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Lunes, 7 de marzo 2022
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Los problemas de salud mental tienen una incidencia cada vez mayor en la población de Euskadi. En los últimos años, el volumen de personas que necesitan asistencia sanitaria por trastornos mentales ha experimentado un aumento significativo. Entre 2015 y 2019, ha crecido en un 5,2% el número de personas atendidas por la red de salud mental en la Comunidad Autónoma del País Vasco y en un 8,8% las consultas e intervenciones, situándose por encima del millón (1.085.218). Esa tendencia creciente también se observa entre niñas, niños, adolescentes y jóvenes, cuya prevalencia en problemas de salud mental viene experimentado un incremento exponencial durante los últimos años.
La Federación de Euskadi de asociaciones de familiares y personas con enfermedad mental (Fedeafes), a través del informe 'Infancia, adolescencia y juventud con problemas de salud mental en la CAV', atestigua que el perfil de la población infantil y juvenil que presenta algún problema de salud mental cada vez es más joven y presenta trastornos que revisten una mayor gravedad. Los expertos consultados en el marco del estudio alertan del incremento de casos de niñas y niños diagnosticados a partir de los 9 o 10 años, mientras que hace unos años «mayoritariamente» esas evaluaciones comenzaban entre los 15 y los 16 años. Además, señalan que los psicólogos y psiquiatras cada vez reciben más consultas de centros escolares en relación con problemas de salud mental en alumnas y alumnos menores de 9 años.
El aumento del volumen de personas cada vez más jóvenes que demandan recursos y servicios para el tratamiento psicológico se puede constatar también en el número de personas usuarias de los servicios de Atención Temprana en Euskadi, encaminadas a dar respuesta a las necesidades de las niñas y niños de 0 a 6 años que presentan trastornos en su desarrollo o riesgo de padecerlos, así como a su familia y su entorno. De acuerdo con los últimos datos disponibles en las Memorias de las Diputaciones Forales, en Gipuzkoa aumentó un 193% las personas atendidas por el servicio entre 2015 y 2019, pasando de 236 a 692 usuarios.
En el ámbito de la salud mental infanto-juvenil, una de las problemáticas de mayor calado que apunta el informe es la que se encuadra dentro de los llamados trastornos generalizados del desarrollo (TGD), un cuadro clínico que se tiende a diagnosticar a gran parte de los niños que presentan dificultades severas para comunicarse o interactuar y que, en muchas ocasiones, suele tener un diagnóstico tardío. Entre los TGD, los trastornos del espectro autista suponen una categoría de especial relevancia en la temprana edad según Fedeafes, por su severidad y por ser el momento en el que se evidencian clínicamente.
Los cuadros clínicos sufren pequeños cambios dependiendo del sexo. Generalmente, los niños sufren trastornos del neurodesarrollo y de conducta, habitualmente detectados en los centros escolares y que generalmente se traducen en problemas de hiperactividad, impulsividad, descontrol o comportamientos disruptivos, debido a diversos factores como los biológicos, los psicológicos o incluso los ambientales (entorno familiar, social, recursos económicos...).
Asimismo, uno de los problemas crónicos del desarrollo que más se diagnostica es el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), que también tiene un impacto mayor en los chicos, y que afecta a alrededor de un 5% de los menores, unas 10.939 personas. Una patología muy relacionada con trastornos de la afectividad o de la ansiedad, y que, dependiendo del caso, puede derivar durante la adolescencia en el abuso de tóxicos o incluso en problemas más agudos como el trastorno bipolar.
Las niñas, en cambio, presentan alteraciones más emocionales que pueden ocasionar ansiedad, depresión, aislamiento o fobia social, producido por problemas relacionados con la parentalidad, como el conflicto de apego reactivo, el trastorno de ansiedad por separación o el mutismo selectivo. A su vez, Fedeafes apunta que las dificultades de adaptación al entorno social, el acoso escolar, los abusos o la falta de inclusión social también son factores susceptibles de producir trastornos emocionales severos.
Entre la población adolescente y joven con problemas de salud mental destacan de forma notable los trastornos de conducta, una de las patologías que más recursos requiere, por encima de otras como el autismo o la esquizofrenia. Según avala el informe, tiene un impacto en la escolaridad e itinerario académico, además de una repercusión económica en las familias que necesitan recurrir a servicios que no siempre están disponibles en la red pública. Esto «causa un gran sufrimiento en las familias», ya que tiene un gran impacto emocional en las mismas y afecta tanto a su calidad de la vida como a su propia salud mental.
Otra de las patologías muy extendidas entre los adolescentes y jóvenes tiene que ver con el trastorno de la personalidad, que deriva en cuadros depresivos o descompensaciones debido a enfermedades mentales y patologías duales. En ese sentido, los expertos apuntan que «el consumo de drogas representa un factor que habitualmente genera tanto episodios psicóticos y depresivos como alteraciones de conducta», que derivan, en gran parte, en intento de suicidios o autolesiones.
En esta etapa de la edad, las mujeres presentan de forma más habitual trastornos de conducta alimentaria como la anorexia nerviosa y la bulimia, así como trastorno límite de la personalidad, los cuales generan con más frecuencia intentos de suicidio y autolesiones. Los trastornos postraumáticos también se dan en mayor medida en las féminas, ya que «es más frecuente que hayan sido víctimas de un abuso sexual, maltrato físico o violencia intrafamiliar».
En cambio, y aunque las diferencias no son tan acusadas, los hombres adolescentes y jóvenes, por su parte, presentan de forma más frecuente problemas de conducta, así como problemas de salud mental derivados del consumo de drogas. Por otro lado, el estudio revela que patologías como la depresión, la psicosis o el trastorno del espectro autista se dan en ambos sexos por igual.
Lo avisaron los expertos al comienzo de la pandemia y el tiempo les ha dado la razón: los problemas de salud mental provocados por la crisis sanitaria han saturado durante muchos meses las consultas de psiquiatría de los hospitales vascos. El impacto del Covid-19 se ha visto reflejado también en los más pequeños de la casa. De acuerdo con un estudio del CIS, una de cada dos madres y padres ha identificado cambios severos en la personalidad de sus hijos menores de edad a lo largo de 2020. En concreto, un 72,7% ha observado que han tenido cambios de humor repentinos, un 78,6% cambios en los hábitos de vida, un 30,4% cambios en el sueño y un 23,1% cambios en sus hábitos alimenticios.
Asimismo, profundizando en las alteraciones del estado de ánimo, del estudio se desprende que un 76,4% se ha mostrado más irritable, un 44,8% triste con más frecuencia, un 36,1% ha llorado fácilmente, un 54,8% ha estado más inquieta o inquieto, un 43,3% ha cambiado de humor constantemente y un 60% ha mostrado más nerviosismo y ansiedad. Así, el confinamiento domiciliario y las limitaciones sociales han provocado que «se tripliquen» los trastornos de conducta alimentaria, especialmente entre mujeres adolescentes y jóvenes.
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