«Tener sitio para grupo de 10 sin reserva es imposible»
Al completo ·
El buen tiempo permitió ayer disfrutar del primer fin de semana con las terrazas abiertas, aunque el ánimo de los clientes, dicen los hosteleros, se nota enrarecidoEl juego de la silla ya no es un juego de niños. No en la fase 1 de desescalada y tras 60 días de confinamiento. A estas alturas, estar en la calle sentado, charlando y tomando algo, sin hacer nada, ni andar ni correr ni hacer la compra, se ha convertido en lujo asiático. Y dejar escapar la posibilidad de coger sitio en una mesa por no estar avispado, puede llegar a ser imperdonable.
Ayer, que fue el primer sábado con las terrazas abiertas y la meteorología fue algo más apacible que la del lunes, encontrar sitio se antojaba complicado, sobre todo hacia la tarde y en hora punta. Se vio en Donostia, en la Marina de Hondarribia, Errenteria, Zarautz... Aunque los ánimos en general se ven aún «contenidos» y a la gente «calmada», coinciden varios hosteleros. «A la gente no se le ve con la alegría de antes, aunque es cierto que entre que unos se van y llegan otros, apenas pasa un minuto».
Por eso mismo, algunas cuadrillas fueron precavidas, y ya reservaron desde el viernes su mesa para la hora del vermú o del poteo vespertino. «Si te quieres juntar un grupo de 10 es imposible conseguir sitio si vienes a ver qué encuentras, como antes», comenta María, rodeada de amigos. «De hecho, ayer por la tarde -por el viernes- nos acercamos a Gros a tomar algo y nos volvimos cada uno a nuestra casa porque estaba imposible, y como tampoco puedes estar en los bancos o de pie, la opción para quedar en grupo es reservar con antelación», comentaba Iván, su pareja.
Ninguna norma establece que solo se puedan juntar cuatro personas por mesa. Pero sí se debe mantener la distancia de 1,5 metros
Claro que no es lo mismo ir un grupo grande que quedar dos personas, tres o hasta cuatro. En ese caso se eleva la probabilidad de hacerse con la preciada silla. Fue el caso de Juan Luis y María José, que se encontraron de camino a casa con su nuera, Ania y la nieta, Emma, y no dudaron en sentarse a tomar algo. «Nos hemos encontrado de casualidad y la verdad que no nos ha costado mucho, hemos tenido suerte», comentaban.
A Maite, en cambio, ayer le tocó merodear un poco hasta tener su silla, y ella, que se incluye en «el grupo de los poteadores», reconoce que «están cambiando cosas». Cuenta que el viernes por la mañana se encontraba en ese mismo bar de Easo, sola, ocupando una mesa entera con su café con leche mañanero. El resto de mesas de la terraza estaban ocupadas y vio que otro cliente merodeaba por la zona, concentrado en no perder chance si alguien se levantaba.
Pagar por reservar la mesa
Cuando vio que el hombre estaba a punto de tirar la toalla, regresar a su casa y renunciar a ese café de cafetera que llevaba saboreando en su imaginación desde hacia rato largo, «le pregunté si quería sentarse en mi misma mesa, porque me dio cosa, y como yo estaba sola... Dijo que sí, y ahí estuvimos, cada uno a lo suyo. Desde luego que esto antes del estado de alarma no pasaba, o yo al menos no lo hacía», señala la mujer.
«Estaba sola en una mesa con un café y le dije a otro cliente que no tenía sitiosi quería sentarse. Eso no lo había hecho en la vida»
A sabiendas de que la demanda superaría con creces la oferta y, se entiende que con el fin de paliar los dos meses de cierre, el Drop, de Amara, ya ha colocado un cartel en la puerta del bar dando la opción a los clientes a reservar una mesa durante 30 minutos abonando 5 euros, o 10 euros si desean charlar tranquilamente durante una hora. Una medida que, como todo, tiene sus defensores y sus detractores, quienes prefieren pájaro en mano y garantizarse un hueco o aquellos que ven esta oferta de una ética cuestionable, además de la posibilidad de sentar un precedente que termina por encarecer considerablemente la consumición al cliente.
Sin embargo, la limitación horaria por consumiciones, comidas o cenas sí se ha establecido en varios establecimientos para garantizar un mínimo de rotación o consumo por parte de los clientes. «Es lógico», señalaba Eva. «Si los bares no pueden trabajar a pleno rendimiento no es justo que se les ocupe una mesa toda la tarde con cuatro cañas. En ese sentido, como consumidores debemos de ser comprensivos», asevera en referencia a un sentido común que por el momento, comentan los hosteleros, «está imperando».
No obstante, la confusión generalizada con los horarios y las normas de desescalada, se extiende también a cuántas personas pueden juntarse por mesa. Varios hosteleros consultados manifiestan que «solo se pueden sentarse cuatro clientes por mesa», y así lo están haciendo cumplir en sus establecimientos. Por lo que «si se quiere juntar un grupo de 10 personas deberían juntarse tres mesas». Sin embargo, en ninguno de los decretos vigentes se especifica esta cuestión, si bien sí se debe poder garantizar la separación de metro y medio entre personas.
David y Oscar del bar Bella Easo tuvieron una jornada de esas de no parar, pero bien llevada. Con los pintxos expuestos en la cristalera del bar, para que los clientes puedan verlos desde la calle, y un horario adaptado a las circunstancias, admiten estar «trabajando muy a gusto». Agradecen el «entendimiento» del Ayuntamiento para «ayudar a la hostelería» al permitir en algunos casos ampliar los veladores, más allá del 50% autorizado por el Gobierno central, así como el control de la Policía «que ha venido dos o tres veces a título informativo». De hecho, dice David orgulloso, «nos felicitaron por ser los únicos de la plaza que llevamos la mascarilla».
No opinan lo mismo algunos establecimientos de Intxaurrondo, donde «algunos agentes han venido bastante amenazantes. Suficiente agobio tenemos ya con estar pendientes de no contagiarnos, atender y ver que se cumplen todas las medidas, como para que vengan con ese tono. No es justo».