Hace unos días que decidí hacer una escapada turística para ver el románico de Palencia. Normalmente, cada vez que iba de viaje entre las cosas ... que con más detalle preparaba estaban la cámara fotográfica, el teleobjetivo y la cámara de vídeo. Pero esta vez miré mi nuevo teléfono móvil, con varias lentes de distinta focal y que obtenía fotos con 40 megapixeles, y decidí darle una oportunidad. Todas las fotos y vídeos de mi viaje los he hecho con el teléfono. A la hora de hacer las fotos tuve que aprender muchas cosas; por ejemplo, no es lo mismo mirar por un ocular que hacerlo en una pantalla. El mayor problema lo tuve con el teleobjetivo. Mi antigua cámara era capaz de acercar las imágenes mucho más que el móvil; pero para mi sorpresa, al llegar a casa y manipularlas con un programa de tratamiento, pude recortar en la foto el elemento que a mí me interesaba, y como la resolución es muy alta, queda aceptable, similar a la que hubiera obtenido con el teleobjetivo. Incluso he descubierto que mi teléfono tiene opciones que mi anterior cámara no tenía.
Pero no trato de describir las maravillas de la cámara fotográfica de los móviles, en lo que quiero incidir es en el hecho de que ese pequeño aparato que llevamos en el bolsillo es una auténtica caja de herramientas que sustituye a un gran número de equipos especializados. Por poner algunos de los que he usado últimamente: linterna, brújula, mapas, localizador GPS, radio, equipo de música, televisión, reproductor de vídeos, lector de periódicos y de códigos de barras, almacén de diversos billetes, monedero, traductor, sacas la foto de una flor o un animal y te da su nombre científico, ... Se me olvidaba, ¡y sirve para hablar!
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