevar aire guipuzcoano en grandes globos y quien intentó enmarcar el cielo. Otra propuesta llenaba el espacio con un laberinto que formaba una palabra. Un jurado formado por el director de la Escuela, Juan José Arrizabalaga, y el artista Santos Bregaña, eligió a los cuatro finalistas y fueron los propios los que decidieron qué proyecto debía viajar a Montpellier. La pieza se basa en tres elementos: un muro, que cerraba la visión del patio desde el acceso; una puerta elevada, para despertar la curiosidad del viandantes; y un plano de espejo en el suelo, que reflejaría el cielo.

Hasta aquí no se dieron grandes diferencias respecto a otros trabajos universitarios. Fue cuando hubo que trasladar la propuesta de la maqueta a la realidad, ateniéndose a un presupuesto concreto de algo más de mil euros, cuando los futuros profesionales vieron cuáles son las dificultades que habitualmente se encuentra un arquitecto profesional como las exigencias derivadas del medio de transporte para trasladar el material y la disponibilidad de medios, espacio y tiempo en la plaza de la ciudad.

Como si de una empresa se tratara, una treinta de alumnos, organizados en cinco equipos, se repartió las tareas de diseño, construcción, presupuesto y compras, comunicación y organización del viaje en autobús. Además de los profesores Sangalli y Viar, contaron con la colaboración de Luis Gurrutxaga, técnico de laboratorio de la Escuela de Arquitectura, y Miquel Baquero, coordinador de montajes efímeros. Sangalli destaca el aprendizaje que supone esta forma de trabajo en la que una idea de cuatro personas tiene que ser desarrollada por muchas más. «Han sido como unas prácticas y la verdad es que han respondido muy bien. Cada uno tenía su misión, pero han trabajado mucho en común. Han tenido que debatir el proyecto y desarrollarlo, cambiando cosas, que en el fondo eso es lo que enriquece la arquitectura, hacer posible ideas abstractas».

210 espejos

El diseño final contemplaba 210 espejos, una serie de módulos de madera, una puerta roja, -que procedía de la propia escuela ya que era una de las originales del edificio, que se desmontó hace años debido a un cambio de distribución-, y 24 sacos de arena. Todo pensado para poder ir en la bodega del autobús que les iba a trasladar a la ciudad francesa.

Finalmente fue una veintena de alumnos la que el pasado junio se trasladó hasta Montpellier, en un viaje con paradas en Carcassonne y la abadía de Valmagne. Pero antes, para no llevarse ningún susto o que surgiera algún imprevisto en el momento del montaje hicieron un ensayo en el vestíbulo de la escuela.

Unai Urrutikoetxea es uno de los futuros arquitectos que tomó parte en todo el proyecto. De la experiencia se queda con el aprendizaje: «Hasta entonces todo era muy teórico y tener que montar nosotros la pieza me hizo ver la complejidad que puede tener un trabajo por muy sencillo que parezca. Lo que para nosotros es una línea en el ordenador, a la hora de la verdad son muchos problemas, empezando por la nivelación, que es algo que no se ve».

Urrutikoetxea y su equipo presentaron un trabajo que no salió elegido y tras volver de Montpellier tiene claro por qué: «Me di cuenta de que era muy bonito, pero hubiera resultado imposible realizarlo». Asegura que también ha aprendido «a trabajar en masa» porque «hasta ahora nunca habíamos formado un equipo de 30 personas». La experiencia ha resultado tan satisfactoria que tienen previsto participar en el festival Concéntrico de Logroño, con unas características similares.

El dato

  • Alumnos que fueron a Montpellier Maite Aizpuru, María Barasorda, Joana Barriocanal, Andrea Burgoa, Ainhoa Cabezón, Alejandra Contreras, Andrea Daraban, Olga Egia, Leire García, Arantza González, Irene Gregoris, Rok Lovsin, Cristina Martínez, Diana Matei, Stefania Praf, Amaia Renteria, Viviana Riponti, Miriam Sánchez, Natalia Uribe-Echevarria y Unai Urrutikoetxea.

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